
Hoy quise hacer un alto en el camino y me sentí feliz. Feliz por tantas cosas que la vida me ha dado. Feliz porque quisiste caminar a mi lado.

¿Qué edad tendría? ¿Diez años? Entonces ¿por qué no estaba en la escuela, estudiando, o en la placeta del pueblo con otros niños jugando?

Este año, Señora, me quedé esperando en mi ventana. Esperando tu paso, como todos los años.

Conducía despacio, nada me urgía a llegar a mi destino y el paisaje que me rodeaba era lo suficientemente hermoso como para que no me importase detenerme de vez en cuando.

En su borriquilla, con sandalias de goma, pantaloncillo corto, y sombrero de paja va dejando el pueblo atrás.

Sí, te he dormido en mis brazos y no sabes cuánto he disfrutado. Aunque me costó; porque estabas un poquito nervioso. Pero te tranquilicé, te acaricié, te canté… Y al fin caíste rendido.

Con la esportilla en la mano y el pañuelo en la cabeza van tras los vareadores el grupo de aceituneras.