

Pinta muy bien en estas fechas la testosterona española, como demuestran la selección nacional de fútbol, contra Francia y Portugal, el tenista Rafa Nadal y uno que corre mucho con el coche, cuyos éxitos personales todos celebramos como propios.
Suele leerse y escucharse en estos tiempos que con trabajo, sacrificio, esfuerzo y austeridad saldremos de esta crisis financiera. Y me propongo reflexionar hoy, precisamente sobre trabajo, esfuerzo y austeridad.
De cuando en cuando conviene abandonar el ajetreo cotidiano y dedicar unas horas, mejor si son días, a algo tan fácil de hacer, como no hacer nada, estar, como el oso de la foto, simplemente así.
No es la primera vez que mi mirada contempla el lenguaje con sus diversas virtudes y defectos. Las virtudes resultan obvias, los defectos no lo resultan tanto.
No estoy en absoluto en contra de la iniciativa privada, de hecho publico mis miradas en un medio de comunicación de iniciativa privada si bien con clara vocación de servicio público y en uno de mis artículos, Emprendedores: La economía real, reconocía la deuda que tenemos los alhameños con todos cuantos han aunado su trabajo y su dinero para proporcionarnos servicios y productos.
Comentaba la semana pasada la pérdida de algunos empleos como el de sereno o el de cobradores, desaparecidos en el altar del progreso y la tecnología.
La primera vez que me hice una cartilla de ahorros, fue por la necesidad de disponer de una para domiciliar el cobro de unos libros que adquirí por correo.

No hace muchos días la señora Lagarde, directora del fondo Monetario Internacional, hacia cuentas sobre los años de vida de los europeos y los gastos que esto ocasiona y llegó a la conclusión de que unos pocos años más, tres, creo que dijo, suponían un gasto importante.
Entre los cacharrillos que adornan mis estanterías hay dos de especial significado para mí; se trata de un pequeño cincel de cantero, que me recuerda que soy un trabajador manual, o lo fui y un candil de los de toda la vida.