Historias de Bonilla “El Pecas”: Hay que comprar el aceite

La madre de Bonilla le ha dicho a su marido que hay que comprar ya el aceite. Que al bidón le queda poco y ya salen muchos turbios. Que ayer vino un camión a la plaza y mucha gente compró, pero a ella ese aceite que no sabe de dónde es no le gusta. Que su hermana Candelaria lo ha comprado ya en el molino de Zambrano y tiene este año un aceite buenísimo.

 Al día siguiente, cuando Bonilla llega a casa para comer, su madre aún anda en la cámara, enfrascada con el bidón. ¿Ya estás aquí, hijo? -le ha preguntado un poco sorprendida- Creí que era más temprano.

 Bonilla sube las escaleras y la encuentra con un pañuelo atado a la cabeza, un estropajo en las manos y un cubo de agua al lado. El bidón, limpio como el sol, ya escurre boca abajo sobre el barreño grande de la matanza. En un rincón, en una garrafa de cristal de arroba, el último aceite de la pasada campaña.

 Esa tarde el padre de Bonilla regresó del campo más temprano que de costumbre. No ha metido la mula. Le echa el serón y en él coloca cuatro cántaras metálicas. Mientras tanto, la madre ha sacado de entre las sábanas del armario algunos billetes, que entrega a su marido, precavida y casi misteriosa, como si temiese que alguien la pudiera observar.

 Bonilla y su padre llegan a casa casi a la vez. Con la ayuda de su vecino Pepico, éste ha descargado las cántaras y las ha vaciado en el bidón. No se ha llenado porque es de diez arrobas y su padre sólo ha comprado ocho. Pero dice que hay bastante. En seguida su madre ha metido en el aceite los salchichones de la matanza, atados a una de las asas. Esa tarde todos tienen que probar el aceite nuevo. A los niños, la madre les prepara un buen hoyo que espolvorea con abundante azúcar. Los padres y la abuela mojan sopas en un plato, y comentan, satisfechos, que vaya un aceite bueno que han sacado en el molino este año.