Este jatareño comenzó a liofilizar especies micológicas hace 16 años y ya cuenta con un museo, el único del mundo de sus características, en su pueblo natal. Ahora acaba de obtener una nueva patente para liofilizar tejidos orgánicos de origen humano, animal o vegetal preparado anatómicamente y conservado.
Ni el propio Antonio Trescastro Mediavilla podía imaginar que su entrada en la Estación Experimental del Zaidín (EEZ) para realizar tareas de mantenimiento se convertiría en la puerta de entrada al mundo de la ciencia y la experimentación.
Tras la que fuera vivienda del ingeniero Santa Cruz, actual sede del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en el Zaidín, y junto a unos invernaderos y laboratorios encontramos una sala en cuya puerta un pequeño cartel de metacrilato nos informa que nos encontramos en “Liofilizados (bajo patente)” y a continuación el nombre y apellidos de este trabajador-inventor. En su interior varias estanterías albergan una amplia colección de setas con sus respectivos nombres científicos sobre pegatinas rojas o amarillas, dependiendo si son tóxicas o comestibles. También en el centro aparecen otras estanterías con pequeñas aves, reptiles y peces liofilizados.
Según el diccionario de la RAE liofilizar significa “separar el agua de una sustancia, o de una disolución, mediante congelación y posterior sublimación a presión reducida del hielo formado, para dar lugar a un material esponjoso que se disuelve posteriormente con facilidad. Se utiliza en la deshidratación de los alimentos, materiales biológicos y otros productos sensibles al calor”. Trescastro lo explica de una forma más breve “con la liofilización lo que hacemos es saltarnos el estado líquido por lo que se va a pasar de sólido a gaseoso,... La especie que queramos liofilizar la congelamos y después con una liofilizadora se le va extrayendo el agua poco a poco. Puede tardar de 24 ó 48 horas, dependiendo de la cantidad de agua que tenga”.
Origen
Su interés por este tema arrancó hace 16 años cuando observó a un científico que estaba liofilizando heces de cabra con una máquina. Tras preguntarle y recibir la pertinente explicación se le ocurrió que se podría aplicar a las especies de setas que buscaba con asiduidad por distintos lugares del Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Alhama y Almijara. De esta forma se podría conocer el aspecto, forma, textura y color en cualquier época del año. Por entonces se fabricó artesanalmente su propia liofilizadora aprovechando para ello el motor de una lavadora y como expositor la propia sala de mantenimiento.