De vez en cuando tengo que permitirle al niño que llevo dentro algún capricho para evitar que se desmadre y me ponga en alguna situación comprometida.
Entre esos caprichos está el de ver una serie de dibujos animados que suelen dar a las tantas en una de esas cadenas temáticas, creo que se llaman. La serie se llama en España “Agallas, el perro cobarde”, en algunos países de habla hispana el perro se llama Coraje, traducción más en consonancia con el nombre original “Courage” El animal en cuestión tiene como característica esencial ser absolutamente cobarde, pese a lo cual, llegado el momento de hacer frente a todo tipo de peligros, desastres, seres monstruosos y demás entes de toda laya semejante, se crece, hace de tripas corazón y se enfrenta a lo que sea, casi siempre con éxito.
Agallas con su actitud de sobreponerse al miedo y El coyote, de quien ya escribí en otra ocasión, con su eterno perseguir su sueño, comerse al Correcaminos, representan para mi dos animales emblemáticos y dignos de tener en cuenta e imitar. Mucho más en este país nuestro en el que el valor, el arrojo, la valentía, el tener más agallas que nadie es moneda común en cierto tipo de personas, no necesariamente siempre hombres, para las cuales, en conversaciones de taberna especialmente, todo es simple, sencillo, fácil y no hay cosa que no estén dispuestas a hacer.
Sorprende por tanto que en tierras de tanto valor se den las situaciones que se dan, y que todos conocemos, en las que las injusticias, arbitrariedades, abusos y toda suerte de sinrazones son moneda común y, las más de las veces, el único pan de cada día. Hablo de situaciones en las cuales tampoco es que haya que tomar la Bastilla, crear barricadas ni levantarse en armas, sino que bastaría simplemente, con exigir derechos que contempla la ley de manera firme y solidaria y, si es preciso, levantar un poco la voz, más que nada para callar a quienes faltos de otra razón, pretenden imponerse a base de gritos y amenazas. A veces basta con eso.
Sin embargo todos sabemos cuál es la situación a la que nos ha conducido la política de recortes impulsada por la Unión Europea con el beneplácito de todos los organismos económicos internacionales. Lo sabemos y todos en mayor o menor medida lo sufrimos en nuestras propias carnes y, sin embargo aparte de caer en los tópicos populistas que tan del gusto de los fascismos son, aquello de “todos los políticos son iguales, no somos ni de derechas ni de izquierdas” o la simpática recomendación de votar a quien sea honrado aunque el honrado sea de extrema derecha, aparte de esto, decía, poco más es lo que estamos dispuestos a hacer para que las cosas cambien, hasta tal punto de que parece ser que el partido que ahora gobierna podría repetir victoria en las próximas elecciones. Tal vez el meollo de la cuestión sea que lo que realmente nos gusta es quejarnos en bares, reuniones y mentideros, estar más al tanto de lo que publican los diarios deportivos que de lo que publica el BOE y dejar pasar la vida sin otro compromiso serio que el de no comprometerse seriamente con nada.
Aquello de “qué descansada vida la del que se aleja del mundanal ruido”, está bien y un cierto retirarse de los vanos oropeles del mundo es no sólo sano, sino recomendable; pero este retiro no está reñido con un constante pelear contra las injusticias, sinrazones y oprobios que antes se hacían sólo a la clase trabajadora y ahora se hacen también a la llamada clase media, a la que dicen muchos expertos en economía que este gobierno de izquierdas está esquilmando. Aclaro que lo de que este gobierno es de izquierdas no lo digo yo, invito al lector a buscar en google “el PP es de izquierdas” y ya me dirán.
Sobran en nuestro país valentones de barra y faltan muchos perros Agallas, cobardes hasta que llega el momento de actuar.