Con motivo del nombramiento de Andrés García Maldonado como Hijo Predilecto de Alhama, Pedro Aparicio publicaba un artículo en el diario malagueño SUR recordando una anécdota de sus tiempos políticos en los que sellaron una amistad que llega hasta nuestros días.
Imagen superior: Visita al Palacio Real de Pedro Aparicio y Andrés García Maldonado, en la época a la que hace referencia el artículo.
Estación marítima
En las primeras elecciones municipales de la democracia, Andrés García Maldonado fue el candidato por U.C.D. a la alcaldía de Málaga. Al resultar este partido segundo en votos, Andrés ejerció la función de líder de la oposición. Pero mediada la 'legislatura', se formó un gobierno municipal con participación de todos los partidos. Tomé mis primeras vacaciones en agosto de 1981, quedando Andrés al frente de la Corporación.
Fuese por aprovechar mi ausencia o porque agosto es mes propicio para las tropelías, el director del Puerto malagueño llevó a cabo un proyecto al que, pública y radicalmente, se venía oponiendo el Ayuntamiento: la voladura del edificio de la antigua estación marítima. Presidente y director del Puerto, respaldados por su Ministerio, sostenían que no era precisa licencia municipal alguna para hacer su plena voluntad en el recinto portuario. El puerto era como una base militar extranjera: intocable, invisitable e inexpugnable.
Una mañana de aquellas vacaciones leonesas, recibí una llamada angustiada de mi sustituto. Un periódico malagueño publicaba que, esa misma tarde, sería volada la estación marítima. Andrés lo había confirmado con el Gobernador, pero ni éste ni el Puerto accedían a un aplazamiento. Se disponía a localizar al ministro, pedir ayuda a los diputados nacionales (en esto le ayudé a distancia), y denunciarlo en la radio. Por la tarde, tras todas estas estériles gestiones, Andrés intentó el órdago final: se presentó en el puerto acompañado del Sr. Juez de guardia, del secretario general y de varios policías municipales por si les impedían entrar. La prensa gráfica asistía al espectáculo. Discutieron largamente con presidente y director portuarios, hasta que este último, mirando su reloj, interrumpió:
-Señores: hemos de seguir hablando en otro lugar, porque sólo faltan diez minutos para que hagan explosión las cargas.
Y así, ante un juez asombrado, un alcalde accidental indignado y una ciudad indiferente, el romántico edificio se convirtió en escombros. Luego, al contármelo, Andrés lloró de impotencia. Para que tuviese mi apoyo escrito, le envié un telegrama elogiando «.tus esforzados intentos de impedir voladura edificio. Estoy orgulloso de que ayer fueras mi alcalde». En septiembre, como protesta, renuncié a mi vocalía en la Junta del Puerto.
Una curiosidad: esta primera batalla contra el fortín la dio un alcalde (accidental) de UCD frente a una administración portuaria de UCD y, años después, la guerra abierta tuvo que librarla un alcalde del PSOE -quien esto escribe- contra una administración del PSOE. Ambos alcaldes tuvimos enfrente el mismo estilo autocrático, privatizador y patrimonialista. (En la actualidad las formas han mejorado pero las soluciones no, aunque éste es otro tema que comentaré otro sábado).
Hace casi treinta años de aquella tremenda historia. Andrés García Maldonado preside hoy la Asociación de la Prensa de Málaga y sigue siendo mi amigo. Su ciudad natal, Alhama, acaba de nombrarle 'Hijo Predilecto' y ha puesto su nombre a una avenida. En su honor he querido recordar su dignísima actuación durante la primera agresión del puerto. Sigo orgulloso del alcalde que tuvo Málaga en aquel agosto del 81.
PEDRO APARICIO - Enlace a este artículo publicado en el diario SUR el 17.07.2010