Continuamos con este recorrido por la vida del teleclub, que fue breve, pero intensa, y cuajada de acontecimientos que hicieron vibrar a los jóvenes del pueblo.
En esta segunda parte, indagamos en la esencia y objetivos del teleclub; revivimos la fundación de nuestro teleclub en particular; y detallamos cómo se fue llenando de vida el local parroquial en que se instaló.
Y todo ello, bajo el hilo conductor y la mirada afectuosa de Don Francisco Carmona.
El Teleclub de Cacín (II)
“En el Teleclub cabíamos todos y era por ello
por lo que toda la juventud del pueblo
de todas las edades al mismo
pertenecemos, casi sin excepción.”
(Gregorio Martín, Ideal en clase, 5-12-2022)
[Viene del capítulo I)
Ya llevamos unos minutos sentados en un café en la acera de San Ildefonso, bajo la sombra de unos majestuosos árboles, frondosos plátanos de Indias, que a esa hora de la mañana ofrecen una generosa sombra, acogedora y bienvenida. Le doy tiempo para echar el azucarillo en su café con leche, y doy algunos datos relativos al asunto de los Teleclubs.
Para la Real Academia de la Lengua Española (RAE), el vocablo “teleclub” se define como “un lugar de reunión para ver programas de televisión.” Y también películas; a la larga muchos de ellos acabarían transformados en cineclubs; no en vano el término “teleclub” fue acuñado por analogía con su precedente, “cineclub”, para designar a “agrupaciones de personas que se reunían voluntariamente a contemplar los programas de televisión y a comentar su estilo y contenido, con el propósito de perfeccionar sus capacidades perceptivas y críticas.” (Revista Teleclub, 1970, nº 35, pp. 22-23). Y es que “el fenómeno del cineclub – igual que el del teleclub – surgió de un modo espontáneo, sin un marco jurídico que los regulase de manera específica, y motivados por razones diferentes. Sin embargo, el Estado determinó que era necesario crear un registro y una regulación específica para someter a su control cada una de estas actividades.” (Javier Martín-Antón, “Los Cineclubs: un antecedente de los Teleclubs en España”, Escuela Universitaria ESNE Asturias, 2018)
A mayor abundancia, podemos leer en el artículo “La época de los teleclubs” (La verdad de Murcia, 7-9-16, firmado por José Sánchez Conesa) que “el régimen del general Franco ofertaba en su etapa desarrollista entretenimiento a cambio de propaganda institucional, de tal manera que el Ministerio de Información y Turismo facilitaba un televisor para que los telespectadores disfrutaran de sus programas preferidos al tiempo que recibían los mensajes políticos del franquismo, beneficiándose de unos locales y servicios culturales inexistentes en un medio rural muy deficitario en todos los sentidos. A la vez se impulsaban desde el Teleclub no solo actividades culturales, sino proyectos de desarrollo comunitario como asfaltado de caminos rurales, construcción de los propios locales sociales, parques públicos o instalaciones deportivas. “.
De nuevo Don Francisco:
• Yo estaba intentando atraer a la juventud hacia las actividades de la parroquia, y ofrecerles alternativas y nuevos horizontes, aparte de infundirles un espíritu crítico e independiente. Y nos centramos en los más jóvenes de entre los jóvenes; hasta tal punto, que María la Negrito, cuando nos veía reunidos en aquellos grupos efervescentes y dicharacheros, solía decir: “¡Ya está Don Francisco con los suyos!”.
Se refería María a lo que en “Comacón-Cacín forever” denominamos la menuarria, de los que tenemos un preclaro ejemplo en la fotografía que acompaña a este texto, tomada en 1970 a la entrada misma del Teleclub.
Como se ha indicado en el capítulo anterior, por allí pululaban libremente Florián, Antonio el Pincho, Joseíllo Chirrea, Luisillo, Manolo Mariano, Eusebio, los dos hermanos Retamero, Antonio Frascuelo, Pedrito, Aparicio, Antonio el Guerra, Antoñillo Poleo, Pepe Luis, Antonio Guisaíllo, etc.; y Mª Encarna, Mari Pepa, Paqui, Almudena, Paqui la de Ochíchar, María negrito, etc. Y Tito Bollos:
• Tito me llevaba en su moto p’ arriba y p’ abajo casi como un trofeo: lo nunca visto en Cacín, un cura sin sotana (¡menos mal!), en una Bultaco Metralla MK2, idéntica a la del pescadero Alhendín, haciendo un ruido infernal – recuerda entre risueño y espantado Don Francisco.
Mas no todos veían bien esa versión moderna del cura ye-yé, en motos y en “sospechosas” reuniones con las generaciones juveniles, imbuyéndolos de ideas nuevas y cuasi-libertarias para la tradición cacineña. El cura contaba con la comprensión, simpatía e incluso apoyo del sargento de la Guardia Civil, pero no tanto de sus números, en especial de uno con apodo referente a su arquitectura facial cuya esencia y peculiaridad popularizaría Manolo Escobar en una incesante búsqueda; ni tampoco el de otras fuerzas vivas del pueblo, que seguían con lupa sus actividades promotoras de actividades culturales y festivas con cierto recelo y desagrado. En este sentido, es digno de mención lo que se recoge en el revelador texto que citamos a continuación, de G. Román Ruiz, titulado “Escuelas de democracia: el tajo y la parroquia como espacios cotidianos de conflictividad durante el franquismo final en el campo altoandaluz” (“Historia Agraria”, nº 79, Dic. 2019):
“Muchos de estos clérigos rurales de talante progresista promovieron la instalación en el salón parroquial de un teleclub o local público en el que ver la televisión, con la pretensión de crear un espacio para el entretenimiento de la juventud y de celebrar reuniones en las que abordar asuntos políticos. Tales parecen haber sido las intenciones del cura de Nerva (Huelva) en marzo de 1968, cuando solicitó a la Delegación Provincial de Información y Turismo una subvención para adquirir el local y el material necesarios para la constitución de un teleclub. Las autoridades desestimaron el proyecto por considerar que el verdadero propósito del sacerdote era tener un local autorizado donde, con legalidad, celebrar reuniones sin previa autorización gubernativa y reservándose el derecho de admisión, evitando la entrada a personal que no interesase, y por sospechar que su auténtico objetivo era constituir las CC. OO. en la zona minera de La Naya-Riotinto. Por aquellas fechas, las autoridades reconocían que en varios pueblos de la provincia de Granada funcionaban teleclubs promovidos por sacerdotes progresistas, como los de Cacín, La Herradura, Nigüelas o Murtas75. También el teleclub de Vélez de Benaudalla (Granada), instalado en la casa parroquial, era empleado por el cura como espacio para la transmisión de pautas democratizadoras. En noviembre de 1970 reunió en este local a varios obreros de la JOC y la HOAC para tratar cuestiones como el funcionamiento de los sindicatos rusos, de los que se dijo que funcionan mejor que los españoles. Además, trajo a dos conferenciantes que animaron a los asistentes a reunirse y formarse para que el día que nos sea preciso podamos reclamar nuestros derechos, pues este pueblo quiere trabajar, pero que se le pague bien”. La aprensión y las reticencias hacia los “teleclubs” incontrolados eran lógicas y naturales por parte del poder.
Estas tendencias sucedieron, así mismo, allende nuestras fronteras. En algunos países, se emitían programas extra por televisión, elaborados en estrecha colaboración con los respectivos Ministerios de Educación, que pretendían complementar las enseñanzas oficiales de las escuelas nacionales, iniciativa que fue fomentada por la Unesco en 1952; pionera de ello fue Francia, por ejemplo, en la educación de adultos.
• No, el teleclub nuestro no se concibió como complemento del quehacer del maestro Don Manuel, sino como ente independiente y autónomo – dice al respecto Don Francisco.
Pues bien; resultado de esas idas y venidas, de esas reuniones, fabulaciones y confabulaciones, fue la solicitud de constitución del “Teleclub Federico García Lorca” de Cacín, en petición enviada por nuestro párroco a la Delegación Provincial de Información y Turismo de Granada. El tardofranquismo no dudó en fomentar este tipo de demandas, como se ha subrayado. El proceso viene descrito en el boletín Teleclub nº 4, y constaba de los siguientes pasos, según L. Herrero (“Tardofranquismo y educación popular: aportación socioeducativa de la red nacional de teleclubs 1964-1974”, Tesis doctoral, Universidad de Salamanca, 2002):
1 - Contar con un local y mobiliario adecuados.
2 - Acta de Constitución, Junta Directiva y Monitor/Animador
3 - Socios y Estatutos sociales, que debían contener “determinaciones generales sencillas, con las que garantizar: el cumplimiento de las finalidades de educación popular; convivencia en orden a la puesta en práctica de iniciativas comunes; decoro de las reuniones; respeto de las decisiones de la Junta por los propios asociados elegida, y de las normas y orientaciones del monitor”.
4 - Formulario oficial de solicitud, en impresos oficiales.
Y llegó la autorización. Y ahí comenzaba la segunda parte: había que darle contenido físico y espiritual - equipamiento y mobiliario, normas de uso, estructura y organización, etc.
Mesas, sillas, estanterías y demás mobiliario fueron financiados y enviados por el Instituto de Colonización, a la sazón en la calle Ganivet de la capital; la biblioteca, que llegó a ser amplia y surtida, fue reunida de aquí y de allá: se recabaron fondos de la colección RTV remitidos por la Dirección General de Cultura Popular; la revista Teleclub, de la Red Nacional de Teleclubs Nacionales, se recibía regularmente; la editorial Salvat envió varios de sus sobrantes; etc. Por si fuera poco. nuestro audaz cura no se avino a cortedades y timideces, y escribió sendas cartas a algunos escritores famosos y consagrados, como Camilo José Cela y Miguel Delibes, nada menos, exponiendo la situación de precariedad e indigencia cultural de nuestro pueblo, la fundación del nuevo Teleclub, y la necesidad de que enviaran las obras que pudieran, lo que los mencionados Cela y Delibes hicieron con presteza y gusto.
• Imagínate las caras de ese par de genios universales cuando recibieran la carta enviada por un cura de Cacín, unos perfectos desconocidos ambos, cura y pueblo, en petición de ayuda para su teleclub – se sonríe, con aires de gamberro octogenario.
Todo ello acabó completándose con un equipo de sonido, que pagó de su bolsillo nuestro párroco. A la vista de todo ello, no extraña lo que refiere Don Francisco, con aire jocoso y legítimo orgullo:
• Un día entró la pareja de la guardia civil, que estaba de servicio, en el teleclub…
(Continúa en el tercer y último capítulo)