Hoy quiero iniciar una serie de relatos, cuentos o historietas que, por su contenido local, familiar y cercano, me gustaría bautizar con el nombre de, "Relatos domésticos" y verter en ellos recuerdos, vivencias y anécdotas de mi infancia y mi adolescencia y otros posteriores de mi experiencia afectiva y familiar, aunque siempre dentro del ámbito privado y doméstico.
Nuestra convivencia en El Llano, siempre desde el mismo lado de la historia, es el de una comunidad agrícola luchando por su supervivencia común.
Es evidente, que el Llano tiene un problema con la inmigración masiva, que se ha producido, sobre todo en los últimos años. Y que la gente está muy preocupada, impactada y algunos, incluso en estado de «sock».
La sociedad demanda el cambio de numerosísimos vocablos malsonantes, groseros, escatológicos, obscenos y de mal gusto.
En los años cincuenta del siglo pasado, concretamente desde 1957, el año en el que una cosecha récord en El Llano, rompió el control sobre la moderación de los salarios que imponían los patronos locales, que durante la campaña de la siega llegaron a triplicarse, cambiaron radicalmente las condiciones laborales y agrícolas en El Llano y en España.
Ciñéndonos al ámbito del Llano y remontándonos hasta el inicio de los años cincuenta del pasado siglo, que es más o menos el horizonte hasta donde alcanzan mis recuerdos…
Husmeando por internet, descubrí varios textos que puede que aporten claridad definitiva a este asunto: El nombre de Zafarraya.
En el Llano, donde el porcentaje de trabajadores foráneos es muy superior al de las otras zonas, en plena campaña, duplica a la población autóctona.
¡Desde el rotundo rechazo al terrorismo de Hamás, rechazamos también el terrorismo de estado de Israel!
El campo está de huelga ¡y yo con estos pelos!