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Nota previa.- En el pasado mes de febrero este artículo fue publicado en el “Anuario” que el Patronato de Estudios Alhameños edita con motivo del Día Histórico de Alhama. No obstante, dado que la citada publicación no llega a muchos de los seguidores de esta sección, he decidido publicarlo también en este medio.
Tenía ganas Maribel de dar por allí una vuelta y volver a ver de cerca aquel antiguo molino; o lo que queda de él. Y fuimos, fuimos esta mañana. Recorrimos sus alrededores, recordamos, comentamos…
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-Siete días estuve yo en la escuela- me decía a veces mi padre cuando, en ocasiones, las circunstancias me obligaban a aparcar temporalmente los libros para echar una mano en las tareas del campo.
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Al volver la vista atrás, al recordar aquellos lejanos años de nuestra infancia, al revivir aquellas experiencias escolares donde escaseaban los medios y abundaba el castigo; al recordar aquellos trabajos infantiles, cuando había que cambiar los libros por el cebero… al desempolvar los recuerdos de aquellos tiempos que, ciertamente, fueron difíciles, la verdad es que, a pesar de todo, no queda en nosotros ese poso de tristeza que tal vez cabría esperar.
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¡Qué lujazo esto de las comuniones hoy en día! ¿No es así? A mí así me pareció la última a la que asistí. En el Pato Loco fue. Un pastón debió de costarles a los padres la comida de los más de cincuenta invitados que allí nos reunimos. Y claro, hay que corresponder. No le vas a regalar ahora al niño el llaverito con la cruz, o el juego de bolígrafos, o el librito de cuentos infantiles. Si no le regalas un móvil o un sobre con cien euros, quedas realmente mal.
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Falleció no hay mucho en el pueblo Fidel Gómez, Fidelín. Fidel era de mi edad, uno de los quintos del 68. Para la esperanza de vida que hoy disfrutamos, su partida ha sido prematura, además de inesperada.
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Conservo yo, como la mayoría de ustedes, las fotografías de mi boda, fotografías ya en color en aquellos años, guardadas en un album algo estropeado por el paso del tiempo y por los repasos de mis hijos y mi nieto. Y también conservo, obsequio de un antiguo compañero, otra colección de fotografías, también en color aunque de menor tamaño, recuerdo de aquel inolvidable día. Y hay entre estas un par de ellas donde sólo se ven las mesas del salón ya preparadas con algunas cervezas y botellas de vino.
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- Mamá, ¿qué son la brevas candongas?- pregunté con toda la inocencia de mis ocho años al regresar de misa en aquella tibia mañana del mes de septiembre.
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Mis dos primeros “amores” de infancia. Entre ambas, morena una, rubia la otra, tuve que elegir constantemente. Entre la una y la otra fueron alternando mis preferencias, sin que mi temporal inclinación por Joaquina despertase jamás los celos de Tomasa, ni mi vuelta a Tomasa significase, ni mucho menos, el olvido de Joaquina.
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Coincidí con él esta mañana en el autobús hacia Granada, la Alsina. Se dirigía a Elche, donde reside actualmente, tras haber pasado algunos días aquí en el pueblo. Con Antonio, algo mayor que yo, siempre he tenido una buena relación, pues, allá en Los Llanos, nuestros padres tenían hazas colindantes y en algunas ocasiones echamos buenos ratos de charla sentados en la linde.