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- Escrito por: María Jesús Pérez Ortiz
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El viento de la adversidad no sopla jamás sobre el reino de la sabiduría. (Proverbio persa)
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En sus últimos años vivía Baroja en la madrileña calle de Alarcón nº 12. Recibía a sus amigos con cierta frecuencia y allí transcurría una animada tertulia, no sin ciertos brotes de melancolía…
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El 31 de marzo de 1914 nacía en la ciudad de México el hispanista universal, Octavio Paz, cuya rama paterna estuvo vinculada, por tradición, al mundo de las letras. Su abuelo- que era periodista y escritor- poseía una gran biblioteca especializada en historia antigua de México. Su madre, hija de inmigrantes españoles, de origen andaluz, había nacido en México, pero el catolicismo siempre estuvo presente en sus vidas.
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La falta de sosiego y de medida han sido consideradas tradicionalmente como características asociadas con la genialidad. Semejante categoría puede adjudicarse a nuestro Goya, cuya complicadísima ficha patológica es harto elocuente como amasijo de desequilibrios, alucinaciones, pesadillas y todo cortejo de pequeños demonios interiores. Genialidad indudable, genialidad de unánime reconocimiento, pero genialidad enferma, dictada por una razón a mil leguas del orden y de la medida.
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Basta nombrar a Homero, Milton y Galileo para tener presentes sus figuras augustas de hombres excepcionales, reducidos a la desventurada condición de no poder contemplar el mundo sensible. Estos tres genios fueron desigualmente desventurados, porque Homero y Milton pudieron continuar creando sus figuras literarias y modelar sus versos, dictándolos a otra persona; en cambio Galileo no podía contemplar el firmamento para arrancarle sus secretos.
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Al hilo de lo que pudimos contemplar hace algún tiempo en el espacio televisivo “Cuarto milenio”, al que acudió Antonio Montiel para dar testimonio de un estremecedor “encuentro” que le sucedió en los ya lejanos años de su infancia; se me ocurre escribir este artículo para dar -a modo de reflexión-mis impresiones personales del que considero un auténtico “creador”, tocado por ese resplandor de lo inefable.
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El poeta granadino, desgajado de la ortodoxia cívica por su peculiaridad sexual, se mantuvo siempre sociable y bien avenido con todo el mundo, con la gente del viejo Madrid, aunque estuvo lejos de ella con lejanía sideral por su limpia, pura y absoluta ignorancia de tales servidumbres, pues su conflicto personal se plantea a un nivel mucho más profundo, a un nivel que podríamos llamar existencial.
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Después de que, por ley natural, los longevos Federico Moreno Torroba y Pablo Sorozábal cerraran su taller, la producción de zarzuelas nuevas tiende a cero, y son ínfima minoría quienes aún se dedican al género. ¿Es que ha desaparecido el público potencial de clase media que hallaba su solaz en el género lírico español?
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Una de las acusaciones principales era la profanación del Sábado, cuyo obligado descanso había quebrantado Cristo con las curaciones efectuadas en ese día: el hombre de la mano seca (Lc, 6, 6), la mujer encorvada( Lc, 13, 11), el hidrópico (Lc, 14, 2), el ciego de nacimiento (Jn, 9, 1) y y el paralítico de la piscina probática (Jn, 5, 8) a quien le dice Jesús: “coge tu camilla y anda”.
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Pilatos ante la presencia de Jesús se debate en un mar de indecisiones; primero se jacta de “tener poder para soltarle o crucificarle” (Jn, 19, 10) y luego reconoce su inocencia: “No encuentro culpa alguna en este justo”, esto es, no hay ley aplicable a lo que me decís.