Había decidido en estos días carnavaleros dejar de lado la política y centrarme en temas más agradables; pero la actualidad es la que es, no la que uno desearía.
Y, declaraciones como las del presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, de que “España va por buen camino y hay varias señales positivas”, realizadas el pasado martes 12 en el Congreso no contribuyen, precisamente, a calmar a quien ya desde hace tiempo vive en continuo estado de indignación. Además el banco de inversiones Stanley Morgan, aconseja invertir en España, que podría convertirse en otra Alemania por la caída de los costos salariales y las reformas.
Efectivamente, si queremos ir a una sociedad más injusta, insolidaria, empobrecida y en la cual a la clase trabajadora se le ofrezca lo estrictamente necesario para sobrevivir, a fin de que puedan producir, reproducirse y criar a sus hijos, para que puedan trabajar y ser explotados también, si queremos eso, está claro que vamos por buen camino, no en vano los presidentes de bancos europeos y bancos de inversiones así lo señalan.
Pero para cuantos aspiramos a una sociedad en la cual todos puedan disfrutar de la riqueza creada y generada por todos, en la cual la educación, la sanidad, la vivienda digna y el disfrute de los bienes y servicios de la cultura y el ocio sean un derecho universal y gratuito, este camino no es el adecuado.
Se perfectamente que esto que escribo, que he escrito ya otras veces. a muchos les sonara a utopía irrealizable, pero el hecho de que estemos cada día más lejos de alcanzarlo no significa que debamos claudicar y renunciar a ello. Si suena a utopía es porque desde el sistema capitalista todo está concebido, desde la educación al arte para hacernos creer que vivimos en el mejor de los mundos posibles, que la justa distribución de la riqueza es una utopía y que el derecho a que cada uno resuelva sus asuntos con la menor intervención estatal es sacrosanto. Este espíritu es el espíritu de los libertinos, que tan bien describe Sade en sus novelas, para los cuales nada debe interferir en su busca del placer, este es el espíritu de los neoliberales para los cuales nada debe interferir en su busca del beneficio económico.
Si el camino que lleva a cerca de seis millones de parados, a los desahucios, y a la miseria de una gran parte de la humanidad es el buen camino, yo me inclino por ir por el camino contrario, que peor no nos puede ir.
Efectivamente, si queremos ir a una sociedad más injusta, insolidaria, empobrecida y en la cual a la clase trabajadora se le ofrezca lo estrictamente necesario para sobrevivir, a fin de que puedan producir, reproducirse y criar a sus hijos, para que puedan trabajar y ser explotados también, si queremos eso, está claro que vamos por buen camino, no en vano los presidentes de bancos europeos y bancos de inversiones así lo señalan.
Pero para cuantos aspiramos a una sociedad en la cual todos puedan disfrutar de la riqueza creada y generada por todos, en la cual la educación, la sanidad, la vivienda digna y el disfrute de los bienes y servicios de la cultura y el ocio sean un derecho universal y gratuito, este camino no es el adecuado.
Se perfectamente que esto que escribo, que he escrito ya otras veces. a muchos les sonara a utopía irrealizable, pero el hecho de que estemos cada día más lejos de alcanzarlo no significa que debamos claudicar y renunciar a ello. Si suena a utopía es porque desde el sistema capitalista todo está concebido, desde la educación al arte para hacernos creer que vivimos en el mejor de los mundos posibles, que la justa distribución de la riqueza es una utopía y que el derecho a que cada uno resuelva sus asuntos con la menor intervención estatal es sacrosanto. Este espíritu es el espíritu de los libertinos, que tan bien describe Sade en sus novelas, para los cuales nada debe interferir en su busca del placer, este es el espíritu de los neoliberales para los cuales nada debe interferir en su busca del beneficio económico.
Si el camino que lleva a cerca de seis millones de parados, a los desahucios, y a la miseria de una gran parte de la humanidad es el buen camino, yo me inclino por ir por el camino contrario, que peor no nos puede ir.