Como todos los niños de mi generación, e incluso de generaciones anteriores yo también he jugado a las bolas, a la lima, a batallas campales y a todo cuanto la imaginación o el capricho del momento dictaminase.
Como todos los niños de mi generación, e incluso de generaciones anteriores yo también he jugado a las bolas, a la lima, a batallas campales y a todo cuanto la imaginación o el capricho del momento dictaminase.
Hace ahora poco más de un año, titulaba una de mis mirada “Todos a la cárcel” y en él me congratulaba de la noticia de la creación de un museo en el antiguo edificio de la cárcel.
Hasta donde alcanzo a saber, en Andalucía aun no se cobra nada a los alumnos que lleven la tartera con la comida de casa; por no saber, tampoco sé si se dan casos o no en nuestra comunidad de niños que se vean obligados a llevar tartera al cole.
Como habitante de un rincón del sur de Europa soy un decidido partidario de la siesta, máxime en esta época veraniega en la que sólo hay una buena razón para estar en la calle después de comer: Que estés trabajando.
Nunca he estado tan de acuerdo con nadie como lo estoy con Doña Esperanza Aguirre en la cuestión de las desapariciones de los subsidios, subvenciones y mamandurrias que engullen los dineros públicos vorazmente, lo último no lo dijo ella, es de mi cosecha.
Me apropio del parte del título de una genial e hilarante novela de Enrique Jardiel Poncela, “Pero, ¿Hubo alguna vez once mil vírgenes “, para esta mirada asombrada ante el número de políticos que un diario digital escorado hacia la extrema derecha calcula.
No faltan en el rico idioma nuestro adjetivos con los que calificar la situación del país y de la ciudadanía que lo habita; pero quizás el más claro sea el de fastidiado, ciertamente existe otro aún más claro y castizo, pero la más elemental cortesía y respeto a mis lectores me impide usar expresiones malsonantes.
Pinta muy bien en estas fechas la testosterona española, como demuestran la selección nacional de fútbol, contra Francia y Portugal, el tenista Rafa Nadal y uno que corre mucho con el coche, cuyos éxitos personales todos celebramos como propios.
Suele leerse y escucharse en estos tiempos que con trabajo, sacrificio, esfuerzo y austeridad saldremos de esta crisis financiera. Y me propongo reflexionar hoy, precisamente sobre trabajo, esfuerzo y austeridad.
De cuando en cuando conviene abandonar el ajetreo cotidiano y dedicar unas horas, mejor si son días, a algo tan fácil de hacer, como no hacer nada, estar, como el oso de la foto, simplemente así.