La ermita de Jayena dedicada a San Antonio de Padua lejos de ser erigida en el siglo XVI como reza en su entrada, su creación ha sido relativamente reciente, debiéndose ésta a la voluntad y devoción de una sola persona.
La veneración que la vecina de Jayena María de las Angustias García Maldonado sentía por san Antonio de Padua haría que ésta donara en 1854 un local para su culto. Muy poco tiempo después, difunta Angustias en el referido año, comprometiéronse Antonio Navas y su esposa María Maldonado, apodada “la Quica”, en recolectar donativos para la creación de una ermita, donando en 1858 el viudo de Angustias, Manuel Vicente Quintero Martín, cuatro varas cuadradas de terreno en el partido de los Cercados, lugar en el que se edificaría el templo.
Por Jesús de Castro Martínez
Erigida ya la ermita ésta contaba únicamente con un altar y un busto de san Antonio, realizado en cartón piedra. Los vecinos de Jayena ofrecerían limosnas para el culto, como cera, aceite o incluso trenzas de sus cabellos, y animales, que después de rifados servirían para recaudar fondos con el fin de adquirir una talla del patrono. Por escrito fechado en 1864 por parte del coadjutor de la parroquia, Manuel López Ruiz, conocemos que las diferentes limosnas ofrecidas al Santo fueron usadas en beneficio propio por “la Quica”:
[…] se ha venido la María Maldonado considerando como dueña que se ha hecho de los efectos y limosnas dadas al Santo. Entre estos había trenzas de pelo que ella ha vendido en Granada, aceite y cera que ha consumido o distraído a su antojo y últimamente dos cerdos que se dieron al dicho Santo. […]
La venta de uno de estos cerdos por parte de encargada de la ermita al vecino Francisco López López, conocido como “el Huevo”, llevaría ante los tribunales de Alhama al cura, quien había quitado el animal al comprador con el fin de realizar pública subasta. Estas malas prácticas por parte de María Maldonado provocarían que Jayena no contase con una talla del santo a corto plazo.
En los años posteriores aumentaría la devoción a San Antonio de Padua, siendo habitual que en fechas señaladas se hicieran romerías hasta la ermita, la cual se encontraba fuera de la
población. Estas romerías, lejos de asemejarse a las actuales, se realizaban únicamente para orar o para hacer rogativas al santo. El cura ecónomo de Jayena, Mariano Maeso y Bermejo escribió sobre una de estas romerías en 1877:
[…] En los siguientes días 24, 25 y 26, [de mayo de 1877] tuvieron lugar en la matriz las solemnes rogativas por el mismo motivo [exhortando a que se orara por las necesidades del Pontificado], y en todos ellos, después de la Misa cantada, salimos en devota romería á la ermita de San Antonio da Pádua, extramuros de esta villa, donde orando algunos momentos, regresamos al templo parroquial, no sin haber recorrido durante los tres mencionados días, las plazas y calles todas de esta […]
Tras los terremotos que azotaron la comarca en diciembre de 1884 y enero de 1885 la ermita quedó destruida o muy dañada, si bien parece ser que aún conservaba cierta solidez tras el primer temblor del día 25 de diciembre:
[…] En las inmediaciones de lo que fué el pueblo existe una ermita que permanece en pié y a la que se han trasladado las imágenes y el sacramento, que según dijimos ayer, al hundirse la iglesia, fueron instalados en las eras […]
Al comienzo de la Guerra Civil la ermita volvió a sufrir una nueva calamidad, sería saqueada por los milicianos procedentes de la provincia de Málaga, quienes quemaron las dos imágenes que se encontraban en su interior, san Antonio y la virgen de las Angustias, si bien el edificio no sufrió daño. Se puede afirmar que salvo por las reparaciones o mejoras que se hicieran en 1885, por los efectos del terremoto, la edificación con que cuenta en la actualidad la ermita es la misma que se construyera allá por 1858, variando drásticamente su entorno pues a partir de los años 60, del siglo XX, la expansión urbanística que experimentase el municipio provocaría que el oratorio quedara dentro del núcleo urbano.
Familia García Maldonado
La familia García Maldonado era una de las mayores propietarias de terrenos e inmuebles de Jayena junto con los marqueses de Campotéjar, los Linos o los Moles, situación que cambiaría tras la muerte del padre y cabeza de familia en 1855, Francisco García López. El consiguiente reparto testamental entre los cuatro hijos conllevaría la venta de la mayor parte de terrenos e inmuebles a la Casa de Campotéjar y otras familias del pueblo.
Los García Maldonado fueron cuatro hermanos: Angustias, casada con Manuel Vicente Quintero, la cual no llegaría a tener descendencia; Francisco, párroco de Jayena desde aproximadamente 1860 hasta la fecha de su muerte acaecida en 1878; José, que fue vecino de Escúzar; finalmente Antonio, quien estuviera casado con Angustias Pérez Aguado, tía de Martirio Pérez Guerra, esta última esposa de Francisco de Paula Castro. De Antonio García Maldonado todavía queda descendencia en el municipio, aunque quizás éstos desconozcan su filiación. Los García Maldonado estuvieron emparentados, siendo primos de los Orbe García de Pinos del Valle, a su vez emparentados con el cardenal Juan José Bonel y Orbe.
"Foto que aparece en el libro Crónicas de Jayena 1879-1887 de Jesús De Castro Martínez".
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