Hace unos días en Italia murió una mujer llamada Silvia unas horas más tarde de que Calafiori anotara un gol en propia puerta en el partido contra España. Luciano Spalletti, entrenador de Italia le dijo al periodista Marco Nosotti: “Avanzaremos juntos, tú con tu mujer y yo con mi equipo”, pero se equivocó.
Tal vez sea porque en ocasiones las penas hay que pagarlas dos veces, cuando nos pasan y cuando las olvidamos. Ella ya estaba muy mal cuando Marco Nosotti, el periodista, puso rumbo a otro europeo, a otra ilusión tonta mientras lo que va quedando atrás, ese pasado tan feliz y con un presente tan enfermo, se va derrumbando.
Nosotti tomó un vuelo a Italia para decirle adiós a Silvia, pero con un billete de vuelta a la Eurocopa de Alemania porque la vida sigue y las cosas que mueren simplemente hay que enterrarlas, aunque nunca mueran del todo o como canta Oasis, “tú y yo vayamos a vivir para siempre”. Porque mientras Silvia subía al cielo Nosotti bajaba para cubrir el partido de Italia frente a Croacia. Otro partido donde la Azurra podía morir demasiado pronto, en la fase de grupos, que es como morir antes de cumplir los treinta.
Luciano Spalletti nació en el mismo pueblo que Nosotti. Se conocen desde que el entrenador italiano tenía pelo, antes de que Nosotti conociera a Silvia. Spalletti se equivocó porque Italia avanzó a los octavos de final, pero Silvia se quedó en la fase de grupos. Mattia Zaccagni marcó en el minuto 98 e Italia se volvió loca, también Nosotti que al celebrar el gol sintió que una mano le tocaba desde el cielo. “¿Ves? Silvia nos ha dado fuerzas para seguir adelante”, le dijo Spalletti a Nosotti mientras se fundían en un abrazo de fuerzas desmedidas, ese Big Bang de los goles en el último minuto. Esa sensación de remontar la vida. La imagen dio la vuelta al mundo, pero la historia dio vuelta a la muerte: “No somos un periodista y un entrenador, solo somos dos hombres”, explicaba emocionado un tipo que acababa de perder a su mujer y que nos hizo creer a todos que vamos a vivir para siempre.