El alhameño Eduardo Raya, padre que denunció en 2010 el robo de su bebé, corre maratones para llevar su protesta al mayor número de personas.
Eduardo Raya se convirtió en uno de los primeros padres que denunció un caso de bebé robado en España. En el Clínico de Granada le dijeron que su recién nacido falleció el 9 de junio de 1990, tres días después de venir al mundo. Sin embargo, nunca estuvieron conformes, ni él ni su esposa, ni tranquilos con la información facilitada por este centro sanitario.
En 2008 decidieron exhumar los restos enterrados de quien ellos creían que era su hija para depositarlos con los del padre fallecido de Eduardo Raya en un mismo nicho, momento que aprovecharon, con el permiso correspondiente, para practicar una prueba de ADN y así despejar cualquier duda. Dos laboratorios privados de reconocida reputación, Tecnogen y Genómica, hallaron ADN mitocondrial y dictaminaron que no era compatible con el de la madre. Los restos humanos allí enterrados no eran los de su hija, según la prueba practicada por estos dos laboratorios. Después vinieron otros dos laboratorios y volvieron a decir lo mismo.
La familia presentó una denuncia en la Fiscalía Provincial el 24 de marzo de 2010 y el juzgado aceptó la instrucción del caso. Lo primero que hizo fue pedir una prueba de ADN al Instituto Nacional de Toxicología, quien dijo que el ADN era inapreciable y no se podía efectuar el examen. Cuatro laboratorios privados certificaron que el ADN encontrado no era compatible con el de la madre y el quinto se limitó a concluir que no había suficiente ADN.
Eduardo Raya y su esposa se han convertido en dos corredores de fondo para que la justicia le reconozca que la persona enterrada con el nombre de su hija no les pertenece. Lleva cinco años de tribunales, de entrevistas con la Policía, de reuniones con ministros, con responsables sanitarios, efectuando pruebas para demostrar su verdad, participando en protestas, constituyendo asociaciones de ‘bebés robados’ como la que preside, ADN-D, de un sinfín de actividades que se han convertido en su ‘modus vivendi’, en su causa, en su verdad. El afán por llegar más lejos aún con sus reivindicaciones lo ha puesto a correr maratones y medias maratones. «Aprovecho la salida y la entrada para hacer publicidad de la asociación y de la lucha que llevamos a cabo. Creo que estamos llegando a más gente que cuando nos poníamos en la calle a repartir octavillas, aquí se fijan más en el cartel que llevo cuando entro a meta o en el lema dibujado en la camiseta». Su última carrera fue el pasado fin de semana en Baza. Corrió 21 kilómetros y tardó en hacerlo dos horas, nueve minutos y cinco segundos. Aunque la maratón más larga la empezó a recorrer el día que denunció el caso de su recién nacido y aún sigue corriendo.
En 2008 decidieron exhumar los restos enterrados de quien ellos creían que era su hija para depositarlos con los del padre fallecido de Eduardo Raya en un mismo nicho, momento que aprovecharon, con el permiso correspondiente, para practicar una prueba de ADN y así despejar cualquier duda. Dos laboratorios privados de reconocida reputación, Tecnogen y Genómica, hallaron ADN mitocondrial y dictaminaron que no era compatible con el de la madre. Los restos humanos allí enterrados no eran los de su hija, según la prueba practicada por estos dos laboratorios. Después vinieron otros dos laboratorios y volvieron a decir lo mismo.
La familia presentó una denuncia en la Fiscalía Provincial el 24 de marzo de 2010 y el juzgado aceptó la instrucción del caso. Lo primero que hizo fue pedir una prueba de ADN al Instituto Nacional de Toxicología, quien dijo que el ADN era inapreciable y no se podía efectuar el examen. Cuatro laboratorios privados certificaron que el ADN encontrado no era compatible con el de la madre y el quinto se limitó a concluir que no había suficiente ADN.
Eduardo Raya y su esposa se han convertido en dos corredores de fondo para que la justicia le reconozca que la persona enterrada con el nombre de su hija no les pertenece. Lleva cinco años de tribunales, de entrevistas con la Policía, de reuniones con ministros, con responsables sanitarios, efectuando pruebas para demostrar su verdad, participando en protestas, constituyendo asociaciones de ‘bebés robados’ como la que preside, ADN-D, de un sinfín de actividades que se han convertido en su ‘modus vivendi’, en su causa, en su verdad. El afán por llegar más lejos aún con sus reivindicaciones lo ha puesto a correr maratones y medias maratones. «Aprovecho la salida y la entrada para hacer publicidad de la asociación y de la lucha que llevamos a cabo. Creo que estamos llegando a más gente que cuando nos poníamos en la calle a repartir octavillas, aquí se fijan más en el cartel que llevo cuando entro a meta o en el lema dibujado en la camiseta». Su última carrera fue el pasado fin de semana en Baza. Corrió 21 kilómetros y tardó en hacerlo dos horas, nueve minutos y cinco segundos. Aunque la maratón más larga la empezó a recorrer el día que denunció el caso de su recién nacido y aún sigue corriendo.
Fuente :: JOSÉ R. VILLALBA, diario IDEAL, edición impresa del 25-3-2014, página 23.
Imágenes en este artículo de los maratontes de Baza y Loja