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- Escrito por: Antonio Robles Ordóñez
- Categoría: Memorias de Santeña

Cuando el arte del cinematógrafo empezó a salir de las ciudades para dejarse ver y admirar en las zonas rurales, nuestra querida Santeña no fue una excepción y a ella llegó también una humilde muestra del séptimo arte.
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- Escrito por: Antonio Robles Ordóñez
- Categoría: Memorias de Santeña

Hubo un maestro en Santeña de nombre don Manuel y de apodo Jeringuita. Tenía dos hijas y a su mujer todo el mundo la llamaba doña Lola. Para hacer los mandados y algunas faenas del hogar habían contratado a una mocita del pueblo llamada Tedolinda o Tedo, algo mermada en su facultad verbal y locomotora debido, según los médicos, a los repullos de la madre que la concibió -o la trajo al mundo- “cuando las bombas”.
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- Escrito por: Antonio Robles Ordóñez
- Categoría: Memorias de Santeña

Siendo mozo casadero, otro vecino de nuestra querida Santeña llamado Miguel y apodado La Vida, se enamoró perdidamente de una cortijera y dio en pasar por los aledaños del cortijo todas las horas que el trabajo le dejaba libres para ver, aunque fuera de lejos, a su amada Dulcinea.
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- Escrito por: Antonio Robles Ordóñez
- Categoría: Memorias de Santeña

Fuera de la feria y el día de la Cruz(1), no había en Santeña muchas ocasiones para la diversión.
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- Escrito por: Antonio Robles Ordóñez
- Categoría: Memorias de Santeña

El paso de la niñez a la adolescencia va siempre acompañado de una serie de cambios fisiológicos y psíquicos que alteran al que los padece. Si a esto se une una ignorancia total, sea por falta de información, sea por los tabúes sociales reinantes, no hay duda de que dicha etapa del desarrollo individual puede condicionar y hasta determinar el futuro.
