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Un árbol por "kuro obi" (15 y 16): Hermanos Silvia y Adolfo Rivera Ariza

Silvia y Adolfo Rivera Ariza reciben su árbol en reconocimiento al cinturón negro que ambos lograron, destacando su trayectoria y su aportación al karate alhameño.

 El proyecto Un árbol por cada cinturón negro, impulsado por el maestro Antonio Mateo a través del club Alhama-Ippon, continúa dando visibilidad y honrando a quienes, como la pareja de hermanos Silvia y Adolfo Rivera Ariza, alcanzaron en su momento el prestigioso rango de cinturón negro. ([alhama.com][1])

 En esta entrega doble, la plantación de dos nuevos pinos —cada uno con placa identificativa— simboliza no un nuevo logro, sino el reconocimiento público de una trayectoria marcada por la constancia, el compromiso y el respeto a los valores del karate: disciplina, humildad, superación y compañerismo.

 Silvia y Adolfo personifican la filosofía del club. Ella, con un carácter metódico, perfeccionista y seguro; él, con elegancia, cortesía y equilibrio. Ambos han defendido los colores de Alhama-Ippon con orgullo, contribuyendo no solo con su técnica, sino también con su actitud, apoyo a compañeros y dedicación al dojo.

 Este reconocimiento mediante árbol subraya que alcanzar el “kuro obi” no es solo una meta técnica, sino un compromiso ético: cuidar la convivencia en el dojo, respetar al adversario, sostener una comunidad y mantener viva la esencia del karate más allá del tatami.

Valores compartidos: disciplina, constancia y respeto

 Desde sus inicios, la iniciativa “Un árbol por cada cinturón negro” planteó plantar un pino —árbol de hoja perenne— por cada karateka o kick-boxer consagrado, de modo que su esfuerzo quedara reflejado de forma duradera en el paisaje. ([alhama.com][2])

 Los árboles, situados en zonas como Játar o Arenas del Rey, pasan a formar parte de un bosque simbólico que testimonia los logros del club: medallas, cinturones, éxitos… pero también valores, persistencia, compañerismo y respeto por la naturaleza. ([alhama.com][1])

 En este contexto, los nombres de Silvia y Adolfo dejan una huella visible: un árbol con su placa, un recuerdo vivo que servirá como ejemplo para las nuevas generaciones que se acerquen al karate.

 Más allá del logro individual, el homenaje a Silvia y Adolfo reafirma la vocación del club Alhama-Ippon de formar personas, no solo deportistas. Tal como recoge su filosofía en la nueva temporada, el karate se entiende como una escuela de valores: disciplina, respeto, constancia, compañerismo. ([alhama.com][3])

 La plantación de estos árboles —y la visibilidad pública que conlleva— fortalece la comunidad de karatekas, envía un mensaje de unión entre deporte y naturaleza, y promueve la idea de que los éxitos deben celebrarse tanto en el tatami como en el entorno que los acoge.

 Para Silvia y Adolfo Rivera Ariza, este gesto simboliza reconocimiento, pertenencia y legado. Para el club y la comarca, representa una historia de esfuerzo, valores y respeto que perdurará —como los pinos plantados— más allá del paso de los años.

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