La torre de mi pueblo

 

 La torre de mí pueblo, majestuosa, inmensa e inigualable, está siendo “protagonista” en estos días. Sí en el Mundo hay una ciudad con una torre, como sucede en tantos lugares, que represente y defina lo más importante de su fructífera historia y sea su indiscutible símbolo, esa es la de la iglesia de la Encarnación de Alhama. La que desde mediados del siglo XVI es el faro, histórico y visual, de toda la población.

 Como bien escribió mi entrañable amigo el profesor Lázaro Gila, "es ya un tópico hablar de la enorme significación que tiene dentro de la arquitectura religiosa granadina de la primera mitad del quinientos, esta iglesia parroquial de Alhama". Como igualmente ha escrito, el ser Alhama la primera ciudad-fortaleza de gran significación del Reino de Granada incorporara al de Castilla por los Reyes Católicos, en 1482, conllevó que fuese desde un primer momento población símbolo para el Estado Moderno, "que la convertiría en territorio emblemático donde experimentar todos los elementos jurídicos-sociales y religiosos que la nueva situación requería". Y también, en este sentido, por supuesto, los propiamente entendidos como "urbanísticos".

Andrés García Maldonado

  "Estado Moderno", "Poder Absoluto", "Plaza Real" -denominación que también conserva con la de Plaza de los Presos de Alhama-, donde se "concentran" para representación indiscutible de todo ello, Iglesia Mayor, Casas Consistoriales, Real Pósito, Real Cárcel y cuanto de alguna forma representa al poder de los Reyes, del Estado del momento. Así, la torre a la que hacemos referencia es parte fundamental, esencial e imprescindible de esa realidad histórica. Plaza que sirve, muy poco tiempo después, como modelo para otras nuevas que se levantan en el mismo Reino de Granada y, sobre todo, en los nuevos territorios allende los mares.

 Se hubo de construir la torre, en lo que se refiere a sus tres últimos cuerpos, hacia 1555 -ya que el primero se efectuaría en la primera década del siglo XVI-, teniendo por arquitecto, como investigó y concretó Gila Medina, a Juan de Maeda, y no al maestro de éste, Diego de Siloé, como se ha venido afirmando hasta hace tan sólo menos de veinte años. Las obras, que se llevaron a cabo con gran celeridad, estarían finalizadas en noviembre de cuatro años después, en 1559, dándosele una altura de treinta y cinco metros.

 Con toda probabilidad en el mismo siglo XVI se le agregó en su base un caño, como denominábamos a las fuentes que abastecían de agua al vecindario, por no existir el suministro domiciliario. Este “caño”, que conocí situado en el extremo derecho de su base según se contempla, se eliminó bien entrados los años sesenta del siglo pasado, colocándose un nuevo “gran caño” -por sus dimensiones, que no por su valor artístico- en buena parte de la base de la torre. Luego, por un error al no entregarse adecuadamente el diseño a realizar y sus medidas, así como la elección de la piedra con la que se efectuaron, se colocaron unos elementos de piedra en homenaje a los Reyes Católicos con ocasión de la conmemoración del V Centenario de la Muerte de Isabel la Católica, que, desde un primer momento propusimos que se debían trasladar a otra parte que fuese adecuada para ello.

 En los años ochenta del pasado siglo se llevó a cabo una remodelación en el conjunto de la plaza que pienso, como creo que la inmensa mayoría de los alhameños, que no fue nada afortunada, hasta el punto de desear y esperar que algún día se repare.



 Ahora, el Ayuntamiento de Alhama, con buen gusto y acierto en la medida de lo posible, es mi criterio, está llevando a cabo nueva y artística pavimentación de todo este entorno de nuestra ciudad incluyendo parte de la indicada plaza. Lo está haciendo de tal forma que la zona va ganando en belleza, engrandeciendo aun más la declarada y reconocida monumentalidad de la misma.

 Así se tiene la oportunidad de que desaparezcan ya de la base de la histórica torre tanto la fuente como los elementos de piedra colocados -como además requirió hace años la misma Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía- y, en esta línea, el Patronato de Estudios Alhameños, cumpliendo lo que son sus funciones estatutarias, ha elevado la correspondiente petición al Ayuntamiento, al igual que también han hecho vecinos, a la par que en contra de ello lo hacen otros vecinos. Todos, ciudadana y democráticamente, tenemos derecho a dar nuestro criterio y el Ayuntamiento a atender lo que considere que es más adecuado en defensa de lo que debe ser el interés general de Alhama.

 En el caso que nos ocupa, seguir dejando que la excepcional torre soporte elementos ajenos a la misma, no es lo adecuado en sentido alguno. Puede o no compartirse esta opinión, pero es una de las que se aportan. Más aún cuando se trata de una fuente que se ha convertido en lugar de suciedad, ya que creemos que pocos la han visto con agua en estos últimos veinte años. Además de estar en una plaza donde hay dos fuentes más, a pesar de no ser ésta de considerables dimensiones.

 Con un sólo vistazo a su grandiosidad, de abajo arriba o de arriba a abajo, se observa que la torre estaría mejor retirándole estas "cargas". Es nuestro criterio, puede o no compartirse, faltaría más, pero, insisto, es mi sentida y clara opinión, también como un alhameño más. De aquí, que la torre de mi querido pueblo, la noble y leal ciudad de Alhama, vuelva a ser una vez más “protagonista” al mismo tiempo que no ha dejado, ni un sólo día de su existencia de siglos, de ser singular símbolo, faro y representación de la histórica y bella ciudad donde tuve la suerte de nacer.

Andrés García Maldonado es Presidente del Patronato
de Estudios Alhameños y Académico Correspondiente
de la Real Academia de Bellas Artes de Granada.


N. de la R.: Este artículo no estaba pensado inicialmente para ser publicado en Alhama Comunicación, era para la prensa provincial, por lo que el título quería hacer referencia al pueblo del autor del mismo, al no incluirse en el mismo explícitamente de qué pueblo se trataba.