“¡Ya faltan diez días pa la feria!” “¡Ya faltan cinco días!” “¡¡Dos días faltan ya pa la feria!!” Y así íbamos contando desde no sé cuánto tiempo antes y tirando de los días que faltaban como el que tira de sus últimos días de condena.
Si cualquiera de nuestros niños o jóvenes de hoy en día nos oyese hablar del “concejil”, lo más probable es que anduviese un poco despistado intentando averiguar de quién hablábamos.
Casi no hemos acabado de cenar y mi hermano y yo ya estamos en la puerta, sentados al fresco. Allí están ya mi vecina Dolores y su hija; pronto se incorporan a la reunión Pepico y María y también mis padres.
Llegaron en un viejo carromato tirado por un caballo percherón que, por su aspecto, parecía estar poco acostumbrado a los piensos de cebada y a los asiduos cuidados.
No ha amanecido aún y Encarna ya está terminando de desayunar: un tazón de café negro (café llama ella a aquella cebada tostada que venden en la tienda a ocho gordas el cuarto) migado con un cantillo de pan, algo duro, que tenía en el cajón de la mesa de la cocina.
Nota previa.- En el pasado mes de febrero este artículo fue publicado en el “Anuario” que el Patronato de Estudios Alhameños edita con motivo del Día Histórico de Alhama. No obstante, dado que la citada publicación no llega a muchos de los seguidores de esta sección, he decidido publicarlo también en este medio.
Tenía ganas Maribel de dar por allí una vuelta y volver a ver de cerca aquel antiguo molino; o lo que queda de él. Y fuimos, fuimos esta mañana. Recorrimos sus alrededores, recordamos, comentamos…
-Siete días estuve yo en la escuela- me decía a veces mi padre cuando, en ocasiones, las circunstancias me obligaban a aparcar temporalmente los libros para echar una mano en las tareas del campo.
Al volver la vista atrás, al recordar aquellos lejanos años de nuestra infancia, al revivir aquellas experiencias escolares donde escaseaban los medios y abundaba el castigo; al recordar aquellos trabajos infantiles, cuando había que cambiar los libros por el cebero… al desempolvar los recuerdos de aquellos tiempos que, ciertamente, fueron difíciles, la verdad es que, a pesar de todo, no queda en nosotros ese poso de tristeza que tal vez cabría esperar.