Acaba de cumplirse un año de la desaparición de uno de los árboles catalogados como 'singulares' por la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de la Junta de Andalucía: el Pino de las Cinco Ramas.
Mirador del Pino de las Cinco Ramas, siete de enero de 2019
Fue durante la comida de Año Nuevo, uno de los momentos en que nos reunimos quienes formamos parte de Alhama Comunicación. Al final del día, cuando ya se procedía a las despedidas, Jesús Pérez Peregrina hizo un comentario casi de pasada. "Mariló, hace unos días se cumplió el primer año de la muerte del Pino de las Cinco Ramas. ¿Has pensado en escribir algo sobre ello?" Acepté de inmediato mientras caía en la cuenta de que hacía tiempo que no visitaba ese lugar; por eso, y aunque de primeras pensé que sobre el extinto Pino de las Cinco Ramas quedó ya todo dicho y escrito en su momento, resolví hacerle una visita para ver cómo estaba e incluso mantener una charla con ese viejo amigo vegetal.
El pasado siete de enero, último día festivo de la Navidad, amaneció realmente gélido. A las diez de la mañana la temperatura en el paraje del Mirador del Pino de las Cinco Ramas era de tan sólo cuatro grados bajo cero, a pesar de que el sol ya empezaba a remontar en el cielo resplandeciente, alto y azul. Todo parecía cuajado en el silencio de esa mañana de oro frío. Como era de esperar el lugar estaba desierto, así que dejé la mochila en el suelo y me acerqué para observar a placer el punto donde cayó herido de muerte -la madrugada del once de diciembre de 2017- el Pino de las Cinco Ramas, el legendario árbol que cedió su nombre a ese rincón del Parque Natural Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama.
Un ejemplar de pino piñonero se plantó en homenaje al histórico árbol caído
Para mi sorpresa, apenas encontré nada cambiado. El cartel original que describe ese espacio continuaba en su sitio, así como el pequeño pino piñonero (Pinus Pinea) que se plantó al pie mismo del lugar que dejó libre su añorado predecesor. A su lado -y algo deteriorado, por cierto- quedaba el cartel conmemorativo del sentido acto popular que dio lugar a la siembra del citado arbolito, organizado por el Club de Senderismo Navachica de Jayena, al que tantos lugareños acudieron por colaborar en la tarea. Aparentemente todo estaba igual: la antiestética pero imprescindible valla metálica que protege al joven pino del ataque de los herbívoros, la pequeña canal hecha con tejas de barro que facilita su regado… incluso la base del tocón desgarrado y una parte del tronco del secular Pino de las Cinco Ramas parecían intactos, como si no hubiesen transcurrido los últimos doce meses.
Una canal hecha con tejas de barro facilita el regado del pino
¿Cuánto puede crecer, cómo debería desarrollarse un pino silvestre sano a lo largo de un año? Un invierno, una primavera, un verano y un otoño completos se han ido sucediendo desde la mañana de aquel once de febrero de 2018 -tan fría y brillante como la de ese mismo día- en la que el nuevo árbol fue colocado, en medio de un ambiente casi festivo, en el punto que ocupa hoy. Examiné sus ramas y, aunque no soy una entendida, pude comprobar que el arbolito ha crecido un poco en este tiempo. Aun así, el color de sus agujas -me dio la impresión- no parecía quizá tan verde como el de los pinos adultos que tiene a su alrededor. Sin embargo ahí resistía el pinillo valiente, obstinado y enhiesto, ayudado por un palo que lo sujeta con firmeza a la valla que lo circunda, desafiando fríos y calores, vientos y tormentas, sin dejarse doblegar por los severos rigores del clima almijareño.
Un trozo de palo mantiene derecho el tronco del arbolito
Todavía se aprecia claramente la base del pino original
Entonces reparé en el gran segmento de tronco del Pino de las Cinco Ramas que yace justo por detrás, a un lado del tocón que marca el lugar que ocuparon sus raíces. Me acerqué a él, me quité los guantes y lo toqué con una mano: estaba helado, pero a simple vista daba la impresión de que no ha perdido ni una pizca del grosor que tuvo en vida. Me vinieron a la cabeza mis propias palabras, aquellas que escribí cuando todos supimos de su muerte inesperada. "…La bella y original silueta del Pino de las Cinco Ramas le había convertido en uno de los árboles catalogados como 'singulares' por la Junta de Andalucía y, como tal, se encontraba especialmente protegido, pero eso no le ha salvado de su destino. Hace tiempo ya que sus cinco pies se habían ido partiendo uno a uno debido al embate, durante mil inviernos, de incontables tormentas, quedando reducidos primero a cuatro y después a dos, hasta que el árbol, mutilado como un héroe de guerra, fue poco a poco perdiendo su vigor. Y no ha sido un voraz incendio, ni una enfermedad insidiosa, ni tampoco su avanzada edad la causa de su final. Tuvo que ser otro vendaval colérico e incontrolable, esta vez con nombre propio -la tormenta Ana- el que, pasando por encima de las copas del extenso pinar que lo rodeaba, escogió al veterano pino para envolverlo en su mortífero abrazo. De modo imprevisible llegó lo previsible: la fuerte embestida de un golpe de aire, un ensordecedor crujido de maderas rotas y el viejo pie debilitado, que cedió definitivamente. En la oscura madrugada del once de diciembre de 2017, mientras nevaba, el Pino de las Cinco Ramas claudicó por fin y a la mañana siguiente dejó ver su inmenso cadáver caído en el camino, doblegado para siempre, cubierto por una ligera capa blanca…"
Una parte del tronco del Pino de las Cinco Ramas continúa en el mismo sitio donde fue abatido
Y es que el tamaño y enorme peso de ese tronco han impedido que pueda ser retirado en su totalidad. Una sección, la menos gruesa, se cortó en grandes rodajas que fueron llevándose consigo como recuerdo los vecinos más nostálgicos, los amigos de aquel árbol simbólico. Las ramas más delgadas, convenientemente troceadas, sirvieron para calentar muchos hogares ese invierno, mientras que el follaje menudo fue picado, cribado y ahora forma parte del terreno. El Pino de las Cinco Ramas, útil en su vida y en su muerte, lo dio ya todo; todo lo que puede ofrecer un árbol. Pensé que, al fin y al cabo, no era mala idea dejarlo tal y como está, custodiado por las siluetas del Cerro de la Chapa, el Lucero, Piedra Sillada y el Cerro Cabañeros, que lo vieron germinar y crecer hace más de dos siglos. Ahora son sus restos los que escoltan a su pequeño sucesor, que no sustituto, pues ocupar un lugar que ha quedado vacante no es sustituir. El Pino de las Cinco Ramas y su heredero se encuentran acompañados a su vez por un bosque de pinos entre los que, no me cabe duda, crecen muchos hijos del gran árbol vencido. Muy cerca, en un llanillo estratégico, una sección de su tronco fue dejada por alguien -tal vez a propósito- de manera que constituye un inmejorable asiento que invita a contemplar el paisaje y, sobre todo, a reflexionar.
El pasado once de diciembre se cumplió el primer año de la desaparición del genuino, legendario, singular, majestuoso, significativo y único Pino de las Cinco Ramas. El ser humano, ay, gusta de ser algo tanático: de rendir homenajes póstumos, ofreciendo a los que han muerto -sean quienes sean o sean lo que sean- atenciones que no se prodigaron cuando estaban vivos. Ya no cabe preguntarse si se pudo atender mejor al veterano árbol cuando todavía se mantenía en pie. Podría ser que le hubiese llegado su hora, a pesar de todo. Echado para siempre a un lado del camino -inerte, inconmovible ahora a nuestras atenciones últimas, indiferente al paso del tiempo- ese tronco, todavía investido de su antigua majestad, constituye el mejor recordatorio de sí mismo. Del inolvidable Pino de las Cinco Ramas.
Texto y fotos Mariló V. Oyonarte