- Detalles
 - Escrito por: Luis Hinojosa Delgado
 - Categoría: Al volver la vista atrás
 

- Asunción, ¿no quiere usted retratar a los niños?.
- Detalles
 - Escrito por: Luis Hinojosa Delgado
 - Categoría: Al volver la vista atrás
 

En alguna ocasión lo he dicho y, en honor a la verdad, tengo que repetirlo, que, pese a los usos de la época, no me dieron mucha leña durante mi niñez; es decir, ni padres ni maestros abusaron conmigo del castigo corporal. Tampoco fui un niño demasiado travieso, más bien, tímido. Pero hubo ocasiones, sí, las hubo. Y no sé si por excepcionales o por la profunda huella que estas vivencias dejan en nuestras infantiles mentes, el caso es que estoy seguro de recordar todos y cada uno de aquellos episodios.
- Detalles
 - Escrito por: Luis Hinojosa Delgado
 - Categoría: Al volver la vista atrás
 

En el reloj de la iglesia dan las siete cuando mi madre, mi hermano y yo llegamos a la plaza. Es más de noche que un cuento y el frío cortante de esta gélida mañana del mes de diciembre hiela mi cara, mis manos y mis piernas que el pantalón corto deja al descubierto. Pero no importa, soy feliz porque hoy voy a Granada y, desde allí, seguiré viaje hasta Agrón.
- Detalles
 - Escrito por: Luis Hinojosa Delgado
 - Categoría: Al volver la vista atrás
 

Faltan dos días para la Virgen de agosto y esta misma mañana hemos metido el último carro de paja. ¡Lo que nos ha aventajado el verano esto del carro! Y es que barcinar carga a carga, con las angarillas, y luego acarrear la paja con los herpiles… Así, casi todos los años este día nos pillaba de verano; y alguno, que me acuerdo yo, que nos ha pillado hasta la feria sin haber acabado; ¡el 18 de septiembre! La pobre Salud algunas veces me veía pasar por su puerta y me decía: “te va a durar más el verano que a Nariz en pringue” (que yo no sé quién sería).
- Detalles
 - Escrito por: Luis Hinojosa Delgado
 - Categoría: Al volver la vista atrás
 

Son las cinco de la tarde y la puerta de la escuela de los niños se abre para dar suelta al numeroso grupo de chiquillos que, corriendo y gritando, desembocan en la plaza, cartera en mano (o a la espalda, que alguna hay), para desde allí enfilar la calle El Sol, o la carretera, o Los Corralones…
                    