A la tomadura de pelo de una feria encubierta se le unen vicios del pasado que ya se creían superados.
La idea era buena; Alhama no podía tener dos ferias si se quería una buena y con proyección interprovincial, al tiempo sustituir la feria de junio por unas fiestas en la que se potenciara la fiesta de día para promocionar nuestros bares, nuestras tapas y la ruta interior, así como el protagonismo de los que se dedican a la música local, o que fueran protagonistas en su tiempo, como es el caso de nuestros recordados Chocolate Caliente, Conexion, etc. Hasta aquí fabuloso.
A estas fiestas de comienzo de verano, más austeras y sencillas, y no por ello menos valoradas para el disfrute de los alhameños y donde los nuestros serían sus protagonistas, culminaría el final de la temporada estival con “LA FERIA DE ALHAMA” con mayúsculas, como una identidad más de nuestro pueblo y como refuerzo de una feria genuina con nombre propio, como ocurre con el resto de poblaciones importantes de nuestro alrededor.
Algo por lo que se había apostado ha resultado no ser así, se trata de una feria encubierta que bajo la advocación del santoral nos sigue recordando lo de siempre y que por presiones o intereses de no se sabe qué o quien se recupera para el centro. Para este viaje no hacían falta alforjas ni implicar a nadie, tan solo hacer público que la feria de junio sería en el centro y la de septiembre en el recinto ferial. Punto.
Reina de las fiestas, increíble pero cierto
Sin embargo se ha dado una vuelta más de tuerca en el retroceso social. Para los jóvenes de la transición, entre los que figura el alcalde socialista de Alhama, y los de su generación, fue un logro eliminar algo tan discriminatorio como lo fue durante muchos años del franquismo la elección de una reina de las fiestas, incluso recordarán los que habitualmente hacían el trayecto Alhama-Málaga, o bajaban a la playa, como durante algún tiempo la propia Ventas de Zafarraya mantuvo al paso de la carretera la pintada de “Pueblo sin reina” por aquellos años.
Simplemente era de sentido común eliminar una de las discriminaciones más injustas que habían sufrido las mujeres por no haber nacido suficientemente agraciadas, que no se parezcan a los esterotipos que publictan los productos de estética o la series yankis de la tele, o por no ser hijas o parientas de los que manejaban el cotarro.
¿Cómo se le explica a una chavala que es trabajadora, saca buenas notas, ayuda a la familia, colabora en cuestiones sociales, etc, que nunca podrá ser reina de las fiestas por se gordita, o tener una discapacidad, y sin embargo sí lo podrá ser la última de la clase, que no da un palo al agua, la más tonta y engreída pero que ha tenido la suerte de ser agraciada por la naturaleza?. ¿Qué sociedad estamos construyendo y qué valores se están potenciando desde los poderes públicos?.
Pero quizás lo más grave es que esto haya que explicárselo a los que se llaman progresistas. Por cierto; ¿Igualdad y Bienestar Social qué opina al respecto, o ha estado más pendiente si nos hemos dirigido a “todos/as”?. Valga esta última “provocación” para incidir en que importa más el fondo que la forma, y que a algunos nos saquen del saco de “la gente” donde lo único que importa es el interés o la apariencia aunque se renuncie a los más básicos principios del respeto y la igualdad, donde se premia y se potencia la vanalidad y lo cateto en detrimento del esfuerzo y el trabajo.