Benardo el de Consuelo (y II)

He aquí la segunda y última parte del recuerdo que hemos elaborado sobre “Benardo” el de Consuelo.

 Asistimos aquí a una relación sucinta de las pruebas y tribulaciones – y también goces y alegrías -  que hubo de transitar “Benardo” en su peregrinar por este mundo.

Agradecimientos a:
• A Olimpia (Oli), su hija, la narración tan hermosa y bella que ha redactado, entreverada de emoción, amor y cariño hacia su padre, acompañada de profusión de fotos y coplillas. 
• A Antonio “el del Lolo”, por los datos, relato y fotos aportadas
Dignos hija y sobrino de ese personaje portentoso que se llamó y se llama “Benardo”, el de  Consuelo.
• A Pepi Zambrano, por facilitarnos la coplilla “La herencia de los Zambrano”.
• Y, en general a todos los que se han asomado a estos dos relatos sobre “Benardo”, con la esperanza de que los hayan encontrado amenos, divertidos, y causa para que no se olvide a esta persona tan esencial para el pueblo.

Benardo el de Consuelo (y II)
Precisamente un hombre es un poeta
cuando puede ser, 
espontánea y naturalmente, 
lo que es.
(Juan Ramón Jiménez)
 
 Dice Wenceslao Fernández Flórez que el humor es una actitud ante la vida, que profesarlo hace llevaderas las cargas y pellejerías de la vida, que de otro modo serían insoportables. Benardo lo sabía bien. Y lo vamos a comprobar de inmediato: en esta segunda parte bucearemos en su vida. Al hilo de la narración que nos ha elaborado Oli, su hija, seguimos su trayectoria vital, ilustrada con fotografías que también nos ha proveído Oli.
 
 “Mi padre nació en Cacín. De su niñez no puedo aportar mucho, ya que él no contaba nada de esa época. Fue poco al colegio, como todos los de su edad; sólo leer, escribir y las cuentas como ellos decían. “


  Nació en 1926, hijo de Fernando Moles Salcedo (en la foto adjunta, cortesía de Antonio Ciruela) y Consuelo Monte Espada. En esa época, eran afortunados los que se podían permitir pasar por la escuela. Aun así, era admirable ver cómo se defendían con las cuentas y los garabatos aquellos colosos; entre ellos, nuestros padres.
 
 “Era un hombre sencillo. Trabajaba en el campo de sol a sol, en un pueblo pequeño, donde no había mucha vida; pero él se las ingeniaba para pasarlo bien con su gente. Estaba harto del campo, y en una ocasión le comentó a un amigo:
• ¿Por qué no noh vamoh a loh curah, que allí no pazamoh ni frío ni caloh, y el chato de vino eh gratih?. 
 No se hizo cura, pero fue un hombre muy creyente y acudía a misa siempre que podía. “
Ese, exactamente ese, era unos de los rasgos distintivos de Benardo; chistoso y ocurrente, pero al mismo tiempo sumamente respetuoso con todo el mundo tiempo. Reírse con, no reírse de. En la preposición estriba la diferencia. Y por esa manera suya de ser y estar, se ganaba a la gente, que lo adoraban.
 
 “De joven junto con sus amigos empezó a gustarle todo lo referente al carnaval y disfraces y a contar chascarrillos como él decía, y, a su manera, se le daba muy bien. El escribía sus coplillas y las memorizaba. Después, las rompía; por eso nos queda poco de lo que escribió. Tenía una facilidad para memorizar increíble, y nunca guardó nada.” 
 
Esto no hay que glosarlo ni explicarlo; estaba en el ADN de Benardo.

 “Con los años, conoció a mi madre, a su Mari, como él le decía y se hicieron novios. Como en todas las relaciones, hubo discusión, y lo dejaron. Él pensó que lo mejor era irse de Cacín, y se fue a Onil, donde vivían sus hermanas. Allí estuvo un tiempo trabajando de albañil. Como era muy gracioso, las chicas se fijaban en él, y más de una se enamoró, según me contaron ellas mismas. Pero mi padre echaba de menos a su María, y se fue para Cacín. La volvió a enamorar, y antes de un año estaban casados. Mi madre era mucho más seria que él, y el carnaval no le gustaba - sus grandes discusiones eran siempre por lo mismo: porque le quitaba la ropa, porque le quitaba los pañuelos, se disfrazaba y montaba una fiesta. “
 
Genio y figura; no había forma de embridarlo… ese fue el Benardo que conocimos y quisimos
 
 “Tuvieron dos hijos, niño y niña. Y allí, en su Cacín, trataron de sobrevivir, pero no era posible: sólo había trabajo de campo; y dinero, poco. Mi padre enfermó, y lo operaron a vida o muerte. Los médicos le aconsejaron cambiar de trabajo y hábitos. 

 Cuando llegaba el verano, se iba a un pueblo de Badajoz llamado Montijo a vender helados con un carrito de aquellos antiguos. Vendía en la puerta de un teatro, y él contaba que allí conoció a Manolo Escobar, que le compró más de un cucurucho. Se ganaba unas pesetas extras, y otra vez para Cacín.”


  Absolutamente asombroso. Mientras Manolo Paletas sacaba su carrillo de helados por Cacín, Benardo decidía emigrar nada menos que a Badajoz (los desplazamientos entonces eran agónicos), a hacer lo propio. Y sobrevivía así, e incluso ahorraba...la pasta de aquella gente era ciertamente especial.
 
 “Cuando yo tenía 3 años, pensaron en irse a vivir a Granada, y allí trabajó en fábricas de suelos. Pero el dinero seguía siendo muy justo, y lo pasaba mal, la verdad. Mi padre era un hombre de misa diaria, siempre iba a la iglesia de los Capuchinos. Allí fue conociendo a nuevos amigos muy distintos a él, porque todos eran hombres de mucha cultura y carrera; pero a él no le importó. Juntos organizaron un comedor social: “San José obrero”.  Mi padre, cuando terminaba su trabajo, y en los fines de semana, les ayudaba de camarero. Estos amigos nunca supieron que él era otro necesitado más de los que allí iban a comer, y nunca les pidió nada. Ayudaba a todo el mundo, y no pedía nada para él, hasta que mi madre lo hizo. Ella era más valiente. Estos amigos no se lo podían creer. 

Estos nuevos amigos vieron que mi padre tenía una memoria fuera de lo normal, y pensaron que tenía capacidad para estudiar algo, y así prosperar en la vida. Le ofrecieron pagarle los estudios en un colegio frente a la Cartuja, pero él se negó porque tenía muchos miedos. Les decía:
 
• Vozotroh lo veih mu fácih, porque zoih hombreh de carrera, y yo un zimple obrero - les explicaba.
 
 Y al final no lo intentó. En esta etapa de su vida se inventaba sus coplillas y a sus nuevos amigos les sacó más de una en plan broma.”

 De nuevo el ejemplo de la gente humilde, que es siempre la más generosa, empática, altruista y solidaria. “De todas las variedades de la virtud, la generosidad es la más estimada”, decía Aristóteles. Reventado del trabajo diario, aún le quedaban arrestos para aliviar a los que estaban peor que él. Dignidad y decencia se llama eso. “Cuando yo doy, me doy a mí mismo”, apostillaba W. Whitman. Benardo lo sabía y hacía cierto el refrán de que quien mucho da, mucho recibe. Sin embargo, quizá erró al no dejarse ayudar. La gente de su generación tenía tan desarrollado el sentido de la responsabilidad y la obligación de supervivencia, que no podía arriesgar fiar a inciertos sueños el bienestar de su familia. Y, de todos modos, Benardo daba lo que tenía, que era mucho: su tiempo, su esfuerzo, y su magnífico humor.

 Uno de esos compañeros era un teniente coronel. Un día, este hombre llegó tarde al comedor, porque se equivocó de autobús. Y al bueno de Benardo le faltó tiempo para componerle estas coplillas sobre autobuses y destinos, tal y como nos la ha enviado Oli:

 “Pasaron 4 años, y hala, otra etapa nueva. Sus hermanas de Onil le comentan que por qué no se va para allá, que hay mucho trabajo; y, después de mucho pensar, para allí que nos fuimos. Fue muy duro para él dejar familia y amigos, pero había que sobrevivir, ya que en Granada, con 300 pesetas al mes, no les llegaba para vivir. Dejó familia y amigos que nunca olvidó: siempre que regresaba a Granada volvía a visitarlos. 

 Ahora tocaba a empezar de nuevo aquí en Onil. Todo era diferente. Había mucho trabajo, y pronto encontró amigos nuevos, que también le ayudaron a encontrar un nuevo trabajo en fábricas de muñecas, donde ganaba el doble que en Granada. Y así sacó su familia adelante. Tuvo su tercer hijo, otro niño, que vino de sorpresa; pero consiguió salir adelante con la ayuda de su María, una mujer muy fuerte que podía con todo.”
 
 La emigración conlleva aparejado el desarraigo. Por suerte, en Onil había muchos brazos y corazones dispuestos a acogerlos y a mitigar los vacíos y añoranzas de la pérdida de sus queridos entornos humanos y naturales. De nuevo la solidaridad y afecto de sus gentes le abrieron paso en las difíciles veredas de la vida.
 
 “Por Navidad siempre volvíamos a Cacín, y él se lo pasaba muy bien recorriendo aquellos bares, y parándose en cada esquina para hablar con la gente, que, en cuanto lo veían, le recordaban aquellos tiempos en que él se disfrazaba y cantaba sus coplillas. Nada más llegar a Cacín los jóvenes del pueblo lo iban a buscar para cantar por las calles. Uno de ellos, un tal Miguel Ángel, un jovencito con su guitarra a cuestas, y otro más, cuyo nombre no recuerdo.“
 
 Así era. Nada más tener noticia de que Benardo había vuelto, los herederos del juglar entendían que la tradición había que continuarla; y para ello nos arrimábamos al mejor, al number one, al que poseía el don tan preciado que nosotros envidiábamos: el humor, los versos, la chispa del ingenio, la broma transgresora de la chirigota y el carnaval hecha copla. Recuerdo que, guitarra en mano, me iba a buscarlo, acompañado de Salva, Pepe, mi tocayo Miguel Ángel, Jesús, y cualquier otro de la banda que por allí se hallare. Él nos acogía con bondad y solicitud, como hacen los maestros con sus discípulos y aprendices, y de inmediato comenzaba a maravillarnos disparando coplillas en modo ametralladora. Jesús García, “Jesusito”, sobrino del poeta, nos recuerda una anécdota de esos días:
 
 “Después de una cena de Nochebuena en casa de mi tía Rosario en el paseo, fuimos, como era tradición, casa por casa pidiendo que nos pusieran una copita de anís. Y, al llegar a la casa de mi tío Julio y mi tía Conchita, se inventó esta corta pero ocurrente y divertida coplilla:
 
A esta casa hemos venío
a pedir una copita
si no nos la pone Julio
que nos la ponga Conchita”
 
Esas coplillas a bote pronto le brotaban a Benardo de la garganta de manera natural.


 “En Onil nunca dejó de hacer poesías como el las llamaba. Alguna, a su Virgen de la Salud; y cada 23 de abril, al pasar la procesión, las tiraba al aire en su honor. Participó en las fiestas de moros y cristianos, y salía en una comparsa de moros, disfrazado, como él decía, sin perderse ningún acto. Lo que más le gustaba eran las vacaciones de verano, se alquilaba un apartamento durante un mes en la playa y allí era súper feliz con su familia.” 
Los versos de Benardo eran su alter ego. ¿Cómo prescindir de ellos?.
 
 “Más tarde fue abuelo de 3 niños y 1 niña. Estaba muy orgulloso de ellos. Sus dos hijos dos varones eran músicos. Tocaban el clarinete. Y sus tres nietos también son músicos: dos con el clarinete, y uno con la trompa. El más pequeño se dedica de pleno a la música y a componer. El estaría muy orgulloso de él. Algo de su abuelo sacó. “
 
 No hay duda de que Benardo se siente satisfecho y muy orgulloso de su descendencia; máxime cuando aquellos han escogido los caminos musicales, que tanto a él le apasionaron.
 
 “Mi padre murió a los 80 años por un maldito cáncer fulminante. Perdió casi toda la vista, que fue lo más duro para él. Pero, en el fondo, fue un hombre muy feliz, siempre alegre y contento”.
 
 Primoroso y emotivo el relato de Oli, su hija, que lo adoraba; sobrepasa la altura del tributo que aquí le rendimos. El fallecimiento ocurrió, pues, en 2006; sus restos reposan en Onil, la patria de acogida, su segundo Cacín, al que siempre agradeció que le diera esa segunda oportunidad.
 
 Pero volvamos a disfrutar de su genialidad. He aquí una selección de coplillas que nos ha remitido Oli, y que reproducimos aquí, con la intención de que no desaparezcan.
 
EL HURÓN
 
Saludamos a Dimetrio
Que es un hombre de razón
Su Amaro le aconsejaba
Que se comprara un hurón.
 
Y Dimetrio muy enfadado
A su Amaro le decía
Déjate tú de hurones
Que no quiero cacería.
 
Por fin le compró el hurón
Y tuvo muy buena mano
Se comió 7 gallinas
Y mató 7 marranos.
Dimetrio cuando vio aquello
Decía yo no me explico
Como habrá matao los guarros
Este bichillo tan chico.
 
Lo cogió de la cabeza
Y lo estrelló en la pared
Y Dimetrio le decía 
acabaste de comer
 
Y su Amaro muy enfadao
Porque le mató el hurón
Apañó los pasaportes
Y a Vitoria se marchó.
 
LA BOTICA
 
A la botica señores
No vayáis sin dinero
La boticaria no fía
Ni a ricos ni obreros.
 
El otro día este muchacho
Que tenía mal de amores
Se marchó a la botica
Recomendao por Primores.
 
La boticaria le dice
Que si llevaba dinero
Y el muchacho le contesta
Yo soy hijo de vaquero.
 
Estas cosas de boticas
No se pueden dar fiás
Ni a los ricos ni a los pobres
Aquí no vengáis por na.
 
El que quiera medicinas
Tiene que traer receta
Con el dinero en la mano
Y no hacer la puñeta.
 
El muchacho se marchó
Y el pobre se va a morir
Porque tiene mal de amores
Por una chica de aquí.
 
LOS TOREROS
 
Señores quieren saber
Los nombres de estos toreros
Marcial Lalanda y Belmonte,
El Gallo y el Atarfeño.
 
Tres hermanos Bienvenida
Gitanillo de Triana
Pérez y Paco Rodríguez
Y este Niño de la Palma.
 
Chicolo, Goma y Zurita
Humberto y Emilio Villares
Nobertino y el Machaco 
Estos son los mataores.
 
Los demás banderilleros
Qué pronto los desanimaron
En la plaza de Cacín.
La alternativa l’han dao.
 
Aquí termina la historia
Señores de estos toreros
Ya estamos tos jubilaos
Y con muchísimos dineros.
 
EL SOLTERÓN
 
A José el de Pocapaja
Venimos a saludar
La cuadrilla de toreros 
Y a su madre por igual.
 
Nosotros te aconsejamos
Que te debes de casar
Tú te la traes al cortijo
Y disfruta el capital.
 
Tú no has visto es mocita
Con la manga japonés
Algunas están diciendo
En qué pensará José.
 
Te buscas una mocita
Que son toas mu apañás
Tú la traes al cortijo
Y verás qué bien te va.
 
Tu madre está deseando
Que busques una mujer
Y antes que ella se muera
Ver casao a su José.
 
Con esto nos despedimos
Con alegría y contento 
Quédate con dios José 
Y que hagas buen casamiento.
 
LA BURRA
 
Dos mocitos de Cacín
Por cierto, que son cuñaos
Han tenido buena herencia
Que su suegra l’ha dejao.
 
El suegro les dio una burra
Embarazá del caballo
Ellos esperan la cría
Para últimos de mayo.
 
Todas las noches se acuestan
Y no paran de pensar
¿Dónde ponemos la burra
Que no se vaya a esgraciar?
 
Los muchachos muy contentos
Con su gran burra de cría
Y ahora viene a resultar
Que la burra está vacía.
 
Si quieren saber señores
Quién eran los herederos 
Eran Luisillo el del cojo
Y su cuñao Juan Guerrero.
 
LOS MULOS
 
Pongan atención señores 
de un caso que voy a contar
Que le ocurrió a un muchacho
Que el otro día fue a arar.
 
El hombre cogió la yunta 
Y a darle agua marchó
Y en el camino del río
Un mulo se le perdió.
 
Cogió el camino los Llanos
Por medio del olivar
Cuando llegó a la besana
Entonces miró p’ atrás.
 
Al ver que no lleva el mulo
El solo va y se pregunta 
¿Dios mío, cómo estoy yo
Para perder media yunta?
 
Se vuelve el hombre p’ atrás
Diciéndose estas palabras
¿El mulo lo traía yo 
O lo habré dejao en la cuadra?
 
El muchacho cabreao
Sin saber lo que había sido
Y ahora viene a resultar
Que lo había dejao en el río.
 
Los hombres de este pueblo 
Deben de tener cuidao
Que no les vaya a pasar
Igual que a Antonio Delgao.
 
EMIGRANTE
 
Yo salí de Andalucía 
De mi pueblo que es Cacín
Y vine a buscar trabajo a Onil.
 
He tenido mucha suerte
Aunque yo era andaluz
Yo me encomendé muy fuerte
A la Virgen de la Salut.
 
Madre mía dale trabajo
A este pobre emigrante
Que se ha venido contigo
A este pueblo de Alicante.
 
Yo hablé con unos señores
Y un domingo por la noche
Me vinieron a buscar
Para la fábrica de Toyse.
 
Yo empecé a trabajar
Ya se aliviaron mis penas
Y mi mujer y mis hijos
En la casa haciendo faena.

Ya seguimos adelante
Ahora vivo muy feliz
En la provincia de Alicante
Y en esta villa de Onil.
 
Los mayores que vinimos
Ya estamos todos jubilados
Y los hijos que trajimos 
casi todos ya casados
 
Con maños y con manchegos
Andaluces y valencianos
Hemos liado un revuelto 
Que ya no nos aclaramos.
 
Ya tenemos todos nietos
Con un poco de revuelto
Cada uno con los suyos
Todos estamos contentos.
 
Y con esto se despide
Este emigrante andaluz
Las gracias se las debemos 
A la Virgen de la Salud.
 
 En esta colección de genuinas gemas, no podemos dejar fuera una de sus últimas composiciones, dedicadas a los mayores, y muy apreciada por estos. Extractada por la propia Oli, dice así:


  Al cierre de este texto, me llega esta coplilla que me ha logrado rescatar Pepi Zambrano (¡gracias!), que Benardo dedicó a la familia de los Zambrano, relativa a una supuesta herencia de una “chacha” de Cuba:
 
LA HERENCIA DE LOS ZAMBRANO
La familia de los Zambrano
Han tenido buena ayuda
De una herencia que han cobrado
de su chacha la de Cuba.
 
Una mañana temprano 
vino su chacho Ricardo,
si me dais cinco duros,
Yo sus busco el apaño.
 
Cinco duros dio José,
Otros cinco dio Ricardo
Cinco Carmen la Gregorio
Y otros cinco dio su hermano.
 
Y María la Murciano
también dio cinco duricos
Cinco su hermano Paco, 
Y otros cinco dio Rubico.
 
Patrocinio muy contenta
A su chacho le decía
Pásese usted por mi casa
Yo le echaré la comía.
 
Y la Sorfina decía
Es que son cuatro millones
Aunque nos gastemos uno
Quedan tres pa los pelones.
 
Los Zambranos muy contentos
Con la muerte de su chacha,
Dentro de muy poco tiempo
Tiraremos la capacha.
 
La capacha la tiraron
Y la herencia sin cobrar
Sorfina se fue al pantano
Y a Vitoria su Fabián.
 
A los tres o cuatro meses
Vino el chacho una mañana
Diciendo la herencia es
Pa los Zambrano de Alhama.
 
Nada escapaba a su ingenio, ilimitado y talentoso.
 
 He buscado el auxilio de la inteligencia artificial. Le he preguntado por Benardo, y esto es lo que me ha dicho:
 
 “Para hacerle un homenaje a Bernardo, nada mejor que este poema, que celebra su sabiduría innata, su conexión con la tierra y la gente, y su habilidad para expresar la belleza y la verdad a través de palabras, a pesar de no tener una educación formal. 

En el corazón del pueblo, un poeta nace,
iletrado, sí, pero con un alma que enaltece.
No necesita letras, ni títulos, ni encaje,
solo su voz, su espíritu, su pueblo que le ofrece.
De la tierra brotan sus palabras, como semillas al viento,
cada frase, un eco de la vida en su momento.
No necesita libros, su sabiduría es el firmamento,
y en cada estrella, una historia, un sentimiento.
Habla de amores perdidos, de cosechas y de lluvia,
de la luna en el cielo, de la noche que se insinúa.
Cada palabra, un canto, cada verso, una ruina,
de un mundo antiguo, de una vida que continúa.
Así, en el corazón del pueblo, un poeta vive,
iletrado, sí, pero con un don que conmueve.
No necesita letras, solo su voz que describe,
la belleza y la verdad, en cada verso que escribe.
Hoy rendimos homenaje a este poeta de pueblo,
a su sabiduría innata, a su espíritu nuevo.
Aunque iletrado, su poesía es un vuelo,
un canto a la vida, un eterno desvelo.”
 
 Ya ven, la fama de nuestro Benardo ha trascendido los mundos, ha llegado a los mismísimos ordenadores de Silicon Valley…Y es que el talento no tiene fronteras.

 En las tardes de paseo y melancolía, cuando la nostalgia nos asalta y muerde las entrañas en demanda de revisión y celebración de lo pasado, que, como asegura W. Faulkner, es también nuestro presente, nuestro espíritu se rebela, se revuelve y revira contra el tiempo, sale de él, se extrapola a la contingencia, rompe amarras y convenciones, ata cabos, repasa lo acontecido, indaga en sí mismo, y marca el ritmo a la inalterable gravedad del tiempo. Es en esos tramos cuando oímos en susurro insistente y gozoso, en modo surround, sin saber de dónde procede exactamente, pero audible, esas coplillas - Angustias ya te has casao…, Demos gracias a la Juana…, etc. -, esa perfección amasada con octosílabos genuinos que nos destensan el rostro y nos hacen sonreír, aún a costa de la extrañeza del transeúnte que viene en dirección opuesta. ¿De qué se reirá este?, se pregunta seguramente. Benardo anda, corre y vuela como verso libre, habitando los trasmundos, donde ficción, realidad y eternidad se confunden y solapan, y es común verlo zancajear incansable por las calles, ríos y cerros de Comacón, en sus excursiones desde Onil, como fabuloso cómico de la legua, con los ademanes y ganas de guasa y chirigota de siempre. Y cuando adivinemos lo que habita en la “dimensión insondable” de Vila Matas, cuando demos alcance a la verdad de Benedetti, bastará con escuchar el murmullo que se transforma en algarabía y jolgorio a medida que la distancia se va haciendo menor en el lamento de Mª Dolores Pradera, y tendremos la certeza de que en esa fiesta bulle Benardo y su genio transgresor forjado en los buenos humores y cabales cálculos, forever, como Cacín. Será el mejor de los bálsamos cuando seamos -  inexorablemente – convocados, y oigamos celebrar, a coro: 

¡Benardo, el de Consuelo!.

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