Cuando se ha cumplido ya el bicentenario del nacimiento del autor de la teoría “El origen de las especies”, vuelve a reabrirse el viejo debate entre creacionistas y darwinistas.
Sí bien ahora los primeros, acompasan las nuevas propuestas, con la evolución de los tiempos, no a la literalidad bíblica como antaño, sino a la supuesta existencia de un principio creador o una directriz inteligente que orienta la evolución hacia la complejidad y la superación desde presupuestos teleológicos.
Por contra, muchos defensores de la teoría darwinista, cuyos postulados brillan por sus justeza y objetividad racional en el mundo de la ciencia, se aferran en establecer la evolución, sólo como un devenir azaroso, donde después opera el todopoderoso mecanismo de la selección natural, juzgando el éxito del producto, a su capacidad de adaptación y no por su complejidad o inexistente superioridad.
Desde este punto de vista, el hombre no sería un ser cualitativamente superior al resto de las especies, aunque sí, cuantitativamente más complejo, porque desde el punto de vista de la supervivencia a la selección natural, otras muchas especies, que se conservan invariables desde hace muchos millones de años, tienen demostrada una óptima capacidad de adaptación.
Sobre aquellos, los creacionistas, no siento deseo de puntualizar nada, dado que sus razonamientos no se asientan en verificaciones científicas racionales y sí en un intento de hegemonía ideológica y de conservación de privilegios, lo que nos llevaría a otro tipo de debate.
la segunda ley de la termodinámica la que regiría la misma evolución en la dirección a la complejidad y la cualificación
Sobre los neodarwinistas, con los que me identifico casi plenamente, si quisiera establecer algunas matizaciones sobre la evolución hacia la complejidad y hacia cambios cualitativos. Y no porque yo crea que existe alguna directriz más o menos teleológica que oriente hacia ello, sino a partir de las mismas leyes físicas, cuyo objetivo sólo es poner la mayor resistencia al caos, procurando la optimización de la energía útil. Es decir, es la segunda ley de la termodinámica la que regiría la misma evolución en la dirección a la complejidad y la cualificación, desde el determinismo genético de la propuesta sintética neodarwinista.
Esto se puede entender así, si consideramos el cosmos en su conjunto, como una unidad interactiva y compleja en su totalidad y no como compartimentos estancos, donde establecíamos las diferencias entre cada estamento, como nos enseñaron desde niños con los reinos de la naturaleza: mineral, vegetal y animal. El mundo de lo inerte y de lo vivo, de lo vegetal, animal o vírico, de las partículas o las ondas…, en lugar de considerar una evolución gradual y global, desde la energía hasta el ente más complejo y cualificado del conjunto cósmico. ¿Quizás el hombre?
Si situamos el mecanismo de la evolución darwiniana, desde el mismo inicio del cosmos, veremos cómo ésta se viene sucediendo como una evolución hacia la complejidad y con hitos de cambio cualitativos, en algunos de los procesos de cambio y siempre bajo el imperio de la segunda ley de la termodinámica. Así, la energía primordial evolucionará hacia su fijación y estabilización en partículas elementales, éstas, evolucionarán hasta los átomos más simples, como el hidrógeno, que irá mutando en otros más complejos, cuando las condiciones lo propicien y que formarán las primeras moléculas más simples que, derivarán en otras más complejas que a su vez, podrán construir cadenas de macromoléculas autoreplicantes, que evolucionan sin solución de continuidad, hacia lo que conocemos como “vida”. Y ésta, desde un mismo y único origen, al igual que todo el proceso anterior, mediante nuevas propuestas de cambio reguladas por la adaptación a la selección natural y a la ingente multiplicidad de formas y especies que se dan, no sólo en el planeta Tierra, sino en los miles de millones de mundos donde se hayan dado condiciones hacia la evolución de vida, que puedan existir diseminados en la inmensidad del cosmos. Y esta evolución se ha producido siempre, de lo simple a lo complejo, de más inestable a más estable, de mayor entropía a menor entropía. Y su supervivencia en el tiempo, no significa superioridad de organización, aunque puede que sí, de adaptación. Así, el que un átomo sea tan viejo como el universo, no significa superioridad de adaptación sobre una macromolécula ni una esponja, sobre un mamífero. Sin embargo, por la interrelación con la “segunda ley”, la complejidad cuantitativa y cualitativa, si puede significar un escalafón superior en la evolución, por su menor entropía. Así, un átomo de hidrógeno tiene mayor entropía que un átomo de hierro o una estrella de mar, más entropía que un gato y éste, más que un hombre.
la inteligencia con sus potencialidades de consciencia, pensamiento abstracto
Pero, ¿existe en la evolución los hitos o momentos cualitativos? Yo creo que sí; y son estos rasgos de calidad, los que junto a la complejidad, los que indican en qué dirección se da la evolución, que no está guiada por ningún principio teleológico, sino por la ley física conocida como segunda ley de la termodinámica.
Podríamos significar como cambios cualitativos en la historia de la evolución: la formación de las primeras partículas a partir de la energía primordial. La estabilización en átomos completos. Su unión para formar moléculas y macromoléculas autoreplicantes. La formación de cadenas de ácidos. El gen, con la conformación de ARN y ADN en cadenas de doble hélice. La formación de las células y el primer ser unicelular. La formación de los primeros seres pluricelulares, la diversidad sexual, con los dos gametos y la aparición de la placenta. La consciencia, con el pensamiento abstracto y el libre albedrío y la adaptación fónica, para el lenguaje hablado.
Sintetizando los saltos cualitativos en la evolución del hombre: el instinto de cooperación recíproca o altruismo recíproco, que precedió al bipedismo y al desarrollo cerebral, propiciado por el enlentecimiento del tiempo de crianza que se vio protegido por aquel. Luego, la inteligencia con sus potencialidades de consciencia, pensamiento abstracto, libre albedrío y modificación fónica para el lenguaje hablado, completó el proceso de complejidad y de aminoración de entropía hasta el máximo y mínimo respectivamente, en que se sitúa el ser humano en los hitos de la evolución.
Juanmiguel, Zafarraya.