Dichos del Llano: “Cada día que amanece, el número de tontos crece”.

Repasando mis apuntes en busca del posible origen de este dicho, he constatado que desde luego no es un enunciado que tenga raíces muy profundas en el tiempo.

 Es más, yo diría que, pese al aparente o real éxito de su propuesta, no vaya más allá de los inicios de la revolución cibernética: teléfonos de última generación, internet, redes sociales, “influencer”, saturación de sobreinformación y desinformación, etc., etc., o sea… ¿25 años, 30 años? Su nivel de conocimiento es bastante aceptable para lo novedoso que se figura, pero sus raíces no creo que vayan más allá de la de los padres de los niños nacidos en los dos últimos lustros. Su enunciado dice así: “¡cada día que amanece, el número de tontos crece!”. Y hasta ahora sólo lo escuché en el Llano, pero estoy seguro que con la facilidad de comunicación que permiten las redes, a estas alturas debe de ser igual de conocido en Pekín, Cataluña, México D.F., o Río de Janeiro. O incluso que su enunciado sea autóctono en cada zona donde se usa, ya que la globalización  nos iguala en las circunstancias  y condicionantes de vida y de valores o contravalores y por lo tanto quizás se obtenga el mismo efecto de alienación e idiotización colectiva, como respuesta a las mismas condicionantes culturales, científicas, socio económicas, políticas o informativas, sometidas a la misma desinformación acultural, pseudo científica y apolítica, emitida al servicio de unos intereses socioeconómicos concretos y totalmente ajenos a la inmensa mayoría. Porque nunca estuvo la población tan desinformada como hoy que, está totalmente saturada de “su” información, o sea, la de los poderes económicos.

 Por eso, al referirnos a tiempos pretéritos, podemos constatar que la gente era más ignorante, estaba mucho menos informada, era muy alto el porcentaje de analfabetos o con mínima formación escolar, sobre todo en las mujeres y también podríamos deducir que, desde esas condicionantes primarias básicas, la gente era más ingenua, simple, primitiva, crédula o creyente, supersticiosa y sencilla, pero entendían el mundo a su manera, querían  al que los quería, se defendían desde el altruismo y la solidaridad recíproca entre ellos y podían ser engañados por ser ignorantes o de conocimientos limitados, pero no por idiotas. ¡Porqué “no saber”, es simplemente ignorancia, que habrá que superar con medios y en el tiempo!; “saber que no se sabe”, es humildad y eso ayuda a superarse; “no saber que se sabe”, es un error de apreciación que hay que corregir; “saber que se sabe”, es un privilegio a cuidar, para que no mute en soberbia; todo es curable y reconducible, pero… “no saber que no se sabe”, ciertamente es lo más obstinado y peligroso, lleva directamente al cretinismo y a la idiotez. No tiene tratamiento y recorre en un sólo pase, la desinformación del ignorante, la ausencia temeraria de la humildad; la ausencia de duda, que te podría dar otra oportunidad; la absurda prepotencia soberbia del engreído y ya embalados, te lleva a la estulticia incurable y al cretinismo. 

 Los jóvenes, y menos jóvenes de ahora, tienen todos una buena formación, base e incluso estudios superiores en un porcentaje bastante alto, algo esencial, por lo que luchamos como “gato panza arriba” todos los hombres y mujeres desde los años duros y difíciles de la posguerra civil y mundial, como en el siglo anterior se peleó por la alfabetización de las masas y por la institucionalización de la Instrucción Pública, que se conseguiría en España en el inicio del siglo XX.

 Cómo recordábamos en el anterior relato, sobre la escuela pública, la resistencia de los poderes conservadores a aceptar la Instrucción Pública desde el Estado, llevó a dejar ésta, bajo el control de los ayuntamientos, cuyas haciendas ruinosas, no podían a veces mantener ni el sueldo de los maestros, que sufrían privaciones sin límite, dando lugar a situaciones como el dicho narrado: “pasas más hambre que un maestro de escuela”, con la clara intención de debilitar y retrasar en lo posible la instrucción de las masas, algo que siempre  consideraron un peligro. Ahora, los mismos poderes integristas que frenaron o ralentizaron la masificación, eficacia y calidad de la Instrucción Pública, han decidido que es bueno para el sistema, la universalización de los conocimientos técnicos masivamente para toda la población, en la convicción de que la capacitación técnica no supone necesariamente cualificación humanística, sensibilidad intelectual y toma de conciencia sobre su problemática social y para garantizar este estatus, de forma paralela se van creando las condiciones materiales, ideológicas, culturales y sociales, desde la saturación “desinformativa”, que dificultan la formación o generación de un conocimiento crítico, con capacidad de discernimiento propio y acorde con nuestros intereses. Para ello, en la formación, se disminuye el peso de las humanidades, se anula la presencia de la asignatura de Filosofía o las raíces de la cultura clásica, griego o latín y se incentivan los estudios más técnicos; se fomenta el consumismo como la aspiración suprema de las personas y se inunda el ambiente social de falsos estímulos, “fake news”, bulos pseudo científicos o acientíficos, saturado todo de sensacionalismo y acriticismo irracional. Y una masa, hoy sí, formada, pero acrítica e idiotizada, aplaude y participa en la comedia, sintiéndose especial protagonista, y más papistas que el papa y desde su incondicional apoyo, aplauden el espectáculo. 

 Podríamos decir que, durante siglos, la gente sabía adónde quería ir, pero no cómo; en un tiempo empezó a saber cómo, sin tener claro adónde; hoy no tiene claro, ni cómo ni adónde. Y es entonces cuando se cumple el nuevo dicho que hoy analizamos: “cada día que amanece, el número de tontos crece”. Y el que no se sienta reflejado, que reclame, que lo atenderé encantado.

Juanmiguel, Zafarraya.