Hasta principios de los sesenta, (últimos cincuenta) El Llano de Zafarraya, tenía una actividad agraria eminentemente de cereal de secano y una aceptable cabaña ganadera (ovejas y cabras).
Hoy me he levantado contento. He dormido como un "descosido" (vaya, con mi pastillita de "diazepam") y he tenido hasta algún sueño placentero, de esos sin vueltas y revueltas que, a veces sin serlo del todo, parecen pesadillas.
Cuando pasas la barrera de los setenta años, empiezas a hacer balances de vida y a catalogar vivencias y recuerdos de las experiencias vividas.
El regalo por antonomasia que se impuso en el cumplido de visita a los enfermos, fue… ¡la lata de melocotones en conserva!
Siempre habíamos pensado que sólo podía haber un mundo feliz, si ganaban “los nuestros”; luego, donde ganaban “los nuestros”, no podía haber un mundo infeliz.
Sí hay en todo El Llano un eslogan, mensaje, o frase que tenga un especial contenido y significado para su gente, éste sería sin duda alguna el de “Las Tres Marías”.
No puedo entender que, siendo todos trabajadores del mundo, pueda esto ser verdadero racismo, hacia las trabajadoras y trabajadores de la otra parte.
Estos nuevos okupas constituyen ya una verdadera mafia organizada, con sus asesores a sueldo, sus consultoras y constituidos ya como una verdadera inmobiliaria.
Inicio este relato con una breve historia de mi maratón hospitalario entre los 74 y 77 años.
Parece que fue ayer, pero cuando ajusto la cuenta "por lo fino", resulta que me salen casi los setenta años.