Un árbol por "kuro obi" (12): Nuria Núñez Linares

Nuria pronto destacó en el ámbito competitivo, sumando múltiples victorias en torneos que hablaban no solo de su técnica, sino también de su espíritu combativo y su amor por el karate.

 Nuria Núñez Linares, como prácticamente todos los niños y niñas que se acercan por primera vez al tatami, lo hizo de la mano de su padre, quien la llevó al Dojo siendo todavía una niña. Desde entonces, recorrió con constancia y entrega todas las etapas del aprendizaje: clases por edades, niveles técnicos y categorías de competición. Alumna aplicada, disciplinada y con una fuerte determinación, Nuria pronto destacó en el ámbito competitivo, sumando múltiples victorias en torneos que hablaban no solo de su técnica, sino también de su espíritu combativo y su amor por el karate.

 Con el tiempo, como suele ocurrir, los estudios y las exigencias de la vida adulta la llevaron a hacer una pausa en su práctica. Sin embargo, el karate —como bien saben quienes lo han vivido de verdad— nunca se abandona del todo. Se queda latente, aguardando el momento oportuno para volver a brotar. Ese momento llegó para Nuria tras convertirse en madre. Movida por el deseo de ser un ejemplo para su hijo, y de reencontrarse con una parte esencial de sí misma, decidió retomar el camino marcial con el compromiso y la humildad de siempre.

 Hoy, su cinturón negro no solo representa una meta alcanzada, sino también una nueva etapa, una vuelta a los orígenes, con una mirada distinta, más madura, más profunda. Su historia refleja con claridad que el camino del karate no tiene edad ni final, y que cada paso —incluso los que se dan tras una pausa— suma en la construcción del verdadero karateka.

 Como todos los cintos negros del Club Deportivo Alhama-Ippon, Nuria disfruta del honor de tener un árbol plantado en su nombre. Una tradición sencilla, pero cargada de simbolismo, impulsada por el sensei Antonio Mateo. Cada árbol, acompañado de una placa con el nombre del "kuro obi" que lo inspira, representa el crecimiento interior de quienes han perseverado en el camino del budō.

 Este pequeño bosque, que ya suma más de una decena de árboles, es mucho más que un homenaje individual. Es una manifestación viva de los valores que se cultivan en el tatami: honor, respeto, disciplina, perseverancia y compromiso. Porque, como nos recuerda el dojo, debemos aprender a ser como los árboles: firmes en nuestras raíces, flexibles ante los desafíos y en constante crecimiento, dentro y fuera del tatami.

 Además de su carga simbólica, la iniciativa es también un gesto real en favor del medio ambiente. En tiempos en los que la naturaleza sufre agresiones constantes, plantar un árbol por cada nuevo cinturón negro es una forma de sembrar futuro, de enseñar con el ejemplo que el karate también puede ser un acto de cuidado hacia la vida y la comunidad.

 El árbol de Nuria, como su camino, ya está echando raíces profundas. Y al igual que ella, seguirá creciendo con el paso del tiempo, testimonio vivo de que el verdadero espíritu del karate no se rinde, sino que florece, incluso después de las pausas.

Radio Alhama en Internet - RAi