La penúltima cornada

El miércoles 26 de junio, quien fuera el más prometedor torero del pasado siglo, el Gran Batalla, iba con su mobilete por la Carretera de Loja en la localidad de Alhama de Granada. 

 Delante de él, iba un hombre de por ahí montado en un Peugeot gran berlina, cinco puertas, de color blanco reluciente. Batalla echó la vista a los soportales para confirmar que no hay quien pare en la calle a las tres y media de la tarde. Cuando Batalla llegó al ‘ceda el paso’ que hay justo delante del Alzara de Lozano y miró hacia delante, estaba a pocos centímetros del Peugeot, tiró de freno de emergencia, ese que se activa cuando el cerebro verbaliza, “ostia”. Automáticamente pilló los dos frenos, echó pie a tierra ante la falta de ABS y de agarre; y para evitar el impacto hizo como Marc Márquez, pero sin curva y con pantalones cortos.
 
 Me recordó este suceso a aquella tarde de hace 11 años cuando se retiró definitivamente del toreo lidiando una vaquilla en la Monumental de Alhama de Granada situada en la Mesa del Baño. Era la feria de San Juan y el tendido estaba lleno, era tal la expectación por ver al Gran Batalla que el cartel lo reservó para lidiar el último de la tarde. Pedrito y Raúl Gálvez, compañeros de Alhama.com y amigos, fueron los encargados de narrar la faena. Todos esperaban al Gran Batalla que saliera como los más grandes, a ‘portagayola’, sin embargo, la vaquilla estaba con más ganas de correr que un mastín encadenado en época de celo y Antonio dejó las florituras esperando el momento tras la barrera. 
 
 Los primeros minutos fueron de duda, el ejemplar no paraba de dar vueltas a la plaza hasta que Batalla sacó su lado más rockanrola y se echó al centro de la plaza, “como los grandes”, comentaba Pedrito. Desde allí pidió a la banda un pasodoble, pero El Gran Batalla es vieja escuela, le pesa el capote, él prefiere bailar con el toro, por eso cuando tiró de muleta el viento paró en el remanso del sol que se empezaba a poner en el horizonte jameño. 
 
 Ahí fue cuando El Gran Batalla dejó de ser un mito para muchos de los jóvenes que acudimos a la Monumental de Alhama. Desde aquella tarde de junio terminó por convertirse en leyenda del toreo jameño, la gente gritaba: “torero, torero, torero”, mientras El Gran Batalla lidiaba la vaquilla a base de chicuelinas y gaoneras. 
 
 Aquella tarde, en el último muletazo, El Gran Batalla estuvo a punto de ser cogido por la vaquilla, sin embargo, escapó de ella. Once años después, en este 26 de junio, El Gran Batalla se fue al suelo ante un Peugeot blanco gran berlina, pero se levantó con más honra que una sábana puesta al sol, como diría nuestro Federico García. Me llenó de alegría ver que no le había pasado nada, se echó la mano al codo en un amague de queja, pero cuando el hombre de por ahí se apeó del coche, Antonio, el Gran Batalla, infló el pecho y agradeció al extranjero su preocupación. Después levantó su moto, le pegó un patillazo y retorció el gas para poner rumbo al Andaluz a recuperarse de su penúltima cornada. El Gran Batalla había esquivado de nuevo a la muerte.