Octavio Paz o la profunda meditación sobre la concepción del mundo



El 31 de marzo de 1914 nacía en la ciudad de México el hispanista universal, Octavio Paz, cuya rama paterna estuvo vinculada, por tradición, al mundo de las letras. Su abuelo- que era periodista y escritor- poseía una gran biblioteca especializada en historia antigua de México. Su madre, hija de inmigrantes españoles, de origen andaluz, había nacido en México, pero el catolicismo siempre estuvo presente en sus vidas.


María Jesús Pérez Ortiz
Filóloga, catedrática y escritora

 La educación religiosa recibida, provoca sus primeras “crisis de fervor religioso”, que abren el camino de su libertad y de su conciencia crítica. Esta crisis puede entenderse, si consideramos que en el marco familiar, una hermana de su padre que le enseñaba francés, le hizo leer a Rousseau, Michelet, Víctor Hugo …; lección de disidencia y libertad en la vida y en el arte.

 1928, marca una etapa en la que terminará de formarse y perfilarse su vocación. A través de la biblioteca de su abuelo, muy rica en literatura francesa, descubre a Góngora, a Quevedo, al Arcipreste de Hita, a Lope, a Calderón y, en fin, a los románticos españoles, Larra… y un largo etcétera.

 Más tarde, lee con fruición a los poetas españoles de la Generación del 27 a partir de la aparición en las librerías de Méjico de la “Antología” de Gerardo Diego; luego vendrían Machado, Juan Ramón Jiménez, Lorca, Alberti…



 En 1931 hizo lo que sería práctica de toda su vida: la lectura crítica y selectiva de obras y autores. Algunos románticos alemanes como Höderlin, Novalis; ingleses como Keats, Shelley o simbolistas franceses como Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé pero, sobre todo, los poetas del vanguardismo hispánico: Lorca, Alberti, Cernuda, Neruda, Borges, Vallejo, Huidobro…

 Quizás el año 1937 sea para el poeta un año decisivo, tanto en el terreno de lo personal como en el de asentamiento de su poesía. Se casa con la escritora Elena Garro de la que se divorció al cabo de unos años. Poco antes de casarse funda en Yucatán una escuela para hijos de campesinos. Descubrió el desierto, la pobreza y las culturas indígenas de Méjico. De esa experiencia surge su libro de poemas: “Entre la piedra y la flor” (1941)

 Su participación en 1937, en plena guerra civil, en un congreso de escritores antifascistas le permite convivir con personalidades tan notables como César Vallejo, Vicente Huidobro, Pablo Neruda, Miguel Hernández, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre o Antonio Machado, todos poetas partidarios de la República y miembros de la Alianza de Intelectuales para la Defensa de la Cultura.

 Entre 1938-1940, Paz asume una responsabilidad misionera, en “la doble consigna de cambiar al hombre y cambiar la sociedad”. El acto poético será una convicción de vida. Ya en esta etapa había iniciado sus primeros contactos con el surrealismo. Se encuentra en París con Alejo Carpentier quien le pondrá en contacto con Robert Desnos.

 Su estancia en Estados Unidos, tras obtener en 1944 una beca Guggenheim fue una gran experiencia. Por una parte, descubre la realidad asombrosa y terrible de la civilización norteamericana y por otra, la lectura y descubrimiento de grandes poetas como Eliot, Pound, Wallace Stevens o Cummmings.

 Entre 1945-1951, Paz entra en el mundo de la diplomacia y es enviado a París donde entra en contacto con André Breton, iniciándose así su directa colaboración con los surrealistas. Se instala en lo que él llamó “trovata geniale” o “la tradición de la ruptura” y , desde entonces, toda su obra va a estar marcada por ese germen de transgresión al Occidente.

 Desde “Raíz del hombre” (1937) hasta “Libertad bajo palabra” (1949), Paz muestra su preocupación “por el problema del hombre contemporáneo”. Había encontrado en el surrealismo la idea de la rebeldía, del amor y de la libertad.



 La etapa de 1951-1968 resulta ser compleja. Lee con avidez, escribe ensayo y poesía, dedicando tiempo a su rutina diplomática o a las conversaciones de los círculos literarios, políticos o sociales. En esta etapa viaja a la India, a Japón; entre 1960-1961 regresa a París como funcionario de la Embajada y, como Jefe de la Embajada de Méjico, volverá a la India entre 1962-1968, donde se encontrará con María José Tramini, con quien contraerá matrimonio en 1964.

 Son años de profunda meditación sobre la concepción del mundo, la vida y el arte, y de autodefinición en el plano ético-moral, que le llevará a abandonar la vida diplomática. Publica “¿Águila o sol?”, en cuya disyunción simbólica se aduce al conflicto de lo relativo con lo absoluto, lo local con lo universal, la cosa con la palabra, como en un salto de las ataduras referenciales a una trascendencia en el lenguaje. Ahonda en la cosmología en busca de un nuevo sentido del tiempo y del espacio que poetizará en su obra “Piedra de sol” (1957). Profundiza en las filosofías de China, en el pensamiento y la poesía de Japón, en el budismo clásico y el tantra, lo que le permitirá comparar Occidente con Oriente, dejando atrás el surrealismo, el existencialismo, componiendo una síntesis ontológica en lo que se refiere a su pensar y de arte combinatoria en lo referente a su poética.



 En este período de Octavio Paz se puede entrever un examen de la división europea del arte y la vida desde el romanticismo a las vanguardias y una crítica a la revolución, la idea de progreso, las destrucciones de la técnica, la rebelión moderna del cuerpo, el valor y las jerarquías de las culturas, el concepto de historia y de eternidad, de individuo y de las relaciones sociales. Historia, sociología, antropología, lingüística, doctrina poética, relación del lenguaje con la realidad, sentido y significado, signo y símbolo, todo lo cuestiona y vierte en una prosa categórica, sintética y metafórica, sentenciosa y de lumínica vivacidad lírica.

 Ramón Xirau, autor del primer libro sobre Octavio Paz, en español, dice muy sintéticamente: “…Octavio Paz se ha ocupado del problema y de la naturaleza humana desde sus primeras obras y, en especial, a partir de dos textos fundamentales: “Poesía de soledad y poesía de comunión” y “El laberinto de la soledad”. La idea mítico-poética que Paz se hacía del hombre es la de un ser solitario precisamente porque ha perdido su unidad primigenia. Huida o rehuida, la inocencia del hombre es aquella ´mitad perdida´ que solamente puede recuperarse momentáneamente –eternamente- en el amor, el poema, lo sagrado.”

 “…Todos los hombres, en algún momento de su vida, se sienten solos…Vivir, es separarse del que fuimos para internarnos en el que vamos a ser, futuro extraño siempre. La soledad es el fondo último de la condición humana. El hombre es el único ser que se siente solo y el único que es búsqueda de otro…El hombre es nostalgia y búsqueda de comunión. Por eso cada vez que se siente a sí mismo se siente como carencia de otro, como soledad. (“El Laberinto de la soledad”.)



 El amor es el único medio para trascender la soledad. “El mito de la expulsión del hombre del paraíso no es sino una transparencia de la pérdida del centro del cual el hombre fue expulsado. De aquí que la vida del hombre contemporáneo sea un laberinto por el cual viaja al igual que Teseo en el mito griego, en busca de un centro. Según Paz, todas las manifestaciones del hombre del siglo XX están unidas por algo común: el deseo de comunión, de regreso a un tiempo perdido mejor que el presente. Este ensayo termina de una forma profética: “Volverá el reino del presente fijo, de la comunión perpetua: la realidad arrojará sus máscaras y podremos al fin conocerla y reconocer a nuestros semejantes”.

 Otros muchos pensamientos, temas, palabras, conforman la belleza poética e investigadora de Octavio Paz. Todo ello pide reflexión, asimilación, descubrimiento, pero, primariamente, hacer eficaz la Palabra. La decisión de la gente en la historia, es eficaz cuando habla, piensa y se concreta en otros, para construir la colectividad humana.