
No se marchitan jamás los recuerdos de los sueños e ilusiones vividos emocionalmente. Aún después de más de cuarenta años, viven en mí y ya para siempre, aquellas mañanas de domingo -los sábados por la mañana aún había clase- de mis primeros años de juventud, en las que, con entrañables e inolvidables amigos, recorríamos la Granada histórica y, sobre todo, el Albaicín o subíamos a la Alhambra.