
“Cuando Dios presta, le da a uno hasta la chamarra”, afirma un refrán guatemalteco. Pocas personas hubo con tanto carisma y tan consecuentes con sus creencias como el joven misionero que llegó a Guatemala portando una maleta con su casulla, un misal y muchos sueños, y que se fue de allí dejando todo, hasta su alma. Sobre todo, su alma.