La virginidad femenina en la obra de Federico García Lorca



 Federico canta a la virginidad bajo diversos puntos de vista. Todos ellos impregnados del más recio españolismo. La santa, la muchacha mancillada, la casada frustrada…Todos han sido cantados por el poeta, cuando esta virtud se ha visto atropellada.

Por María Jesús Pérez Ortiz
Filóloga, catedrática y escritora

 Es en el poema de la Anunciación cuando podemos expresar, junto con el poeta, una de las más maravillosas descripciones que puedan leerse en lengua castellana: “Dios te salve, Anunciación/morena de maravilla,/tendrás un niño más bello/que los tallos de la brisa”. Entre sorprendida y gozosa contesta la Virgen al Ángel Anunciador:”¡Ay, San Gabriel de mis ojos!/¡Gabrielillo de mi vida!/Para sentarte yo sueño un sillón de clavellinas.” Y, ahora viene el anuncio de la maternidad conservando la virginidad: Dios te salve, Anunciación,/bien lunada y mal vestida,/tu niño tendrá en el pecho/un lunar y tres heridas”. No puede ser más dulce y sencilla la contestación de la Virgen:”¡Ay San Gabriel que reluces!/¡Gabrielillo de mi vida!/En el fondo de mis pechos/ya nace la leche tibia”.Y, verificado el milagro, se ha producido el Misterio de la Encarnación: “El niño canta en el pecho/de Anunciación sorprendida./ Tres balas de almendra verde/tiemblan en su vocecita.”

 Cuando el poeta desciende del comentario de la Santidad, cuando quiere expresar el deseo sexual de una mujer cualquiera, pero que conserva su virginidad, nos dice: “Como un incensario lleno de deseos,/pasas en la tarde luminosa y clara/con la carne oscura de nardo marchito/ y el sexo potente sobre tu mirada…” “La casa de Bernarda Alba”, está íntegramente dedicada a la lucha que en cinco hermanas existe entre el deseo sexual por un hombre y la defensa de la virginidad. Una de ellas, la menor, se desprende de todos los prejuicios represivos y consigue, aunque sólo fugazmente, entregarse al hombre que ama. Es tal su pasión que la proclama en voz alta, hasta excitar la envidia de sus hermanas. Cuando recapacita en su pecado y teme presentarse deshonrada ante su familia y, sobre todo, ante su madre, hembra furiosa y terrible, española total, se ahorca en el desván. Espantosa es la reacción de su madre. Acalla su sensibilidad ante el suicidio de la hija y sólo piensa en el comentario que puede surgir del pueblo y de las otras hijas. Hay un solo pensamiento para pronunciar la muerte de su hija: Que todo el mundo sepa que no ha perdido la virginidad. Y dice en la última frase de la obra:”¡Mi hija ha muerto virgen! Llevadla a su cuarto y vestidla como a una doncella. ¡Nadie diga nada! ¡Ella ha muerto virgen!”.

 Se deduce de toda la obra citada que la defensa de la virginidad en la mujer española, en buena parte, es terror a la maledicencia de las gentes, aumentado porque su madre representaba todo el terror y el fanatismo de la hembra castellana. En días anteriores, en el pueblo donde se desarrolla la acción habían intentado los mozos linchar a una pobre muchacha, por el delito de haber abandonado un hijo natural. Del concepto que esa madre tenía sobre la virginidad perdida bastará que la escuchemos en una de las imprecaciones más espantosas y más faltas de caridad que se dan en la historia del pecado. A punto de ser linchada por la multitud, ella no desea que muera la pecadora. Quiere verla sufrir y como ejemplo propone:”¡Carbón ardiendo en el sitio del pecado!”

 En otra obra del teatro lorquiano, “Bodas de sangre”, describe a una muchacha que el mismo día de su boda huye con su antiguo novio, pero sin dejarse poseer carnalmente por él. Cuando vuelve arrepentida, después de la muerte y acuchillamiento de su marido y de su antiguo novio, sólo piensa en que nadie crea que ha perdido la virginidad, y ante todas las mujeres del pueblo exclama: “Quiero que todo el mundo sepa que soy limpia, que estaré loca, pero que me pueden enterrar sin que ningún hombre se haya mirado en la blancura de mis pechos”.

 García Lorca llega a exponer la mayor tragedia en la pérdida de la virginidad, cuando ésta ocurre en el incesto. Acude a la mitología y nos muestra a Thamar en un momento de ensueño sexual excitante: “Thamar estaba soñando pájaros en su garganta,/al son de panderos fríos y cítaras enlunadas./Su desnudo en el alero pide copos a su vientre/y granizo a sus espaldas”. Su hermano Annon la sorprende en un momento de exaltación. Pretende conquistarla y ella le rechaza débilmente sintiendo que su carne falla: “Son tus besos en mi espalda/avispas y vientecillos/en doble enjambre de flautas”. Es, por fin, violada por su propio hermano, y la rotura del himen produce tal tristeza en el poeta, que sólo acierta a exclamar: “Corales tibios dibujan/arroyos en rubio mapa”. Pero lo maravilloso es la reacción que la virginidad frustrada produce en un grupo de hipotéticas vírgenes gitanas que, como cumpliendo un rito, empapan cuidadosamente la sangre derramada del sexo desgarrado: “Alrededor de Thamar/gritan vírgenes gitanas/y otras recogen las gotas/de su flor martirizada”.

 Si volvemos a “Bodas de Sangre”, sentimos un temblor de emoción cuando nos describe la presentación de los novios en un pueblo, que puede ser cualquiera de la ancha geografía española. La madre del novio lo presenta a la familia de la que será su mujer con estas nobles y sencillas palabras: “Mi hijo es hermoso. No ha conocido mujer. La honra, más limpia que una sábana puesta al sol”.  En la respuesta del futuro suegro hallamos una definición escueta de la hacendosidad y el recato de la hembra ibérica:”¿Qué te digo de mi hija? Hace las migas a las tres, cuando el lucero. No habla nunca, suave como la lana, borda toda clase de bordados y puede cortar una maroma con los dientes”.

 Escuchemos lo que sigue… ¿Cómo espera el hombre español a su futura novia el día de la boda? Tal como lo describe el poeta. No el andaluz, sino el español total: “Despierte la novia la mañana de la boda,/que los ríos del mundo lleven su corona,/que despierte con el ramo verde del laurel florido./ Al salir de tu casa, blanca doncella,/acuérdate que sales como una estrella/limpia de cuerpo y ropa./Al salir de tu casa para la boda”.

 Ochenta años después de la muerte del universal poeta granadino, su palabra, fuente de vida, seguirá vibrando, inmortal, para deleite y regocijo de todos los amantes de la literatura.