De vez en cuando tengo que permitirle al niño que llevo dentro algún capricho para evitar que se desmadre y me ponga en alguna situación comprometida.
En ningún sitio del Génesis ni del Corán aparece que el árbol del bien y del mal, de cuyo fruto comieron los primeros desahuciados de la historia, o el mito, fuese un manzano. Y sin embargo en casi toda la iconografía alusiva a este mito aparece la manzana.
Los tiros no van ni por la isla de Nueva York ni por la película del mismo nombre de Woody Allen. Mucho más modestamente me refiero al combinado a base de güisqui y vermut.
Nada más lejos de mi ánimo e intención que entrar en polémicas estériles e infantiles joyero-placeteras. Como residente en este pueblo tengo claro que también La Placeta es mi pueblo.
De las muchas cosas que de la vecina provincia de Málaga me gustan, hay sobretodo dos en especial. Una es la magnífica actriz María Barranco y la otra es el ajoblanco.
Creo que como casi todas las personas de mi generación, que viene a ser la del inicio de los planes de desarrollo, he tenido un buen número de primeras veces.
Prometo que hoy iba a dedicar esta mirada a algún tema agradable y ligero, que tenía pensada una crónica sencilla y amena; pero la lectura de la prensa me ha estropeado el plan.
Sé que corro el riesgo de que me llamen cansino, “hartizo o “hartible” maneras estas últimas de llamar en mi Granada y Cádiz a quienes son insistentes, pesados o cansinos, la misma palabra lo dice. Lo que se llama "ser más pesao que una vaca en brazos"...
Decididamente y tras unos cuantos años dedicados de lleno a leer, vivir y gozar tranquilamente de la vida, en la medida de lo posible, junto a familiares y amigos he llegado a la conclusión de que eso es lo que me gusta hacer en la vida. Vivir, sin muchas más complicaciones.
Estoy convencido de que uno sólo logra público reconocimiento en nuestro pueblo cuando lo sacan en el carnaval; por eso escribo estas líneas de agradecimiento, que creo que serán compartidas por todos mis compañeros de Alhama Comunicación.
Carta abierta a Antonio Mateo
Querido Antonio: “No estoy acostumbrado a que me den un premio, sin luchar por él”, con estas sencillas palabras, que encierran una gran lección iniciaste tu intervención el día 27 de febrero.