La historia de Bonilla “el Pecas” es tan real como imaginaria. No existió él; pero la mayoría de los niños de mi generación, los criados en este ambiente rural de la Andalucía de posguerra, lo fuimos.
Y, aunque en esta pequeña obra se ve reflejado el ambiente popular de esa época, su finalidad principal no es histórica sino lingüística. Se trata de una modesta aportación al rescate, conocimiento y conservación de un vocabulario agrícola que, tan cercano en el tiempo y en el espacio, se va convirtiendo a pasos agigantados en el gran desconocido para las nuevas generaciones.
Lo pude comprobar en más de una ocasión con mis alumnos. Y muchos de ellos recordarán haber sufrido las consecuencias de esta manía mía de “volver la vista atrás” y tener que recuperar, preguntando a los abuelos o buscando en el desván, los nombres de utensilios como el amocafre o la bistola, o el significado de escardar o pintar garbanzos.
Por aquello de que “verba volant, scripta manent” que decían los antiguos romanos, es decir, que las palabras se las lleva el viento y solo lo escrito permanece, hace unos años decidí recopilar y ordenar una muestra significativa del vocabulario más usual en el ambiente pueblerino y rural de mi infancia. Y así nació BONILLA “EL PECAS”, una pequeña obra de poco más de cuarenta páginas de la que regalé, como siempre, un ejemplar a cada uno de mis hijos y algunos otros a algunos buenos amigos. En la biblioteca de mi colegio del Callejón, así como en la del colegio de Santa Cruz debe de haber también sendos ejemplares que yo entregué a sus respectivos directores, por si a algún maestro podían serle útiles.
Y este es el trabajo que quiero compartir con ustedes, con los lectores de Alhama Comunicación a quienes estos temas puedan interesar. He de advertir que sus destinatarios eran niños de edad escolar, alumnos de Primaria. Pero, probablemente, para algunos no tan niños también sea grato recordar, de la mano de Bonilla, aquellos felices, aunque duros, años de nuestra ya lejana niñez.
Vaya como adelanto la Introducción a esta obra, que a continuación transcribo.
En los años cincuenta del pasado siglo, el autor de esta pequeña obra, al igual que Bonilla, su protagonista, correteaba ágil y alegremente por las calles de Santa Cruz. Al igual que él, iba empapándose, curioso e ilusionado, de aquel elemental bagaje de conocimientos básicos que un maestro, sin apenas otros medios que su buena voluntad, podía proporcionar. |