Carta abierta a Antonio Mateo
Querido Antonio: “No estoy acostumbrado a que me den un premio, sin luchar por él”, con estas sencillas palabras, que encierran una gran lección iniciaste tu intervención el día 27 de febrero.
La lección, la gran lección, que yo saco de eso, es que pocas cosas hay en la vida que merezcan la pena que no impliquen trabajar o luchar de un modo u otro para obtenerlas; en tu caso, tú mismo lo dijiste, este reconocimiento te ha costado veinticinco años. Que, como dice el tango, veinte años no son nada, pero pueden ser toda una vida.
Y son los que llevas como alhameño dando a conocer el nombre de esta tierra común, tuya, mía y de cuantos aquí quieran establecerse; pero, sobre todo son un cuarto de siglo enseñando karate- do y otras disciplinas, a cuantos jóvenes y no tan jóvenes quieren iniciarse. Con lo que ello implica de acercamiento a ese camino de superación física, mental y espiritual que todo verdadero practicante de las artes marciales emprende y que yo, profano en la materia, como en tantas otras, supongo que no termina nunca.
La noche de la entrega lloraste tú, y a mí se me hizo complicado no soltar una lágrima cuando evocaste a los que ya no están entre nosotros, también soy de lágrima fácil. Te aseguro, Antonio, que tus lágrimas fueron lo que más me gustó de esa noche, tu voz entrecortada por la emoción, me daba a entender que el reconocimiento de Alhama te había llegado muy dentro y que tu emoción era sincera.
Pero antes de irme por los ramas, como siempre, lo que quería decirte es que te agradezco no solo el renombre que Alhama obtiene, gracias a ti y tus alumnos en competiciones de karate- do, sino que, sobre todo, te agradezco que gracias a ese camino, a esa vía de la mano vacía, y otras artes marciales, nuestro pueblo es un lugar un poco mejor, porque más de 1300 personas, las que han pasado por tu dojo son un poco mejores no solo físicamente, sino, sobre todo, mental y espiritualmente.
Porque enseñar o aprender las técnicas básicas no es lo esencial, tú lo sabes, Antonio, lo esencial es aprender a caminar por la vida con un código que nos permita respetarnos a nosotros mismos y respetar a los demás, y conseguir ser vencedores sobre todo de nosotros mismos. En algún sitio leí que un Sensei deber ser “un poco nuestro padre, nuestro hermano y un mucho, para siempre, nuestro amigo”. Estoy seguro de que, por lo que vi el viernes pasado, mereces ese título de Maestro para mucha gente.
Un cordial saludo, tocayo.
¡Ah!, me he permitido sacar de tu muro de Facebook una imagen de tus alumnos a las que has añadido una frase que yo creo que refuerza todo lo que he expuesto, y que reproduzco a continuación.
Y son los que llevas como alhameño dando a conocer el nombre de esta tierra común, tuya, mía y de cuantos aquí quieran establecerse; pero, sobre todo son un cuarto de siglo enseñando karate- do y otras disciplinas, a cuantos jóvenes y no tan jóvenes quieren iniciarse. Con lo que ello implica de acercamiento a ese camino de superación física, mental y espiritual que todo verdadero practicante de las artes marciales emprende y que yo, profano en la materia, como en tantas otras, supongo que no termina nunca.
La noche de la entrega lloraste tú, y a mí se me hizo complicado no soltar una lágrima cuando evocaste a los que ya no están entre nosotros, también soy de lágrima fácil. Te aseguro, Antonio, que tus lágrimas fueron lo que más me gustó de esa noche, tu voz entrecortada por la emoción, me daba a entender que el reconocimiento de Alhama te había llegado muy dentro y que tu emoción era sincera.
Pero antes de irme por los ramas, como siempre, lo que quería decirte es que te agradezco no solo el renombre que Alhama obtiene, gracias a ti y tus alumnos en competiciones de karate- do, sino que, sobre todo, te agradezco que gracias a ese camino, a esa vía de la mano vacía, y otras artes marciales, nuestro pueblo es un lugar un poco mejor, porque más de 1300 personas, las que han pasado por tu dojo son un poco mejores no solo físicamente, sino, sobre todo, mental y espiritualmente.
Porque enseñar o aprender las técnicas básicas no es lo esencial, tú lo sabes, Antonio, lo esencial es aprender a caminar por la vida con un código que nos permita respetarnos a nosotros mismos y respetar a los demás, y conseguir ser vencedores sobre todo de nosotros mismos. En algún sitio leí que un Sensei deber ser “un poco nuestro padre, nuestro hermano y un mucho, para siempre, nuestro amigo”. Estoy seguro de que, por lo que vi el viernes pasado, mereces ese título de Maestro para mucha gente.
Un cordial saludo, tocayo.
¡Ah!, me he permitido sacar de tu muro de Facebook una imagen de tus alumnos a las que has añadido una frase que yo creo que refuerza todo lo que he expuesto, y que reproduzco a continuación.
Nota de la redacción: Para los lectores no habituales de alhama.com, esta carta está en relación a la intervención de Antonio Mateo en la entrega de los Premios Alhama 2013, que se realizaron el pasado 27 de febrero de 2014, y en la que fue distinguido como merecedor del premio “A una labor a favor de Alhama”.