El primer club rotario del mundo se fundó en 1905 en Chicago por el letrado Paul Harris. El nombre de Rotary fue escogido debido a las originarias reuniones que tenían lugar en distintos lugares de sus miembros que rotaban a lo largo del tiempo.
María Jesús Pérez Ortiz
Filóloga, catedrática y escritora
En 1922 este nombre se cambió por el de Rotary Internacional por haberse creado diversas ramificaciones en diversos países. El proyecto más importante y reconocido por las Naciones Unidas fue la erradicación mundial de la polio.
En 2002, la Fundación Rotaria se asoció con diversas universidades del mundo con el objetivo de la creación de centros para Estudios Internacionales a favor de la paz; entre ellas: la Universidad Cristiana Internacional de Japón, la Universidad de Bradford en Inglaterra, la Universidad de Carolina del Norte, la Universidad de Duke, la Universidad de California, Berkeley (EE.UU.)...
El Club Rotary ha sido objeto de críticas debido a algunos aspectos de su estructura y obra social. Todo ello debido a que se le achacaba ser una organización elitista, dado que, en teoría, permite a empresarios, industriales y grandes capitales relacionarse y crear contactos. Pero, al parecer, lo cierto es que abren sus puertas a representantes de todos los niveles económicos, con la única finalidad de promover acciones altruistas y filantrópicas. Entre los rotarios famosos figuran: el Príncipe Bernardo de Holanda, Rainiero de Mónaco, Margaret Thatcher, Jonhn F. Kennedy, el escritor alemán Thomas Mann, entre otros muchos. Se trata de una organización similar a la del Club de Leones, cuyos miembros realizan su trabajo de forma completamente desinteresada, con la única misión de ampliar sus horizontes más allá de los intereses personales, en beneficio de bien común. Así ha sido definido: “se trata de una actividad social, asumida en forma voluntaria, por personas que se integran en una entidad sin fines de lucro, conscientes de su responsabilidad con el prójimo y la sociedad...” También forman parte de sus objetivos, el reconocimiento de los valores morales, culturales y científicos de personas e instituciones que, en cada ciudad, hayan logrado destacarse dentro y fuera de la misma. Ello no es sino un justo y merecido reconocimiento a todos aquellos que engrandecen a sus ciudades con sus hechos.
Los rotarios y su fundación propician la comprensión mundial, la paz y la buena voluntad a través del mejoramiento de la salud, el apoyo a la educación y la mitigación de la pobreza. Sin ánimo de lucro, dependen de las contribuciones voluntarias efectuadas por ellos mismos y benefactores, quienes comparten la visión de un mundo mejor.
El primer club constituido en España fue en Madrid en octubre 1920, siendo disuelto tras la guerra civil. Tuvo su sede en el hotel Palas de la capital española, y se nombró primer presidente al cirujano dentista Florestán Aguilar que, a finales del siglo XIX, tuvo la ocasión de atender a la Reina María Cristina, madre de Alfonso XIII, tras un aparatoso accidente sufrido en la casa de Campo de Madrid. Quedó tan agradecida que le nombró dentista de la casa Real.
El primer club rotario de Andalucía nace en Málaga en 1927. Estuvo constituido por una serie de empresarios y reconocidos profesionales que gozaban de gran reputación en la sociedad malagueña, cuyas reuniones tenían lugar en el emblemático Hotel Regina (actual edificio Edipsa de Puerta del Mar) de una ciudad a la que ya se atribuía el calificativo de “cosmopolita”, siendo su primer presidente Juan Antonio López Martín, industrial bodeguero, prototipo de la clase media acomodada y progesista. La política y la religión quedan al margen. Su principal objetivo: mejorar la ciudad.
Sus actividades consistían en visitar fábricas y centros de actividad económica, en reunirse con ilustres personalidades del mundo de la cultura, del cine, de la literatura...; con el afán de que Málaga fuera digna merecedora del calificativo con el que se la universaliza. Sacaron adelante proyectos vitales para la ciudad como su primer campo de golf o el aeropuerto e importantes obras sociales como el Instituto Municipal de Sordomudos y Ciegos. Entre ellos figuran nombres tan conocidos en Málaga como José Álvarez Gómez, Juan Temboury, Enrique Laza, Fernando Guerrero Strachan, Carlos Rein o Enrique Van Dulken, entre otros.
El profesor e historiador malagueño Elías de Mateo ha conseguido rescatar del olvido la fragmentaria historia de “Los rotarios en Málaga”, título de su importante investigación. Nos dice el profesor de Mateo: “Para mí fue significativo lo que me contó el periodista del diario Sur Juan Antonio Rando: él encuentra una nota de la Unión Mercantil sobre los rotarios, lo anuncia en la sección “Málaga hace 25 años”, contando que al día siguiente dará los nombres de los asistentes a la reunión y se moviliza Málaga entera para que no se publique”.
La censura franquista no quería ni oír hablar de los rotarios, por mucho tiempo que hubiera transcurrido desde su desaparición al inicio de la guerra civil. La oposición de la Iglesia católica fue rotunda por creer erróneamente que se trataba de una institución masónica dado su talante laico e independiente. “No somos masones” se declaran. “Estamos apartados de esos rituales más propios de una secta, que de una asociación filantrópica en libertad. Nuestros nombres son públicos y figuran en todas nuestras guías. Cualquiera puede acudir a un club rotario a participar en una de las charlas o conferencias y aportar su propia opinión”. Sea como sea, estas dos organizaciones prohibidas en España durante los 40 años de dictadura, se han confundido, entre otras cosas, por compartir una praxis similar: filantropía y humanitarismo, dos pilares de la caridad cristiana.
En 1977, con la nueva Ley de Asociaciones, reanuda sus actividades aprobando, entre otras, una resolución sobre los derechos humanos. Había muchas razones para olvidar el importante papel de los rotarios malagueños. Hoy, al parecer, con una gran dosis de ilusión regresan del silencio.