Un árbol por “kuro obi” (13): Thania Mateo García

De la niña del tatami a la karateka que sigue creciendo.

 Thania Mateo García también tiene ya su pino, plantado como símbolo del esfuerzo y la constancia que la han acompañado desde sus primeros pasos en el karate. En las fotos del recuerdo aparece de niña, con el karategi impecable y la mirada atenta, en una exhibición del club. Aquel fue el comienzo de un camino que hoy continúa con el cinturón negro en la cintura y la misma energía.

 Su trayectoria es ejemplo de compromiso y superación. Thania ha competido, ha ganado, ha enseñado y ha aprendido, pero sobre todo ha mantenido intacta la esencia que el karate-do inculca a quien lo vive con profundidad: el respeto, la disciplina, la humildad y el afán de mejora constante. Cada logro, más que un trofeo, ha sido un paso más en ese proceso interior que define a los verdaderos karatekas.

 El árbol que ahora lleva su nombre no representa un final, sino una nueva etapa. Crecerá con el tiempo, como lo han hecho quienes la precedieron en esta iniciativa del club alhameño, uniendo en un mismo bosque simbólico las raíces de todos los que alcanzaron el grado de cinturón negro.

 En Thania se reconoce la fuerza tranquila de quien ha aprendido que la potencia no está solo en el golpe, sino en la serenidad con que se domina a uno mismo. Su pino, firme y verde, será también testigo de ese equilibrio entre energía y calma, entre juventud y madurez, entre la niña que empezó en el tatami y la mujer que hoy sigue avanzando en el mismo camino.

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