Posiblemente nunca me hubiera entretenido en indagar sobre la historia de esta emisora, pero como siempre, la casualidad te pone en el camino.
Posiblemente nunca me hubiera entretenido en indagar sobre la historia de esta emisora, pero como siempre, la casualidad te pone en el camino.
Esta escala sólo estaba pensada en caso de lograr transporte para Granada (Nicaragua); al final fueron cuatro días en una ciudad de sabana.
Es un lugar mágico, con encanto, aunque mi última visita contrastaba con la de hace cuarenta años.
Antes de continuar, decir que fue sumamente entrañable el encuentro con la capital andina y sorprendente el cambio [para bien] que ha dado desde mi verano de voluntario hace dos décadas. Mejorada su red viaria, más limpia y mejores transportes en una ciudad de terrible orografía que, con las lluvias, no deja de padecer problemas y dolor.
Según me informaron, Puno debe tener unas cien mil almas y su altura agota; estamos ya en una característica zona de puna que le da el nombre y requiere el insustituible mate de coca, los autóctonos en la mayoría de casos, llevan una bolsita con hojas de esa planta y ese es su “manjar”: te permite caminar y no pide alimento pero, dependiendo del tiempo que lleves masticando esa hoja inhibidora del cansancio y de las ganas de comer, deja desdentados a los indígenas del altiplano, pero permite luchar contra el mal de altura [falta de oxígeno] pues la ciudad se alza a 3850 metros [todavía por debajo de la célebre zona de El Alto-La Paz en donde se llega a los 4500 metros].
La verdad, aunque para algunos pueda ser descortés, Lima es una de las capitales americanas que menos me enganchó. El centro histórico es impresionante y está precioso para el paseante, junto a dos o tres zonas más cercanas al mar por la parte sur nos muestra lo bien que viven los que viven bien.
Esta semana traemos otra aventura de este alhameño, pero en esta ocasión a través de las ondas, su intervención en Radio România Internaţional, en el programa Club de oyentes del pasado domingo 22 de marzo, conducido por Victoria Sepciu. En Radio Rumanía también, y en días anteriores, se habló de la fiesta del vino de Alhama, pero esa es otra historia.
Nada más llegar a la ciudad de Puno, lo primero que hice fue contratar la salida para el día siguiente a las islas flotantes que se “escaparon” en mi estancia por el lago un par de décadas atrás mientras trabajaba como voluntario en una escuela de niños sin recursos y acogidos por diferentes instituciones.
Tras consumir el tiempo previsto en Puno, tocaba orientar mis pasos hacia Bolivia, la carretera se bifurca en Pomata, a la derecha Desaguadero y a la izquierda el tramo Yunguyo-Copacabana.
El viaje a las míticas ruinas se iniciaba a las cinco de la mañana cuando el reloj dice “en pie”. Media hora más tarde aparece el chófer con su carro [coche] para trasladarme hasta la estación de salida a la que llegamos cuando ya ha amanecido: Poroy está a rebosar, prácticamente el tren va hasta la bandera, lo que significa que es un medio rentable para los que decidieron continuar explotándolo turísticamente hablando.
Aunque para muchos pueda parecer un nombre extraño, en realidad era muy conocido para varios jameños que [en su juventud] decidieron montar un club filatélico [entre ellos Andrés Gil Franco, Fernando Aranda y el que esto escribe que en aquellos momentos era un mozalbete de quince años] que comenzaron intercambiando sellos con numerosas personas y entonces contactamos con Rosa Delgado que vivía en esta ciudad andina.