Puede que José sea el último pastor que vive como se hacía en los tiempos de nuestros bisabuelos. Renunció a todo, siendo un muchacho, para dedicarse en cuerpo y alma a sus animales. La suya es una historia que merece la pena conocer.
Bautista decía que él era cabrero y no pastor, porque -"ya se sabe, no es lo mismo"- los pastores guardan ovejas, los vaqueros, vacas, y los cabreros como él y su familia, guardan cabras.
Dicen que de casta le viene al galgo. Manuel heredó el oficio -la tercera generación de resineros, tras su padre y su abuelo- antes de ser capaz de decidir por sí mismo.
Aquellos chicos no imaginaban que una de sus travesuras cambiaría para siempre la historia de su comarca; ha pasado más de medio siglo y la aventura que ellos iniciaron, continúa.
El feliz epílogo a dos historias que coincidieron una vez, en tiempo y lugar, y que el rodar de los años hizo caminar por senderos distintos.
La vida cotidiana -la luces y las sombras, lo sabido y lo ignorado- de la esposa de un guardia civil del cuartel de La Resinera, en la España del general Franco.
José Antonio, militar en tiempos de Franco, describe cómo era la vida de un guardia civil dentro de la antigua Casa Cuartel de La Resinera de Fornes.
Muchos hemos estado allí alguna vez, con nuestros niños; pero quizá pocos conocemos los pormenores de ese "viaje". Y es que algunas casas, como las personas, también guardan una pequeña -o gran- historia tras de sí.
Reflexiones sobre nuestro compromiso individual con la defensa activa de los espacios naturales protegidos.
Tras recorrer medio mundo, Thea y su marido David decidieron quedarse a vivir para siempre en un pueblecito de la sierra almijareña.