Dos exiliados españoles separados por una vida de diferencia, pero unidos por haber muerto lejos de su patria.
Dos hombres buenos, en el buen sentido de la palabra, dos hombres y dos vidas muy distintas, Antonio Machado fue a morir a Francia, a Colliure concretamente, Alfonso Olivares fue a vivir a Francia, a Bagnères de Bigorre. Uno llevaba en las alforjas del alma todo el sufrimiento de la derrota, y la soledad, el otro en el alma pequeña de sus once o doce años, llevaba el germen de una vida entera y de un alma que con el tiempo se hizo grande, muy grande, un alma capaz de albergar a Francia, a España, a Bagnères de Bigorre y a Alhama de Granada.
Unidos los dos por el amor a la España republicana y a Francia, no en vano el sevillano ganaba el pan que comía como profesor de francés, lo que significa unidos por el amor a la libertad, la laicidad, la fraternidad y la igualdad, valores que Alfonso llevó consigo en Bagnères y en Alhama con la humildad y la sencillez de la que sólo son capaces los espíritus más grandes, valores con los alentó la creación de ese hermanamiento entre Bagnères de Bigorre y Alhama de Granada, estoy seguro de que para él, ese día, el día que quedó constancia oficial de ese hermanamiento fue uno de los más felices de su vida, puesto que daba paso a la unidad de sus dos patrias chicas, la que lo vio nacer y de la que salió con los pocos años de la niñez y la que lo acogió y le reservaba el mejor de los regalos que puede apetecer un hombre, Carmen, alhameña como él, a los que unió el destino, el exilio y la forma de ver y entender la vida y con la que compartió una vida fecunda, llena de trabajo, de amigos, de realizaciones y, sobre todo del reconocimiento unánime de todos los alhameños que en él reconocemos y admiramos a todo un símbolo de una forma de ser, de vivir y de comportarse que encarna todos los ideales más nobles a que puede aspirar el ser humano: El amor por la libertad que conlleva el respeto a las opiniones ajenas, la laicidad que supone el respeto por todo lo que de respetable puedan tener todas las religiones, y, sobre todo, la fraternidad que implica que todos los seres humanos somos hermanos en el fondo y que el amor a la propia patria, no debe alejarnos de esa comprensión.
Todo eso lo encarnó Alfonso de la mejor de las maneras posibles, a través del ejemplo de su vida y su persona; de poco sirven los discursos y las palabras grandilocuentes si entre el decir y el hacer no hay total concordancia.
Son pocos los recuerdos que de él tengo, puesto que coincidimos pocas veces, pero sí recuerdo que en una de esas ocasiones, me dirigí a él como monsieur Olivares, como señal de respeto a su edad, Alfonso, con esa mezcla de francés y granaíno en el acento me dijo “Nada de señor, Alfonso a secas, Alfonso”. Esta es la razón de que en esta mirada lo tutee, que creo que es la mejor forma de homenajearle.
Desde el reconocimiento a una vida consagrada a los más altos valores de la humanidad, y, a la concordia y hermandad entre los pueblos de Bagnères de Bigorre y Alhama de Granada, quiero mostrar mi acompañamiento a Carmen y a sus hijos en el pesar por la pérdida de Alfonso, pérdida que no será total mientras haya un francés o un español que lo recuerde con cariño y afecto. A nosotros nos toca el trabajo, a través de los organismos pertinentes, ALHERBA, ayuntamiento y, en nuestro caso, prensa local, de hacer que esa memoria perdure y se trasmita a quienes por edad no alcanzaron a conocerlo.
Como gesto hoy quiero hermanar en esta mirada a Alhama, Bagnères de Bigorre y Colliure, para que nadie nunca más tenga que morir lejos de su tierra por cuestiones políticas, económicas, religiosas o de ninguna otra índole semejante.
Imagen: Verano de 1993, cuando se produce el Hermanamiento y es ratificado en Alhama de Granada. Rolland Castells (09-08-1947 – 03/08/2013), que fuera alcalde de Bagnéres de Bigorre y murió repentinamente el pasado año, Alfonso Olivares (Alhama de Granada 12/04/1926 / Bagnères de Bigorre 28/09/2015) y su mujer, Carmen Ariza, siempre inseparable y compartiendo su amor a Alhama.