Lo bueno de profesar la filosofía de lo cotidiano es que quienes en tales minucias andamos perdiendo el tiempo, encontramos materia para nuestras reflexiones en los más humilde, sencillo y cotidiano de nuestras vidas.
Por otra parte es, precisamente de los más humildes de los utensilios, de donde proceden mejoras en la vida de la gentes que ganan su sustento con el trabajo manual, de tal suerte la incorporación de ese providencial palo al trapo de fregar suelos, que dio lugar al artilugio que llamamos fregona y que tanto dignificó la esencial tarea de limpiar suelos, permitiendo al fregador permanecer erguido y no arrodillado. Otrosí, el palito agregado al caramelo sirvió y sirve para que niños y adultos puedan chupetear a su sabor el caramelillo sin menoscabo de la limpieza de las manos.
¿Qué no diré del humilde botijo, pipo o cachucho? En tierras como esta en la que habito, de veranos asaz calurosos el agua fresquita, cuando no había neveras (note el curioso lector que hablo de neveras, las que con barras de hielo se refrigeraban y no de frigoríficos, matiz del que podrá inferir mi edad), cuando no había tales lujos al alcance de las humildes gentes, precisábase el concurso del botijo para refrescar el agua con que aliviar las calores de las labores agrícolas. Simple en su mecanismo, sin secretos ni complicaciones, pero capaz de servir para aquello que ha sido ingeniado.
Otro tanto ocurre con nuestro presidente del gobierno, a quien no achacaré la simpleza de mecanismos del pipo, pero preciso es reconocer que aparte de estar en el sitio preciso en el momento adecuado, de ser capaz de esperar los años que haga falta y de tener alguna gente leal capaz de hacer su hagiografía por un estipendio, intuyo que generoso, no se le conocen otros méritos destacables que lo capaciten para el desempeño de sus tareas como jefe del gabinete. Ignoro por completo su pensamiento político, lo que piensa de los problemas que supuestamente debe resolver. No habla este presidente y cuando lo hace es para decir unas pocas frases memorizadas que le han escrito; no da la cara cuando es necesario para afrontar crisis problemas y asuntos turbios; está como sin estar sin llegar a estar de todo ni ausente ni presente sino todo lo contrario. Pero está en el sitio que está es porque, igual que el botijo hace el agua fresquita, es decir, sirve para lo que debe servir, Mariano Rajoy, sirve para lo que tiene que servir, que es presidir un gobierno capaz de realizar las reformas llaman ellos, cabronadas llamo yo, necesarias para que los que le ponen los deberes a los gobiernos de esta parte de Europa estén contentos, muy contentos, ante la obediencia de ese leal servidor. Poco se le pide a la fregona, pero eso que se le pide lo hace cabalmente, casi nada se exige al palito del chupachup, simple es el mecanismo de un botijo. De igual manera nuestro presidente al que muchos españoles votaron confiados en sus promesas electorales sirve fiel y lealmente a quienes saben que tienen la sartén por el mango, y si para eso tiene que dejar el país mucho peor que lo encontró, pues se deja y aquí paz y después gloria. A fin de cuentas en algo sí que son idénticos el botijo y el presidente es en sensibilidad social y respeto por la ciudadanía. Ya ha dado recientemente muestras de que lo único que le preocupa son los resultados de la encuestas sobre intención de voto.