Lo teníamos todo para triunfar, teníamos 20 años, fumábamos tabaco de liar con smoking naranja y llevábamos el cuello subido de un abrigo de paño oscuro.
Hace unos días en Italia murió una mujer llamada Silvia unas horas más tarde de que Calafiori anotara un gol en propia puerta en el partido contra España. Luciano Spalletti, entrenador de Italia le dijo al periodista Marco Nosotti: “Avanzaremos juntos, tú con tu mujer y yo con mi equipo”, pero se equivocó.
El miércoles 26 de junio, quien fuera el más prometedor torero del pasado siglo, el Gran Batalla, iba con su mobilete por la Carretera de Loja en la localidad de Alhama de Granada.
Muchas de las cosas bonitas que nos pasan empiezan un fin de semana.
Si hacemos el juego de las 7 vírgenes y nos miramos durante sesenta segundos al espejo como en una cuenta atrás, nuestro reflejo nos contaría nuestro futuro.
España ha recibido este fin de semana la visita de Javier Milei, un tipo que escucha a los Stones y puede que incluso repudie a The Beatles. Milei es un retórico que escupe las palabras a voces como Jagger pero sin armonía. Le gusta utilizar términos como muerrrrrte, inspirado en el mismísimo Davy Jones, ese personaje de Piratas del Caribe capitán del Holandés Errante y cuyo corazón ya no le pertenece.
Hace unos días, una mujer llena de sonrisas y conocida en todo el pueblo dio un discurso.
Hace unas semanas borré un montón de fotos del móvil.
“Ni de izquierdas ni de derechas, somos los de abajo y vamos a por los de arriba”, esta frase la leí en una pancarta que colgaba de uno de los tractores que durante los últimos días marchó por España.
Me imaginaba a Bruce Springsteen escribiendo Candy’s Boy mientras viajaba en furgoneta a su próximo concierto, atravesando Estados Unidos como cuando yo cruzaba media España para cumplir mis sueños literarios, él cruzando el Mississippi, yo cruzando por las aventuras del Hidalgo de la Triste Figura.
A las diez de la noche sonó la primera explosión, media hora más tarde empezaron a cantar las sirenas y poco después en la calle había un silencio de esos que se dan en los pueblos poco habitados cuando es invierno y se achican hasta los catites.