El viento de la adversidad no sopla jamás sobre el reino de la sabiduría. (Proverbio persa)
El eminente científico, al que llaman sabio maestro miles y miles de colegas de todo el mundo, el histólogo considerado la primera eminencia médica de la España contemporánea y al que se le quedan pequeños todos los calificativos laudatorios, ha sido considerado como el médico más literato que tenemos en España. Aunque el científico superó al literato, es innegable que en Cajal hubo un gran escritor. El novelista cordobés, don Juan Valera, fue el primero en descubrir a un extraordinario ensayista en ciernes y a un admirable narrador, cuya prosa fácil y castiza, el fino humor y la sutil ironía, marcarían una constante en su no muy extensa obra literaria.
María Jesús Pérez Ortiz
Filóloga, catedrática y escritora
Escribía para él mismo, por puro pasatiempo, o tal ver para dar paso a la melancolía o por el placer de recordar instantes vividos con intensidad...; quizás, para aliviar-en los escasos momentos de ocio- la pesada carga que suponía su entrega sacerdotal a la investigación científica.
La lectura de “Mi infancia y juventud” y “El mundo visto a los ochenta años” un día, ya muy lejano, me impresionó por su naturalidad narrativa, su sencillez, y su sinceridad. Hoy, con el paso del tiempo he vuelto a releer con emoción ese delicioso relato autobiográfico donde Cajal ata a tinta su verdad, esa verdad que constituye su forma de ser y de sentir. Sinceridad absoluta. Cercano y conmovedor, desnuda su cuerpo y su alma para delicia de todos los amantes del buen decir, de la buena literatura. Y es que a Cajal se le podría aplicar lo que al novelista Galdós: “escribía como respiraba, como un continuo fluir de la imaginación”.
Sin olvidar su libro de “impresiones”, “Charlas de café”, donde abundan los pensamientos, los aforismos, los recuerdos…; tal vez, su obra más literaria, donde la palabra fluye con la agilidad de un verdadero maestro sea “Cuentos de vacaciones”. De su brillante pluma sale también la conferencia, pronunciada en el Colegio Médico de San Carlos el 9 de mayo de 1905, “Psicología de don Quijote y el quijotismo” extraordinario diagnóstico del alma de España, aquella que tanto le dolía a Unamuno.
Se traducen a todos los idiomas sus libros científicos, sus artículos, sus libros literarios... Es sin duda respetado y admirado por todos. Más de doscientas condecoraciones de todos los países, más de cien títulos académicos, premio Nobel en Medicina y un larguísimo etcétera que haría prolija su enumeración. Sin embargo, su sencillez y su modestia lo enaltecen. ¡Qué grandeza la sencillez…! Vivía sin presunción, modestamente, en un humilde rincón madrileño de Cuatro Caminos. Siempre pulcro, peripatético soñador ensimismado, distraído, silencioso… Gustaba de ese placer de la tertulia de los viejos y decadentes cafés madrileños de espejos moteados, cerilleros y mecheros de gas, mientras paladeaba lentamente su café “mitad y mitad”. Nunca se le vio en espectáculos o lugares de diversión. Sí era frecuente encontrarlo por esas angostas callejuelas del viejo Madrid donde reposa la eterna sabiduría. Esa era su vida, una vida que transcurría entre su casa, su familia, su laboratorio, sus tertulias. Esa era la vida de un hombre bueno, amante de la verdad y de la belleza.