Aunque suelo enriquecer mi lenguaje oral con algún que otro vocablo malsonante, en mis escritos procuro siempre eludirlos, el titular de la mirada de hoy lo ha escrito prácticamente Cristóbal Montoro al afirmar que “el PP volverá a ganar las elecciones porque los mercados no son gilipollas”.
Naturalmente soy firme partidario de reformar la constitución especialmente en lo que respecta a la jefatura del estado, que no creo que deba ser hereditaria como lo es una finca o una empresa.
Resulta profundamente cómodo creer que mi patria, mi bandera, mi religión, mi ideología, mi territorio, mi lengua, mi cultura, mis tradiciones, etc. son las mejores del universo, y que mi líder indiscutible es el mejor de los posibles, que mi país ha sido bendecido por Dios y todos los demás territorios en que se divide el planeta están puestos ahí para mi uso y disfrute.
En una república social bien organizada, en la cual el estado garantizase los servicios básicos y un salario para todos suficiente para cubrir las necesidades, ni la caridad ni la solidaridad serían necesarias.
No, no voy a hablar de la vida privada de nuestro Jefe de Estado, aunque por el título pudiera parecerlo. La pregunta viene a cuento porque hay quien cree que podría serlo, pero no en sentido figurado sino literalmente.
“Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” escribió Juan (8,32) en su evangelio. Pese a que el nuevo alcalde de Nueva York, Bill de Blasio es ateo, izquierdista (muy izquierdista) y preocupado más por las desigualdades sociales que por las religiones, supongo que como descendiente de italiana y persona culta debe conocer esa frase.
Confieso que estoy esperanzado por el anuncio de que hay dotación económica para terminar el tramo Santa Cruz-Alhama; igual que nuestra legislación, yo aplico la presunción de inocencia hasta que pruebas fuera de toda duda la enerven, y por tanto, voy a esperar a que venga Manuel Morales a Alhama a decir lo que tenga que decir, y entonces, y solo entonces, me decepcionaré si es que tengo que decepcionarme.
Alguna vez, de algún año más o menos próximo, saldremos de la crisis; lo que cabe preguntarse es sino estaremos peor entonces que ahora.
Después de observar con algún detenimiento la realidad y dedicarle alguna reflexión he llegado a la conclusión lamentable de que aquí sobramos todos.
También a mi, como a todos los niños, me han preguntado esa estupidez y, supongo que, como todos los niños, contestaba lo primero que se me ocurría.
Estimada señora Caballero: Ante todo decirle que me dirijo a usted con el tratamiento usual que empleo para la gente a la que respeto y admiro profundamente, de usted; en algunos casos, pocos, antepongo el don, como en el caso de Don Mario Benedetti, Don José Saramago, Don Marcos Ana, o Don José Luis Sampedro.