Este miércoles, 28 de febrero, en el Centro de Interpretación Turística de Jayena, tendrá lugar la presentación del libro "Testimonio de vida" por Ramón Arias Fernández. El acto está previsto para las 5 de la tarde.
Testimonio de Vida, un relato por Ramón Arias Fernández", nos sumerge en un fascinante viaje a través de las experiencias de un hombre sencillo y humilde. Su relato autobiográfico, fruto de un extenso proceso en el tiempo, nos ofrece una narrativa cautivadora que al mismo tiempo refleja la historia de toda una generación de posguerra.
A lo largo de la lectura, se nos presenta las experiencias compartidas por Arias Fernández, relato histórico, que abre una ventana que nos permite asomarnos a la vida en la Andalucía rural durante un período crucial de la historia española. A través de la pluma de Arias Fernández, el lector es transportado a un pasado lleno de desafíos, pero también de fortaleza y determinación.
En resumen, este testimonio ofrece más que una narrativa personal; es un documento que captura la esencia de una generación, proporcionando una perspectiva única de la vida, la obra de Ramón Arias Fernández se convierte así en un valioso legado que contribuye a la comprensión y apreciación de la historia y la cultura de la Jayena de posguerra.
Valga como spoiler, la curiosa anécdota del nombre del autor, que en realidad no es Ramón (al menos como él mismo dice, es decir, el legal) sino Manuel Virginio. En realidad. mi verdadero nombre es Manuel, y no Ramón. La razón de este trueque es que yo nací durante los años más duros de la posguerra. Entonces había mucha hambre por todas partes y el gobierno repartía unas carillas con cupones que daban derecho a una ración de pan, harina, azúcar y algunas cosas más: y la cantidad dependía del número de hijos de cada familia. Cuando me faltaban dos meses para nacer, el encargado del cortijo, que después fue mi compadre, pensó que, puesto que yo iba a nacer pronto, ¿por qué no asentarme ya para obtener antes la ración correspondiente? Todos estuvieron de acuerdo. El dueño del cortijo, que tenía mucho poder en el ayuntamiento, habló con el secretario y le contó el caso. El secretario estuvo de acuerdo, pero el problema es que no sabían si sería niño o niña. Convinieron que si era un niño me llamase Manuel, y si era niña, se llamase Virginia. Así, el secretario propuso asentarme como Manuel Virginio, de modo que si hubiese sido niña le habrían añadido una “a” a Manuel y un palito a Virginio. Es por eso por lo que mi verdadero nombre es Manuel Virginio. Lo de Ramón viene porque mi madre quería que me llamara como mi abuelo materno. Como mi padre se iba al campo y yo me quedaba con mi madre todo el día, ella me llamaba constantemente Ramón. Así un día y otro, hasta que al final me quedé con Ramón. Por este motivo todos me conocen con ese nombre, aunque el verdadero (es decir, el legal) es Manuel Virginio.