Repasando mis apuntes en busca del posible origen de este dicho, he constatado que desde luego no es un enunciado que tenga raíces muy profundas en el tiempo.
Nunca dejará de maravillarme que, a nivel de masas se de tan a menudo credibilidad a los bulos y mentiras más groseras y absurdas y sin embargo haya tanta resistencia a la verdades positivas, razonadas y objetivas.
Esto, parece una redundancia, porque tenemos la percepción de que felicidad e infancia, siempre van unidas, pero esto sólo es cierto, cuando se dispone de libertad y deseos y decisión de disfrutarla, aunque sea desde unas mínimas condiciones familiares y de subsistencia. Aunque a esa edad no se tenga consciencia de esa felicidad.
Hasta principios de los sesenta, (últimos cincuenta) El Llano de Zafarraya, tenía una actividad agraria eminentemente de cereal de secano y una aceptable cabaña ganadera (ovejas y cabras).
Hoy me he levantado contento. He dormido como un "descosido" (vaya, con mi pastillita de "diazepam") y he tenido hasta algún sueño placentero, de esos sin vueltas y revueltas que, a veces sin serlo del todo, parecen pesadillas.
Cuando pasas la barrera de los setenta años, empiezas a hacer balances de vida y a catalogar vivencias y recuerdos de las experiencias vividas.
El regalo por antonomasia que se impuso en el cumplido de visita a los enfermos, fue… ¡la lata de melocotones en conserva!
Siempre habíamos pensado que sólo podía haber un mundo feliz, si ganaban “los nuestros”; luego, donde ganaban “los nuestros”, no podía haber un mundo infeliz.
Sí hay en todo El Llano un eslogan, mensaje, o frase que tenga un especial contenido y significado para su gente, éste sería sin duda alguna el de “Las Tres Marías”.
No puedo entender que, siendo todos trabajadores del mundo, pueda esto ser verdadero racismo, hacia las trabajadoras y trabajadores de la otra parte.
Estos nuevos okupas constituyen ya una verdadera mafia organizada, con sus asesores a sueldo, sus consultoras y constituidos ya como una verdadera inmobiliaria.