Raimundo Montero (Pérez)

Adquirió notoriedad como uno de los mejores gañanes del Llano, por lo que nunca le faltó la demanda de los propietarios más pudientes, para echar “obradas de ariega” en sus tierras.

 Fue Raimundo Montero el mayor de ocho hermanos (cuatro varones y cuatro mujeres) que ayudaron a expander una de las sagas más características, conocidas y numerosas del Llano: la de “Los Ciriacos”, cuyos creadores fueron José Montero y Carmen Martín. Está mujer, conocida en El Llano como “La Ciriaca Vieja,” aportó el alias al linaje. Y sus ocho hijos fueron con sus nombres y sus respectivos alias, propios o heredados de la pareja: Raimundo “Pérez), Emilio “El Pájaro Verde”, José”El Gordo”, Carmen “”La Crescenta”, Monsalud “La Porteña”, Eladio Montero, Dionisia “La Condesa”, Dolores “La Nona” y Antonio “El Alguacil”. Los fundadores de la saga aportan además la curiosidad de que los dos mueren en el mismo mes y año de 1945, con sólo dos días de diferencia. Carmen, “La Ciriaca Vieja”, imprimió carácter a la estirpe y su recuerdo aún pervive entre las nuevas generaciones.

 Cada uno de los hijos fue creando las líneas de la saga común de los Ciriacos: “Los Peritos”, “Los Pájaros”, “Los Gordos”, “Los Porteños”, “Los Eladios”,”Los Condes”, .“Los Nonos” y “Los Alguaciles”. 

 El propio Raimundo Montero, que había nacido a finales del siglo XIX, casa en el primer cuarto del pasado siglo, con Adoración Pérez Mostazo, hija de José Pérez y Elisa Mostazo, una guapa joven de Ventas conocida para la posteridad como “La Pera,” de la que de forma inusual tomó Raimundo su alias de “Pérez”. Y juntos inician en el Cortijo de “La Vera”, junto a la falda de la sierra Umbría, su propia línea de “Ciriacos”, que sus vecinos y contemporáneos conocerán para siempre como “Los Peritos”. Y ya, también para siempre, perderá la denominación de Raimundo, y en la mención coloquial y familiar de sus convecinos, pasará a llamarse “Pérez”, el marido de “La Pera”. Tienen tres hijos, Raimundo, alias “El Perito”, Carmen, “La Perita” y José, conocido como “Chico Pérez”. 

la familia explota un pequeño hato de cabras, mientras Adoración, “La Pera”, se encarga de su granja de gallinas camperas

 Se afana “Perez” con sus hijos en la pequeña heredad de unas tierras de secano aledañas al cortijo, donde con los años se asienta definitivamente la familia: el cortijo de “La Vera”, después conocido también como el “Cortijo de Pérez”. Desde una extrema austeridad, pero no exenta de unas ciertas garantías de supervivencia y dignidad de vida, van criando, alimentando y educando a sus hijos. Como complemento a su actividad agraria en las tierras del cortijo, la familia explota un pequeño hato de cabras, mientras Adoración, “La Pera”, se encarga de su granja de gallinas camperas que pastando en los prados del cortijo y renovadas permanentemente por las nuevas puestas empolladas por la clueca, que entre huevos y pollos, aportaban un neto a la austera economía de la casa. Al mismo tiempo era la encargada de ordeñar la cabra para leche propia y de asistir atención y comida a las dos marranas de cría, cuya venta de lechoncitos recién destetados, y vuelta a empezar, también reportaba algún beneficio, además del “canijo” de turno, que quedaba para la matanza familiar. Si además llevaba la casa con todas las faenas domésticas, Adoración, “La Pera”, no se quedaba dormida, no. Como actividad central de ingresos económicos, “Pérez” explota una yunta de vacas, con su carro, que le permitirán hacer unas rentables “chamadas” de acarreo de mieses a las eras con el carro, en verano, sementera en el tiempo de siembra del cereal en otoño o de garbanzos y maíz en primavera. 

 Adquirió notoriedad como uno de los mejores gañanes del Llano, por lo que nunca le faltó la demanda de los propietarios más pudientes del Llano, para echar “obradas de ariega” en sus tierras. Con el carro y sus vacas, tenía asegurado el jornal hasta en el duro invierno, cortando del “cerrado de monte” de la familia, carros de leña para las familias ricas del Llano, aunque también le costó algún dolor de cabeza, como después veremos. Cómo en tantas economías familiares, los hijos aportaban un extra a la economía doméstica, con su fuerza de trabajo, así: Carmen, ayudando a la madre en las faenas de casa y el cuidado de animales domésticos, “Chico Pérez” complementando y sustituyendo al padre, como experto gañán y “Perito”, el más instruido de la casa, haciendo las gestiones oficiales administrativas y cuidando el hato de cabras para leche y cría.

 En ese ambiente de austeridad y trabajo, van casando los hijos y ampliando la línea de “Los Ciriacos - Peritos”: Carmen casa con Pedro “Carloto”, José, “El Chico Pérez” casa con la Teresita “del Fraile” ….. y Raimundo “Perito” se mantiene soltero, casando años después, ya en la emigración, con Ana, una buena mujer canaria. 

 Carmen y Pedro tienen tres hijos: José, alias “Pepe La Vera”, Raimundo, alias “Rete” y Lola, alias “La Pera”. Pero el drama se cierne en el horizonte y su hija Carmen “La Perita”, muere el día 1 de diciembre de 1952, con apenas 29 años, dejando tres hijos que pueden taparse con una criba. Su viudo, Pedro Muñoz, de los “Carlotos y Acerillos”, considera que con la ausencia de su mujer, no tiene sentido su presencia en el cortijo familiar, por lo que decide mudarse a una modesta casa en Ventas, pero ocupándose de los costos de crianza y manutención de los niños y manteniendo una estrecha relación con ellos.

los cortijeros llegan a sufrir una dura represión y chantaje por parte del aparato del estado

 Estamos en los difíciles años centrales de la dictadura de Franco, de suficiencia de nadas y miedos de todo y Raimundo y Adoración, cuando los hijos volaban, hubieron de rearmar el nido para criar a los nietos. 

 Ya en los años anteriores, en los duros años de la posguerra, sobre todo después del auge de la lucha de los guerrilleros del maquis (los “tíos de la sierra, como nos enseñaba a decir el régimen), donde los cortijeros llegan a sufrir una dura represión y chantaje por parte del aparato del estado, bajo la sospecha de apoyo a los rebeldes (aún recuerdo de niño, el terrorífico bando del mando militar, colocado en la esquina de lo que hoy es el edificio de “Banquia”, frente al Pilar, que nos ponía los pelos como escarpias y que decía: “Campesinos, todo aquel que por simpatía o ánimo de lucro preste ayuda a los rebeldes, será pasado por las armas”), “Pérez” tiene que buscar la consideración de “afecto al régimen”, para evitar las nefastas consecuencias de ser considerado sospechoso de colaborar con los guerrilleros: se afilia a Falange y se congratula con la Guardia Civil, aportando unos cuantos carros de leña del “cerrado de Pérez” hasta el cuartel. Recuerdo que cada año, dos capitostes locales del régimen, se acercaban al cortijo y entre efusivos saludos a Raimundo, le entregaban el renovado carnet de Falange y como a la retirada de éstos, “Pérez” comentaba con mordaz ironía: ”¡estarán tontos estos…!”, dando a entender claramente, que su militancia era obligada.

 De la actitud de la guardia civil, en su descargo habría que decir como de los curas, que Franco, pese a Concordatos, nacional - catolicismos y Espíritu Nacional, les pagaba unos sueldos tan miserables a ambos, que la jerarquía eclesiástica en los curas y los altos mandos, en la Guardia Civil, tenían que autorizar la gestión y ejecución de prebendas en su servicio. Aunque es de justicia también, como hemos hecho en otros relatos, decir que hubo números que no se beneficiaron nunca de estas prebendas, como fue el caso de “Peri”, un Guardia Civil con residencia en la posada del pueblo, pequeño de estatura pero de elevada talla moral, que conocedor de los abusos del “Cuerpo” contra la hacienda de Perez, un buen día, le comunicó a éste: -”¡Raimundo, si quiere usted cobrar todos los carros de leña que ha llevado a los guardias, no tiene más que decírmelo!”, al tiempo que le pagaba las 20 pesetas del último carro de leña que le suministrara en la posada. Honor a su memoria! 

 Van pasando inamovibles los años y ahora la economía se sustenta en alguna remesa económica que envia desde la inmigración su hijo Raimundo “Perito”, la aportación puntual de Pedro Carloto, que merma con la mayoría de edad de los hijos y la procedente ahora de la novísima explotación de las canteras de piedra en Zafarraya, en las que se enrola su nieto Pepe “La Vera y alguna ayuda puntual de “Rete”, desde la emigración en Madrid, más el préstamo circular que como en tantas familias del pueblo se obtenía entre varios hermanos, ante elo usurero de turno, y de los que cada año se liquidaban los intereses, con la renovación del principal, por uno de los involucrados. Atrás quedaba ya, la fuerza y el empuje de la mejor gañanía del Llano y una de las mejores yuntas de vacas.

las familias depositaban masivamente los canastos y los niños dábamos la “lata y la tabarra” propias de nuestra edad

 Conozco un poco alguna de estas interioridades de la familia, porque con el tiempo desarrollé una amistad muy cercana con sus nietos, especialmente con “Pepe La Vera”, que andando los años, pasó a formar parte de la familia, como pareja de mi hermana Concha. Indistintamente, los nietos y sus amigos lo llamábamos “el abuelo” y aún me emociona desde una sentida y tierna nostalgia, el recuerdo de las tardes o ratos pasados en el cortijo a la sombra de la parra en verano y con el agua fresca del encalado pozo de “La Pera y las no menos vívidas veladas al calor de la chimenea del cortijo, con leña de encina, en las gélidas tardes de invierno. 

 Pero recuerdo muy especialmente las romerías de San Marcos, en que la gente menuda (por edad) y más humilde del pueblo, celebrábamos la fiesta desperdigados por la falda de la Sierra Umbría, y masivamente en la era de “Pérez”, donde las familias depositaban masivamente los canastos y los niños dábamos la “lata y la tabarra” propias de nuestra edad y nuestras ganas de incordiar, sin que recibiéramos un mal gesto o una palabra de enfado por parte de “Pérez”, aunque la procesión la llevara por dentro ante los estragos que causábamos en árboles, trigo y albarradas. 

 En 1971, muere su mujer Adoración “La Pera”, un año después de trasladar su vivienda a la calle Guindos de Zafarraya, donde la cuida hasta su muerte, su nieta Lola, que va a cuidar también del abuelo. Raimundo, un poco jubilado de la vida y sus tribulaciones, va viendo casarse a los nietos e incorporar nuevos linajes a la familia tronco de los Ciriacos: Lola casa con Antonio “Juandes” de la saga de los Sofíos y tienen dos hijos, José Antonio y Elena. Pepe “La Vera”, casa con la Conchita de Mariapalma, Miguelica y Pulligona, con seis hijos: José Miguel, María Isabel, Emiliano, Eduardo, Carmen y Elisa; y “Rete”, que en la emigración casa con Mari Morcillo, una manchega albaceteña con pedigrí, que le da tres descendientes: Javi, Carlos y Dany 

 Cumplidos sus deberes y apurado su cáliz, Raimundo Montero, alias “Pérez”, nos siguió regalando su sonrisa gratis y su bonhomía a raudales, hasta que no pudo aguantarla más, en algún día de agosto de 1978. Siempre tuve un capricho: de mayor, me gustaría ser como “Pérez”. 

Juanmiguel. Zafarraya.

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