Estimado señor: Acabo de entender por qué, en su tiempo, dijo usted eso de que a los parados andaluces nos daban un per para pasarnos el día en el bar.
Lógicamente cuando se pasa uno el tiempo o ideando formas imaginativas de financiar el propio partido o mirando para otro sitio, el conocimiento de la realidad circundante debe ser escaso, no digamos ya la realidad de algo tan exótico y lejano como Andalucía. Le disculpo, pues, de esa enorme ignorancia sobre los parados andaluces y sus curiosas costumbres relacionadas con el uso intensivo de los establecimientos de hostelería.
De lo que no le disculpo es de su escaso interés por los desempleados catalanes con cuyo dinero para la formación, desembolsado por la Unión Europea, se financió ilegalmente su partido. Seguramente pensaron los autores intelectuales de la desviación de los fondos que dar formación a los sin trabajo era perder el tiempo y el dinero y, para que se desperdiciase de es manera, mejor estaba en las arcas del partido. Supongo yo.
Ahora ha dicho que no piensa dimitir. Hace usted bien, señor Josep Antoni, ya ve que respeto la grafía de su nombre en catalán, en este bendito país no dimite nadie y un residuo de más o de menos no va alterar el olor del albañal en el que muchas personas están convirtiendo esta España nuestra, suya, por más que le pese, y mía. Antes de usted debería dimitir muchísima más gente con mucha más responsabilidad en el acontecer político.
Se cuenta que Filipo II, padre de Alejandro Magno contando este con trece años lo llevó a una mina de oro para que viese que, el que el gastaba, salía del durísimo trabajo de los esclavos; no se si esto hizo de Alejandro mejor persona o gobernante, pero si creo que todos los que consideran que el dinero público no es de nadie, deberían trabajar por unos meses. Pero trabajar de verdad, con sus manos y su cabeza, sirviendo cervezas en un bar, o en un pequeño negocio familiar viendo como la falta de crédito, y de dinero en las familias hacen descender las ventas. O estar en la cola del paro, con las manos vacías y la cabeza llena de preocupaciones.
Todos los que manejan fondos públicos y viven de ellos, tendrían que darse de vez en cuando una vuelta por la calle sin coche oficial y sin escoltas y ver gente de verdad, con problemas de verdad. Estoy convencido de que el contacto con la vida, con la calle, con la gente es exigible a quienes nos gobiernan mucho más allá de las épocas electorales en las que sí se prodigan, diría que en exceso. Tampoco estaría de más renunciar algo al lujo pagado con fondos públicos. La sencillez en el modo de vida, la austeridad que tanto recetan gente como usted, es altamente recomendable para todos. Lo que no es de recibo es que algunos sufran la falta de incluso lo más elemental y otros disfruten incluso de lo superfluo, pagado con dinero público, se entiende.
Ciertamente otro aire más respirable y limpio sería deseable para la salud de este enfermo que es el país y conductas como las de apropiarse de fondos dedicados a los desempleados no son, precisamente, las más idóneas para limpiar esa cloaca, en la cual, según usted, se ha convertido el Estado, imagino que se refiere al español. Atrévase, señor Josep Antoni a limpiar su propio albañal antes de hablar de el de otros.
De lo que no le disculpo es de su escaso interés por los desempleados catalanes con cuyo dinero para la formación, desembolsado por la Unión Europea, se financió ilegalmente su partido. Seguramente pensaron los autores intelectuales de la desviación de los fondos que dar formación a los sin trabajo era perder el tiempo y el dinero y, para que se desperdiciase de es manera, mejor estaba en las arcas del partido. Supongo yo.
Ahora ha dicho que no piensa dimitir. Hace usted bien, señor Josep Antoni, ya ve que respeto la grafía de su nombre en catalán, en este bendito país no dimite nadie y un residuo de más o de menos no va alterar el olor del albañal en el que muchas personas están convirtiendo esta España nuestra, suya, por más que le pese, y mía. Antes de usted debería dimitir muchísima más gente con mucha más responsabilidad en el acontecer político.
Se cuenta que Filipo II, padre de Alejandro Magno contando este con trece años lo llevó a una mina de oro para que viese que, el que el gastaba, salía del durísimo trabajo de los esclavos; no se si esto hizo de Alejandro mejor persona o gobernante, pero si creo que todos los que consideran que el dinero público no es de nadie, deberían trabajar por unos meses. Pero trabajar de verdad, con sus manos y su cabeza, sirviendo cervezas en un bar, o en un pequeño negocio familiar viendo como la falta de crédito, y de dinero en las familias hacen descender las ventas. O estar en la cola del paro, con las manos vacías y la cabeza llena de preocupaciones.
Todos los que manejan fondos públicos y viven de ellos, tendrían que darse de vez en cuando una vuelta por la calle sin coche oficial y sin escoltas y ver gente de verdad, con problemas de verdad. Estoy convencido de que el contacto con la vida, con la calle, con la gente es exigible a quienes nos gobiernan mucho más allá de las épocas electorales en las que sí se prodigan, diría que en exceso. Tampoco estaría de más renunciar algo al lujo pagado con fondos públicos. La sencillez en el modo de vida, la austeridad que tanto recetan gente como usted, es altamente recomendable para todos. Lo que no es de recibo es que algunos sufran la falta de incluso lo más elemental y otros disfruten incluso de lo superfluo, pagado con dinero público, se entiende.
Ciertamente otro aire más respirable y limpio sería deseable para la salud de este enfermo que es el país y conductas como las de apropiarse de fondos dedicados a los desempleados no son, precisamente, las más idóneas para limpiar esa cloaca, en la cual, según usted, se ha convertido el Estado, imagino que se refiere al español. Atrévase, señor Josep Antoni a limpiar su propio albañal antes de hablar de el de otros.