En una reveladora entrevista, el artista granadino Jacinto García Rodríguez desentraña las claves de su exposición "Alhama, el principio del fin".
Más allá de la técnica impresionista, su obra es el resultado de una década de investigación para desmontar mitos y presentar la verdadera dimensión de un sultán cuya decisión más sabia fue rendir Granada para salvarla.
Hay misiones que no se eligen, sino que se gestan en la memoria de un niño y florecen tras una vida dedicada a otra vocación. Es el caso de Jacinto García Rodríguez, pintor desde la infancia y maestro durante 40 años, quien, tras su jubilación en 2014, ha volcado toda su energía en un proyecto monumental: reparar una injusticia histórica a través del arte. Su exposición "Alhama, el principio del fin" es la culminación de este esfuerzo, una colección de óleos que narran, con la elocuencia de la pincelada suelta y el rigor del investigador, la verdadera historia de Boabdil.
En una conversación con José Ignacio Molina Benítez, Jacinto no solo habla de pintura, sino que se revela como un apasionado defensor de la verdad histórica, un hombre que ha asumido como propia la tarea de "dignificar al que fue, sin duda, un grandísimo rey".
El origen de una obsesión: el rey que lloraba
La fascinación de Jacinto por el último sultán nazarí no nació en los archivos, sino en las aulas de su niñez. "En la escuela nos contaron una historia muy cortada, muy sesgada", recuerda. Se glorificaba a los reyes godos —"¿tú sabrías decirme un monumento que hayan dejado los visigodos en España?", interpela con ironía— mientras 800 años de historia del Islam se reducían a un epílogo de derrota.
De aquella narrativa simplista, una frase se le quedó grabada a fuego: "Llora como una mujer lo que no supiste defender como hombre". Lejos de aplaudir al vencedor, aquel niño sintió una profunda compasión. "A mí aquello se me quedó grabado. Un rey que lloraba. Y eso quedó en mi historia, el interés por conocer a ver quién era ese rey". Décadas más tarde, esa curiosidad infantil se convertiría en el motor de una saga artística que comenzó formalmente en 2004 con un cuadro premonitorio: "El dilema, guerra o rendición".
Pintar la verdad: una pincelada contra el mito
Aunque se declara deudor de los impresionistas y de la gran escuela de pintura granadina de Sorolla y Gabriel Morcillo —a quien conoció fugazmente a los seis años—, el arte de Jacinto García es, ante todo, un vehículo para transmitir emociones y verdades. "La pincelada es la verdadera firma de un artista", afirma. Tras una etapa como copista, un amigo pintor le lanzó el reto que definiría su carrera: "¿Y por qué no dejamos de copiar? Y pinta".
Y Jacinto pintó. Pintó paisajes de Granada y escenas de Marruecos, un mundo que le apasiona. Pero su gran tema se impuso con la fuerza de una convicción. Su obra sobre Boabdil no es una mera ilustración; cada lienzo es un capítulo de una historia que busca ser "consensuada, quitándole bulos, porque la historia de Granada está muy manipulada".
Este compromiso le llevó a titular una exposición anterior en la Fundación Euroárabe "Una mentira contada mil veces" y a colaborar con el historiador José Miguel Reyes en el libro "Tras la huella nazarí". "Aquí no hay bulos, ni cuentos, ni leyendas. Es todo limpio, de verdad, para dignificar a un gran rey", asegura con el libro en las manos.
La defensa de Boabdil: el héroe que Granada no reconoce
El núcleo del discurso de Jacinto es una defensa vehemente y argumentada de Boabdil. "¿Cobarde? ¿Traidor? Pues ni lo uno ni lo otro", sentencia. Para el pintor, la historia es clara: "Gracias a Dios que tuvimos un rey como Boabdil. Era de verdad lo que mejor le vino a Granada".
Desmonta la caricatura del rey débil para presentar a un hombre "estudioso, sensible", formado en la Madraza, a quien la guerra no le era natural. Su decisión de rendir la ciudad fue, para Jacinto, su mayor acto de nobleza. "Ya había un precedente. Málaga había sido destruida entera un año antes. Él decide rendir Granada por una causa que me parece la gran nobleza de un político: no quería sangre, no quería muertos en su pueblo, ni quería destrucción".
La conclusión es contundente: "Hoy día, gracias a Boabdil, disfrutamos de un patrimonio que es universal. Si hubiera sido otro gobernante, como su padre que era más guerrero, o su tío el Zagal, no habría quedado nada en Granada". Sin embargo, esta gratitud no es correspondida. "Granada no le agradece a Boabdil", lamenta, y es esa deuda la que su obra busca saldar.
El verdadero responsable de la tragedia, según su investigación, fue el padre de Boabdil, Muley Hacén, "un rey enérgico, lujurioso", que rompió los pactos con Castilla, subió los impuestos y perdió Alhama, iniciando el principio del fin. Su humillación a la reina Aixa, "una mujer del siglo XXI, el espíritu de la resistencia", al preferir a su concubina Soraya, tampoco le fue perdonada por el pueblo.
El final del rey: una hipótesis basada en la empatía
Jacinto rechaza con vehemencia los relatos románticos y erróneos sobre el exilio de Boabdil. La idea de que construyó un palacio similar a la Alhambra en Fez le parece "un pedazo de disparate". Tampoco cree que muriera en la batalla de Wadi al-Abid en 1533. Su hipótesis, basada en los escritos del historiador Al-Maqqari, que encontró a los descendientes de Boabdil viviendo en la pobreza, y en una profunda empatía, es mucho más humana y trágica.
"Tú sabes lo que es perder todo en la vida", reflexiona. "Reino, amores, familia... y llegar a un territorio que es hostil". Jacinto imagina a un Boabdil que, tras 40 años de un exilio anónimo, adoptó una vida ascética, alejada de toda gloria pasada. La escena final la pinta con las palabras de un viejo cuentacuentos marroquí:
"Recitaba un poema sobre el rey Abdalá, que ya viejo y desmemoriado andaba por las calles de Fe y le preguntaba a la gente: '¿Cómo se llama mi ciudad?'. Y la gente le decía 'Granada'. De tal forma que el día que la gente se olvidó de decirle Granada, Boabdil se encerró en su casa, dejó de comer y se murió". Este, para el artista, es el final que intuye, el de un hombre consumido por la pérdida y el olvido.
El rostro de la historia
Para dar vida a su protagonista, Jacinto no recurrió a los grabados históricos, que considera inexactos. Encontró a su Boabdil en un bar de Granada. "Un chico trabajador, pintor, estaba en la barra y dije: 'este es mi Boabdil'". Se llamaba Iván Ramírez, del barrio de La Chana. "¿Dónde vas a encontrar a alguien que se parezca más a Boabdil que en Granada y un granadino?", pregunta retóricamente.
Al final de la entrevista, con una convicción que desarma, Jacinto García resume el propósito de una década de trabajo. Ante las capas de leyenda, manipulación y desprecio que han sepultado la figura del último sultán, él se erige como su defensor. Con la humildad del artista y la fuerza de la verdad, concluye: "Boabdil ha sido un personaje tremendamente maltratado por la historia. Pero aquí estoy yo. Aquí estoy yo para hacer una defensa". Y su defensa no está hecha solo de palabras, sino de lienzos que invitan a mirar la historia a los ojos.
Información de la Exposición
· Título: "Alhama, el principio del fin"
· Autor: Jacinto García Rodríguez
· Lugar: Galería del Carmen, Alhama de Granada
· Fechas: Del 13 al 27 de junio
Horario:
· Lunes a viernes: de 11:00 a 13:00 h. y de 17:00 a 19:00 h.
· Sábados: de 11:00 a 13:00 h.
· Visita especial: Los sábados, el autor, Jacinto García Rodríguez, ofrecerá una visita guiada explicando la historia detrás de cada cuadro.
Vídeo entrevista y apertura de la exposición