No es la primera vez que mi mirada contempla el lenguaje con sus diversas virtudes y defectos. Las virtudes resultan obvias, los defectos no lo resultan tanto.
El español que hablamos y leemos unos 450 millones de personas, que es distinto a la lengua oficial de España, que es el castellano, es un idioma que, como todos, refleja la mentalidad de sus hablantes, lo cual es decir que es claramente clasista y sexista.
Recuerdo perfectamente refranes del estilo de “la mujer y la sartén, en la cocina están bien” o “la mujer, la pata quebrada y en casa”, o expresiones como “chuminada” para referirse a una tontería o cosa de escaso valor; todo ello los hablantes de ambos sexos de esta lengua lo hemos ido asimilando, mientras la aprendíamos. De igual manera expresiones como villano, pueblerino o gañán, son claramente despectivas, cuando no insultantes. Y es que las reglas, incluso las del lenguaje las crean las clases dominantes, en su gran parte compuestas por hombres de elevada posición social y económica. Y aquí he querido decir exclusivamente hombres.
La polémica sobre el uso no sexista del lenguaje está ahí: De una parte existen toda clase de guías que aconsejan un uso no sexista del mismo; de otra la reciente publicación por Ignacio del Bosque, académico de la RAE, de un artículo en el diario El País, en el cual acaba por decir que de seguir estas guías no podríamos hablar.
Sin querer enmendar a un académico de la lengua, ni a quienes comparten sus opiniones, sí que digo que precisamente el pequeño esfuerzo que implica escribir “la humanidad en vez de “el hombre”, la ciudadanía en lugar de “los ciudadanos”, ese tiempo que nos damos para escribir una opción por otra, es el tiempo que nos permite reparar en que las mujeres están ahí en todos los ámbitos de la vida, que gracias al esfuerzo y la lucha de mucha gente, hombres y mujeres, han podido salir de la cocina y acceder a puestos de juezas, maestras, concejalas, etc.; y en muchísimos casos, después de esa jornada de trabajo, regresan a la cocina y las tareas del hogar. Y sin embargo, esa presencia queda diluida en el empleo de términos como “el hombre” “los ciudadanos”, los alumnos”. Que son expresiones correctas desde el punto de vista de la RAE, eso no lo dudo, pero no son inocentes.
En estos tiempos donde prima la ideología neoconservadora, donde se empiezan a poner en tela de juicio derechos fundamentales, hay que tener en cuenta que el uso de un lenguaje u otro, sexista o no sexista es una opción ideológica más que hay que asumir con todas sus consecuencias.
El lenguaje moldea y trasforma la realidad en un sentido o en otro, en manos de la totalidad de los hablantes está determinar en cual.