Vivencias de cuando Jayena tenía cine y rondalla



 Todos tendemos a dulcificar el pasado, a olvidar con más facilidad lo dañino, quedándonos con las evocaciones positivas, las buenas experiencias de la niñez: los amigos, y los buenos ratos, y cuando nos instalamos en la dulce morriña, rememoramos un pasado idealizado, la nostalgia nos transporta a menudo en nuestra menoría, a la ciudad o el pueblo de la añorada infancia, en una experiencia que, con todas las excepciones posibles, suele ser considerablemente gratificante.

 En su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar, allá por 1850 Pascual Madoz señala:” El rio de Jayena se forma en los confines de este pueblo de dos barrancos o nacimientos, uno en Turilla, termino de Jayena, y otro en Casulas, como a 1/4 legua del mismo Jayena: otros dos nacimientos van a unirse a ¼ de legua de su origen pasando por Coriola, donde recogen unos pequeños manantiales, y toman el nombre de rio Coriola: con sus aguas muele un molino harinero, y después de correr aquellas 1 1/2 legua, desaguan en el Armas en el sitio de la Torrecilla junto al molino nuevo. A su vez en el Catastro de la Ensenada, por esa misma época, a la pregunta veinte y uno se responde: A la pregunta veinte y una dijeron que este pueblo se compone de ciento y veinte y un vecinos, y que en esa jurisdicción solo hay una casa de campo llamada Coriola.


Corzola actualmente

 Corrían en Jayena los tiempos de después de la posguerra, allá por la mitad del siglo XX, los tumultuosos años 50, que traen el fin al racionamiento de alimentos en España (1952), comienza un tibio aperturismo obligado por el ahogo económico. A nivel mundial es el tiempo de la guerra fría, vendrán después los rebeldes 60 que supondrían una bocanada de aire fresco a nivel global en todo el mundo. Ya en España con el inicio del final de la dictadura franquista en noviembre 1975 por fallecimiento del dictador, da comienzo el tiempo del renacer democrático, toca un período de transición, insurrección, miedo y recelo, a la vez que de ilusión, expectación y esperanza hacia un futuro mejor. Fue aquel año de 1975 un año decisivo y trascendente en la historia local, tanto de Jayena, como en todos los pueblos de la Zona de Los Ríos, y no solo por la muerte del dictador. Un devastador incendio en el mes de agosto de ese mismo año empujaría el cierre de la moribunda industria resinera en la zona, y como consecuencia agravaría el proceso migratorio que ya se venía produciendo desde finales de los sesenta, provocando un fuerte movimiento de emigración, dejando la zona con un gran nivel de despoblamiento.

 Jayena y su acontecer cotidiano a pie de calle, intentaba sobrevivir, a todas las miserias de aquel difícil período. Los niños y niñas no ajenos a la situación, con su mirada ingenua y cándida de la existencia, intrusos de la alegría en las calles, mataban el tiempo con sus imaginativos juegos, que a ratos improvisaban, la rayuela y la lima, el elástico, los cromos, o la comba, teñían de vida las esquinas de la villa. Para sus padres y hermanos mayores eran tiempos, de duro jornal de sol a sol, de abarcas y alpargatas, de la feria en septiembre, y sus sillas locas, y la verbena en la plaza del pueblo, alguna mirada robada, o algún beso furtivo, mientras soñaban con un mañana mejor.

 En la escuela, la letra con sangre entraba, los niños y niñas por separado en las aulas, ni el recreo los juntaba. Los que podían disfrutaban de sus meriendas de pan con aceite y azúcar, o chocolate, otros lo que alcanzaba. Algunas tardes tocaba al calor de los pilares o abrevaderos en torno a los cuales se reunían amigos o amigas echar un rato y pegar la hebra, mientras con el cántaro o el pipote se iba a por agua. Populares eran los baños en las pozas del rio Grande en los calurosos días del estío veraniego. Rastro desigual dejó en la memoria a muchos vecinos jayeneros, niños por aquel entonces, la distribución del queso y la leche americana en la escuela, para muchos de ellos todo un “majar”, y una de las escasas oportunidades de alimento de aquellos días.

 Cada verano llegaba con el bullicio de las eras y sus mieses, barcina, trilla emparvado y parva, granzas de garbanzos, (donde rebuscaban los garbanzos para ir después a tostarlos los niños y adolescentes), o de cebada, o trigo. La remolacha azucarera y el tabaco, eran siembre de vega por aquel entonces, y con el tabaco los “secaeros” de tabaco, que a algunos les permitió liar su primeros “cigarrillos”.

 Muchas calles ya lucían “enchinao”, todo un lujo, que suponía un gran avance de modernidad y salubridad, aunque en muchas de las viviendas el cuarto de baño al menos como hoy lo conocemos quedara un poco lejos. Inexcusable era para los hombres el chato de vino en las sosegadas tardes al calor de la taberna, y los domingos y fiestas de guardar, a lucir las ropas de los domingos y fiestas de guardar.

 Abreviando, eran tiempos sin prisa y sin comodidades, soportados y sufridos, de indigencia para la mayoría; tiempos de huir hacia adelante, donde tejer sueños tras las grises cortinas de la posguerra.

 Aquella casa de campo que Madoz citara como Coriola, es hoy Corzola, remota y antigua en
 la memoria colectiva de cada vecino jayenero. Un lugar simbólico y emblemático, como lo son Mazajate, Machiche, La Monticana, La Loma Ubares, o la misma Resinera, tanto en la villa jayenera como en toda la zona de los Ríos. Todos ellos enclaves resineros, poblados desde un antiguo y lejano origen.



 Corría el año 1976, cuando Juan Alaminos y Consuelo junto a su hatillo colmado de incertidumbre y de esperanza, camino hacia Valencia, en un rinconcito en lo más profundo y guardado de su alma, sembraron para no olvidarlo jamás, una simiente perenne de memoria, erigida de retazos y pinceladas de su tierra natal, Corzola, Jayena, y La Resinera, con sus vivencias y recuerdos de infancia. Una simiente hoy madurada, que como el buen vino, se ha ido puliendo con los años.

 Juan había nacido en La Resinera en 1952, eran tiempos míseros y calamitosos, aun chirriaban en el entorno almijareño agonizantes ecos del maquis, que no permitían olvidar las tristezas, y desconsuelos de una guerra civil, que tantas heridas había abierto. Juan nos cuenta: “Yo nací en la Resinera, allí mi abuelo tenía una casa, que le daba la Resinera, allí moraban mis padres, mis tías… en fin toda la familia, nosotros vivíamos en la calle del Río. Mi padre Francisco Alaminos era el guarda que tenía en Corzola de la Resinera. Había empezado de resinero en la Loma Ubares, después pasó a resinar un cuartel en Mazajate, y finalmente fue guarda en Corzola. Mi abuelo Francisco Venceslao había ejercido también de guarda en la Loma Ubares.


La Resinera añ0 1950

 En Corzola La Unión Resinera asumía dos guardas con sus respectivas tareas, que en aquel momento eran mi padre y Fernando Romo de Fornes. Además el cortijo también vivía un labrador que labraba la tierra de labor, del Haza Grande, donde hoy está la balsa del Infoca, José de Cara se llamaba. José sembraba garbanzos, habichuelas, maíz, verdeos, patatas y otras hortalizas. En el cortijo teníamos todo lo necesario e imprescindible para vivir, hasta contábamos con un horno de pan. Nosotros vivíamos en la primera casa de la derecha, si tomamos como referencia la puerta de entrada a la vivienda, la segunda era del otro guarda, y enfrente estaba la vivienda del labrador José de Cara. Mi padre contaba también con cuatro trocitos de tierra, y sembraba lo que podía: patatas, hortaliza ya te digo lo que podía. Recuerdo que los días de fiesta como el día de san Juan, que los resineros no iban a trabajar, el Pozo del Romance, una poza con un pequeño salto de agua que se encuentra en el río, (que hoy se denomina Vacal), muy cerca del cortijo, era una cita obligada para todos los vecinos de Corzola y alrededores, como los que vivían en las cercanas casetas de La Fuente del Viejo.”


Caseta de la Fuente del Viejo

 Juan en su mocedad jayenera, joven inquieto y escudriñador manifestó tempranamente su espíritu de pionero, poniendo su granito de arena a la creación e innovación en la villa de Jayena, como miembro fundador allá por el año 1969 y 70 del grupo musical Inspiración, toda una aventura, y un gran acontecimiento en la localidad jayenera. Nos refiere “Los primeros instrumentos nos costaron 30 mil pesetas de aquellos años,(todo un pastón), después invertimos 80 o 90 mil pesetas en una caja de potencia, altavoces y micros, una peripecia entrañable, rebosante de ilusión que en aquel tiempo apagado animó al pueblo en muchos sentidos. Tocábamos en un salón en la Ermita, yo tocaba la guitarra rítmica, porque estudiaba en Granada, así me podía suplir a veces, Miguel Ángel, el del “practicante”. El grupo lo constituíamos cuatro componentes, además de mi lo componían: Joaquín Martin (Titanio), Paco “El Perla” y José Félix Moreno “Félix”.


Grupo inspiración

 Cuando estábamos en la escuela, comenta Consuelo, y Juan vino a Jayena a estudiar nos conocimos, con el tiempo nos hicimos novios, nos casamos después de seis años de noviazgo, en el año 1976, tras casarnos nos marchamos a Valencia. Recuerdo que en la escuela entonces los libros eran diferentes, para niños y niñas, estaba los libros de niño y los de niña. Conmemora con mucho cariño de aquel tiempo Consuelo, el antiguo cine parroquial, que funcionaba a medias entre la parroquia del pueblo y un señor que venía de Granada. El cine se programaba un día a la semana, los lunes; costaba cinco pesetas, era el año cincuenta y ocho o y nueve ( Consuelo no lo recuerda exactamente), en tiempos del párroco Joaquín Molinero. Estaba situado en donde hoy está el hogar del pensionista .Un suelo de tierra, unas sillas de enea, enfiladas y sujetas con un tablón para mantenerlas más o menos rectas, y un telón donde se proyectaba la película, eso era la sala de cine. Ramón, el padre de Consuelo, hacía las veces de taquillero de aquel peculiar cine, por ello Consuelo, visionaba todas las películas gratis, no pagaba entrada, y aunque aún no alzaba muchos palmos del suelo, y sus años se podían contar con los dedos de las dos manos, intentaba no perderse la proyección de ninguna película. Recuerda con afecto los carteles que anunciaban las películas, que su padre repartía por el pueblo, y de los que conservó durante mucho tiempo muchos ejemplares. A veces, relata, cuando la película se rompía la pegaban con acetona, las películas que más se traían eran las de romanos, del oeste, o de guerra, de las otras se traían muy pocas y todas venían además muy censuradas. Por aquella época comenta Consuelo, también tuvimos en el pueblo, un coro de villancicos y una rondalla.


Rondalla


Boda de Juan Consuelo

 Eran tiempos muy distintos aquellos días a los días de ahora, y aunque hoy puedan parecer insignificantes o banales los hechos relatados, para aquella época en Jayena, representaban todo un progreso, y un avance en la vida social del pueblo.

 Mi padre Ramón, explica Consuelo, no había nacido en Jayena, pero se sentía “jayenuzco” como el que más. Era ebanista de profesión. El primer trabajo que realizó en el pueblo como carpintero fue la cruz que hay en la entrada de la iglesia parroquial. Había llegado a Jayena para cometer trabajos de ebanistería en el altar de la parroquia. Además también concluyó el encargo las bancas para sentarse que hoy todavía se utilizan. Como en aquel entonces, el pueblo no contaba con carpintero, el anterior estaba ya muy mayor, mientras realizaba los trabajos en la parroquia, los vecinos empezaron a hacerle encargos, que si arréglame esta silla, que si tal mueble, que si tal puerta, que hazme una cómoda, así que, con tan prometedor futuro laboral, decidieron él y mi madre quedarse en Jayena, y fue durante muchos años, prácticamente hasta su jubilación el carpintero oficial del pueblo. Por su honestidad, amabilidad gentileza y cortesía fue muy querido y apreciado por todos los vecinos de Jayena siempre.


Ramón realizando trabajos en la puerta de su taller en la calle Tesoro

 Ramón Ariza durante muchos años carpintero en la villa de Jayena, había nacido en Guadix allá por 1911, llegó a Jayena en 1947, había conocido a Gracia López, su mujer, jayenera de nacimiento, en Granada, en una casa de vecinos donde ella vivía con sus padres, y por esas cosas que tiene la vida Ramón y Gracia terminaron viviendo la suya en Jayena, donde Consuelo Salomé (que llegó a la vida y al mundo allá por el año 1951) desojó su infancia y adolescencia. Habilidoso como nadie dando forma a la madera, Ramón fabricaba todo tipo de objetos de madera, hoy aún permanece su legado en la iglesia parroquial y en muchas viviendas del pueblo, donde sus creaciones son custodiadas como un tesoro. Pero Ramón también era un gran aficionado a la música, el mismo elaboraba sus propios instrumentos, laudes, guitarras, violines, bandurrias, de los que en alguna ocasión hasta logró vender alguno. De vez en cuando, el famoso constructor de guitarras de la Cuesta de Gomerez en Granada, Antonio Ariza sobrino suyo, le proporcionaba las maderas y plantillas, y le asesoraba. En este sentido es recordada la participación de Ramón como integrante en los años 90 del pasado siglo, del Grupo de bailes regionales Azahara de Jayena.


Violín construido por Ramón


Ramón y Gracia

 Muchas son las anécdotas y recuerdos que este artículo se deja en el tintero, relatadas con serena y cálida ternura por Juan Alaminos y Consuelo, de las que el autor de este artículo disfrutó como un niño, escuchando en una agradable tertulia, bajo la templanza entrañable de una noche de verano.


Juan y Consuelo

 Ya jubilados, Juan y Consuelo, cada verano se acercan una temporada a su tierra natal, como llevan haciendo desde hace tantos años, a la que aman profundamente, donde disfrutan con sus hijos y nietos, a los que han contagiado su amor por Jayena y La Resinera, y tantos otros enclaves de nuestra Comarca que destilan esencia comarcalhameña.

 Hoy hemos querido plasmar, junto a Juan Alaminos (Juan José Alaminos Pérez) y Consuelo (Consuelo Salomé Ariza López), y sus entrañables evocaciones, una pincelada de la historia de Jayena, donde muchos emigrantes como ellos se verán reflejados, por supuesto con otras vivencias y recuerdos. Que este artículo sirva de rendido homenaje a todos ellos. Agradecer tanto a Juan como a Consuelo su generosidad al compartir parte de su vida con los lectores de Alhama.com, hilo umbilical de muchos emigrantes con la Comarca de Alhama, que como Juan y Consuelo, aman su tierra a la que no olvidan, y a la que siempre que pueden vuelven, para recordarnos a los que aquí vivimos las joyas y tesoros que poseemos.


Juan y Consuelo desde la Mesilla de Jayena










Estado actual caseta de Machiche


Horno de pan de Corzola


Casetas de la Monticana actualmente


Vista general de Corzola con Navachica y Cabañeros al fondo


Pozo o Poza del Romance en la actualidad


Ruinas de las viviendas de La Loma Ubares


Puente de la Monticana


Otra construcción en La Monticana


Caseta de Mazajate


Jesús Pérez Peregrina